TRIUNFO GRANDE DE JOSE TOMAS: GLORIA Y SANGRE……

iNFORMACION DE MUNDOTORO…………………

ASÍ DEBE DE TOREAR EL DIABLO

Confieso que, si, que en el infierno hay un lugar para la gloria. Maridaje de dudosa rima, gloria e infierno se dan la mano. Pero sólo con José Tomás. En plena era de la cultura gótica, surge como iceberg el toreo gótico de José Tomás, despreciativo de la luz, en pleno flirteo con todos los ángeles del infierno, si es que existen: Araziel, Bael, Satán, Incubo…Un paseo por el precipicio del infierno se dio JT. Por valor, por exceso de valor, por que tocaba y porque el símbolo actual del toreo tiene que pagar el precio de su propia leyenda. Dejarse matar. O casi. Chapeau. Los hay que tener muy grandes. Toreo gótico y demoníaco, de sangre y sudor. Angelical el día 5, melancólicamante oscuro este 15J. Así debe de torear el diablo. Aunque fueran miles de ángeles los necesarios pasa salvarle la vida mil veces.

O un viacrucis de carne y hueso. Más allá de lo heroico. Sin ser irreverente: tres veces cayó Cristo camino del Gólgota. Cuatro veces fue cogido José Tomás y cinco veces más pudieron herirle los toros. Todo ello sufrido en silencio, y el silencio del dolor es lo que agranda al hombre, lo que impresiona a los corazones. Tocó infierno porque los toros desoyeron la llama de la luz: de los cuatro de Puerto de San Lorenzo sólo el primero tuvo el trapío esperado. De los otros tres, uno, el segundo, se tapó por la cara pues de atrás era subdesarrollado. Muy lavado y zancudo el tercero mientras que el quinto regresó por donde salió porque su buen son no supo tapar su falta evidente de fuerza. Mansotes y descastados, no fueron demonios, se quedaron en las puertas del infierno. El sobrero de El Torero tuvo complicaciones por el pitón derecho y fue Satán chico por el izquierdo. Y de los de Victoriano del Río, el cuarto se dividió en dos ( uno de buen aire hasta banderillas y malo luego) y el sexto, deslucido y sin guión.


Desasistida la tarde de luz por la condición de los toros, se trataba de apelar a la épica, a la hombría. También a la ciencia, a lidiar, a hacer según indica la razón de no escuchar ni atender la llamada sibilina y aduladora del maligno: caer en la tentación de abandonar la vida. José Tomás quizá ni llegó a escuchar el susurro tentador en sus oídos, pero se puso a torear como un desesperado que no tiene prisa. Es decir, jugarse la vida cuerpo limpio como el que se da un paseo al atardecer por una arboleda virgiliana. No había resultado lucido un quite de ¡huys¡ por chicuelinas al primero de la tarde, mansurroncete y huido, y trazo ceñido y tropezado como mal agüero de lo sucesivo.


Las protestas por la presencia del segundo toro, muy incompleto de cuartos traseros, quedaron acalladas por una condición descastada del toro y la actitud del torero. Y su leyenda. Ya no se trataba sólo de lo que él podía hacer JT sino su esencia historiada. Mal lidiado en chiqueros en banderillas, el toro huía de su sombra. Hacia afuera el toro arrollaba y hacia adentro huía. Dos veces le avisó el toro por el pitón izquierdo, citando en perpendicular a las tablas y con la zurda y a la tercera le prendió de forma fea, echándoselo a los lomos y a los pitones. Siguió el torero con la derecha, más tapado, muy firme, aguantando las embestidas del toro y llegando a ligar dos, tres y hasta cuatro pases en tandas de un gran eco. Y volvió a desafiar a Lucifer con la izquierda antes de matarlo de pinchazo y estocada.


En un quite al cuarto toro se apareció otro quite salvador, no se sabe bien de quien. Sería de un ángel o de un demonio arrepentido de tanto valor derrochado. Fue quitando con el capote a la espada, por gaoneras, quedándose encima el toro en la primera y, cuando el torero quiso cogerle la distancia, el animal se puso andarín y gazapón hasta cogerlo en otro embroque, quedando encunado entre las astas en el suelo. De infarto. Apto para las sangres de lagarto, y excesivo para el sencillo latir de los humanos. La fortuna le impidió torear al quinto, de buen son, con el que lanceó suave y despacio, pero ni con las manos a media altura le salvó de la muerte indigna del destierro a chiqueros.


El sobrero de El Torero, escarbador, de nervio y cierta aspereza, se reveló como toro para andarle por el pitón izquierdo, el malo, y para andar listo y firme por el derecho, el mejor del toro. Tras un inicio rodilla en tierra, hubo tres tandas en las que el torero aplicó ciencia, toreo del caro, sabiduría y profundidad: cite a la altura del toro, embarque sin aspereza, prolongación del muletazo y una espera brutal entre pase y pase, cuando el toro dudaba si seguir la estela de la tela o el cuerpo del torero. Por abajo, con segundos y tercero pases muy largos y hondos. Pero cuando se echó la mano a la zurza sólo cabía esperar que tanta entrega no fuera prólogo de otra herida. Lo fue en el inicio de un pase de pecho: desnudo el torero de cobertura, parado y probando el toro, se lo echó al aire y lo prendió varias veces cornénadolo en el muslo derecho de forma evidente. Sin un gesto o una mirada al cuerpo (no tenía cuerpo) y sangrando (si tenía cuerpo) Tomás tiró de suavidad a pies juntos para torear despacio a un toro que jamás había embestido despacio y luego unas manoletinas ajustadas y limpias antes de entrar a matar o a morir. Y de nuevo el toro le prende por el pecho y no lo hiere de puro milagro.


Cayó bajo y en media profundidad el estoque pero tanto valor, tanta ostentación sin alarde de valor, sólo podía ser premiada con las dos orejas. Y el diablo que se fue con el rabo entre las piernas y el tridente con rastro de sangre, mientras el torero se iba caminando despacio a la puerta del quirófano. Como comprenderán, la tarde gótica no abrió las puertas ni a Fundi ni a Bautista. El de Fuenlabrada estuvo firme, muy bien con el capote, presto en quites, de actitud encomiable, con un toro manso de solemnidad, el primero, y con otro que se dejó mucho en los primeros compases para violentarse luego. Juan Bautista tuvo un buen arrebato en una llamada de la sangre al replicar por verónicas a un buen quite por chicuelinas de Fundi en el tercero.


Fue un toro que regaló las mejores embestidas, con el torero arrebatado y algo amontonado, sin fuste. Y el sexto fue tan deslucido como los trazos de unos muletazos que se vivieron a la espera del toque final del festejo del 15J. Día del toreo gótico, entre sombras, melancólico, de José Tomás. A quien debió tentar el diablo, sin saber el diablo que JT también sabe torear como debe de torear Lucifer. Si es que todo esto es cierto. Si es que existe el infierno. O el cielo. El cielo si, el del 5J. Que yo lo viví.

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