Andrés Amorós: «Si se cumplen las reglas clásicas, el toreo es un arte incomparable»

La vuelta al clasicismo. Sobre eso ha girado la presentación del libro ‘Belmonte y Antoñete: Las dos restauraciones de las viejas reglas clásicas del toreo’, de Salvador Balil. En el acto, celebrado en la Sala Bienvenida de Las Ventas, han intervenido el periodista Alfonso Santiago, el editor Vidal Pérez, el catedrático y escritor Andrés Amorós, y el propio autor.

Alfonso Santiago, seguidor de Antoñete desde que era niño, recalcó la importancia del torero madrileño en la tauromaquia, ya que, si bien no trajo nada nuevo, siguió siempre un concepto clásico, «convirtió el clasicismo en algo novedoso, en una vanguardia». También agradeció al autor la mención que hacía a Chicuelo en la evolución del toreo, «un torero sobre el que se han hablado determinadas cosas, pero no se termina de profundizar realmente lo que de verdad tiene de importante como elemento de evolución en las reglas de torear. Sobre todo, como se empezó a torear a partir de lo que Chicuelo hizo», dijo reivindicando al maestro sevillano. «No se trata de que haya toros revolucionarios, sino toreros que aportan en la revolución del toreo. En una época en la que determinadas formas de estar en la plaza se iban perdiendo, ha vuelto una restauración de toreros que miran a lo clásico, como Morante, Urdiales, Juan Ortega o Pablo Aguado, porque al final el toreo se sostiene gracias al toreo clásico», finalizó Santiago antes de agradecer al autor su obra.

El catedrático Andrés Amorós comenzó su intervención agradeciendo a Vidal Pérez Herrero la edición de este libro, ya que actualmente, por desgracia, cuesta encontrar a alguien que quiera editar un libro taurino. «Los aficionados hablan mucho pero leen poco. Hay que ver toros, hay escuchar, pero también hay que leer», dijo antes de presentar al autor. «Decía Moratín que a él lo que le interesaba más del teatro son los apasionados. Salvador es un aficionado catalán, como cualquier español y cualquier persona con un sentido de la estética que ha conocido la Fiesta de los toros y se ha enamorado de ella». También habló sobre la situación de la tauromaquia en Cataluña: «La gran mayoría del público taurino cree que la Fiesta está prohibida en Cataluña pero no es verdad. Lo intentaron prohibir porque «huele a España» como dijeron en el Parlamento catalán. En Cataluña, como en Madrid, hay aficionados y no los hay, porque es un arte, y el arte es libre, no se puede prohibir», y explicó que «esta tarde, si se quisiera, podría haber una corrida en Barcelona. El problema es que el actual Balañá no se atreve. El miedo es libre, pero es bien triste y lamentable que la tradición taurina esté interrumpida, por considerar que puede haber represalias, mientas se hace fotos con la alcaldesa Ada Colau». El bous al carrer, por ejemplo, se sigue celebrando, lo que desmonta cualquier supuesto argumento animalista.

Amorós recordó aquella cita de Antonio Machado en la que decía que los toros son algo tan serio que uno no debe ir a divertirse: «Los que van a divertirse van a ver cortar orejas y tomar unas copas, pero con todos mis respetos no es eso. Hay que tomárselo en serio como cualquier arte», continuó el escritor. Profundizando sobre el título de la obra, que se centra en las viejas reglas clásicas, explicó, comparándolo con las demás artes, que «no basta con que algo sea verdad para que parezca una obra de arte. Tiene que haber unas reglas, que no las imponen los estudiosos sino los propios artistas. Las Tauromaquias las han escrito Pepe Hillo, Paquiro, Guerrita, Domingo Ortega, Marcial Lalanda, etc., porque nacen de la experiencia. Las reglas clásicas siguen vigentes. El arte no se mejora. Si un músico dijera «soy de ahora y soy mejor que Bach», haría el tonto. En el arte no hay un progreso, siempre imperan las viejas reglas clásicas, que cada uno interpreta según su capacidad».

Actualmente hay criterios que opinan lo contrario, a lo que Amorós contesta que esta polémica no es exclusiva de los toros, es de todas las artes. «Yo escucho ahora con cierta ironía que algún torero dice «yo hago esto porque la sociedad ha cambiado, la tauromaquia tiene que evolucionar, la gente joven pide otras cosas…». Es como si un pintor dijera «Velázquez ya queda antiguo, a ver si le supero». Seamos serios». La evolución es lógica, pero sin olvidar las bases, cosa que ahora mismo no se ve todos los días. «Hay reglas del toreo que hoy muchas veces, por desgracia, se incumplen, y les diré ejemplos: el encimismo, torear con la muleta retrasada, el tremendismo, los circulares invertidos, las espaldinas… Esas no son las reglas clásicas, eso no es el toreo eterno, es algo que surgió después de la Guerra española, aceptable pero no superior al toreo clásico de Belmonte o de Antoñete. No pude ver a Belmonte pero sí tuve la fortuna de ver a Antoñete», tras lo que hizo un apunte sobre el Pasmo de Triana: «Al decir Belmonte, debemos entender Belmonte y Joselito, la unión de los dos, son absolutamente actuales, son lo más moderno porque no pasan de moda«. Juan y José porque los dos se unen: »Gallito es la culminación de toda la lidia clásica, y Belmonte significa añadir el arte«.

«Hay que seguir esa estela y tener la humildad de saber que el arte es eso, lo clásico. Muchas veces ahora no se cumplen por dos motivos: porque ahora existe un tipo de toro al que le falta emoción muchas veces La mayoría de toreros necesitan un toro con fuerza, con poder, con casta. Y también por otra parte, porque existe un público advenedizo que viene a divertirse y a tomar copas, que hace falta y son necesarios. Pero si se va a la plaza hace falta ir con respeto y con un criterio». Y finalizó su intervención recomendando el libro porque «es importante que los que empiezan a acudir a las plazas, especialmente los jóvenes, comprueben la vigencia y la hermosura de las viejas reglas clásicas del toreo, y créanme, esas reglas clásicas no pasan de moda si se cumplen con genialidad de gran artista. Entonces el toreo es un arte incomparable». Una larga y sonora ovación sonó en la sala Bienvenida.

Por último habló en autor, y tras agradecer a los presentes su presencia y palabras, explicó brevemente su libro: «Las reglas que mencionan la esencia del toreo. Belmonte confirma la esencia del toreo como arte, y como decía él mismo, para que se emocione el público tiene que emocionarse el torero. Belmonte fue un revolucionario sobre las reglas clásicas: con la muleta adelantada, dando el pecho y cargando la suerte. Después se pasó al toreo perfil y fuera de cacho, hasta que llegó un torero madrileño sin hacer ruido, que volvió a lo clásico, y son muchos los aficionados que le siguen recordando: Antoñete fue la restauración del arte». Tras finalizar el acto, muchos de los aficionados que habían llenado la sala, se acercaron a los ponentes para comprar la obra de Salvador Balil.

Publicado en ABC

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