Sebastian Castella Desperto un Volcan de Pasion en el Aniversario de la Mexico.

CET OBSCUR OBJET DU DESIR

Por el Guerra

5/Feb/ 2010

Mexico DF. Que noche se vivió en la Plaza México en su tradicional corrida de aniversario, un aniversario que seguramente pasara a la historia porque vivimos la cara y cruz de una gran figura del toreo, de un ave de las tempestades llamado Sebastián Castellá que sin cortar una sola oreja conquisto la plaza México.

Asistimos al cumpleaños número 64 de nuestra plaza con alegría después de una difícil semana que vivimos todos los mexicanos por problemas que afectan a nuestro país como la violencia, la crisis económica y las lluvias que terminaron por afectar a toda la república mexicana. Nos levantamos pensando si el frio y la lluvia nos iban a dejar presenciar una gran espectáculo y para nuestra suerte así fue, el día fue un día soleado que parecía un preámbulo de la primavera y la noche fue una noche  templada, sin una brisa de viento. La gente se acercaba a la plaza con alegría, en el aire había una especie de aura que irradiaba que algo grande estaba por venir.

Ante un lleno en las localidades numeradas partieron plaza los dos alternantes dispuestos a triunfar, en sus rostros serios se veía reflejada la batalla que estarían por protagonizar. Rafael Ortega abrió la tarde ante un toro de los Encinos que fue bravo al caballo, pero sin trasmisión. Ortega estuvo dispuesto e intento sacarle algunos pases pero aunado a la falta de trasmisión del toro habría que agregarle la falta de trasmicion del torero. En su segundo Rafael Ortega estuvo otra vez desubicado, sin decir nada al tendido, como falto de espíritu,  de ganas o quizás impotente de poder romper con la faena soñada, cierto era que el toro acusaba la misma falta de trasmisión que su primero, pero Ortega simplemente nos aburrió a todos. Con su tercero un toro de nombre Ximeno todo fue diferente, el de los Encinos fue un toro bravo que fue de menos a más. Ximeno obligo al apagado Ortega a emplearse más conforme se desarrollaba la faena, al punto de que el astado supero al matador. El  bravo astado de los Encinos  en una tanda de derechazos, al ver que su lidiador estaba desconcertado y sin una idea clara de como lidiarlo, lo empitono de fea manera, fueron momentos de tensión en la plaza pero cuando parecía que la noche terminaba para él maltrecho matador, regreso al ruedo para darle muerte al ingrato toro que había exhibido al tlaxcalteca. Lo mato de una buena estocada pero el público contrario a otras ocasiones donde le había aplaudido a Ortega actos heroicos de la misma talla, ahora le pito y aplaudió al toro, mientras  algunos otros veíamos como se retiraba el matador con un rostro de dolor hacia la enfermeria.

La dos caras de la moneda las vivió el francés Sebastián Castellá, en una noche que seguramente nunca olvidara. Fue una noche donde nos demostró que las grandes figuras son figuras no solo lo son porque torean bonito o bien, si no porque mueven a las multitudes y tienen la onza para cambiar los pitos por los aplausos, las mentadas de madre como las que ayer recibió Castellá, por los gritos de toda una plaza de toros de pie gritándole: Torero!!! Eso solo lo pueden hacer aquellos toreros iluminados, que se imponen a todo a base de arte, valor y raza.

En su primero nos dio una muestra de su sitio, en su segundo que fue devuelto por falta de trapío y sustituido por uno de la misma ganadería, nos dio una clase de su valor y de su sentido del temple. La cruz vendría cuando el tercero de su lote dio una vuelta de campana y se lastimo las manos, tuvo que ser sustituido por otro “toro” impresentable de la ganadería de los Ébanos. El público pedía que se devolviera a los corrales, pero el juez hacia caso omiso a las protestas que iban creciendo como las lluvias del día anterior. Castellá desconcertado se metió al callejón y se negó a matar al astado, el enojo del publico crecía al grado que había gente que se quería bajar a encarar al diestro francés. El juez viendo como la situación se le escapaba de la manos, decidió regresar al toro a los corrales en contra del reglamento. Salió un tercer toro de los Encinos que también fue protestado pero el toro metió la cabeza y Castellá lo recibió con unas bellas verónicas, que poco a poco fueron calmando la tempestad. Con la muleta vino la obra cumbre del francés, una obra de arte del buen torear, el toro de los Encinos tenia calidad y Castellá lo bordo. Para la historia quedara un natural que de tan lento, sentimos que se detenía el tiempo. El público eufórico aplaudía quizás arrepentido por haber juzgado mal al polémico matador. Pero no podía tener un final feliz la película del francés, como en aquella película del gran cineasta español Luis Buñuel, pero filmada en Francia “Cet obscur objet du desir” (ese obscuro objeto del deseo) donde los protagonistas viven una historia que pasa del deseo a la frustración y del amor al odio más cruento. Pero Castellá pincho y el rabo que añoraba la afición y el final feliz no llegarían, no por lo menos esta noche. Buñuel remataba el guion de su última película de la siguiente manera “Yo había deseado introducir en la película un clima de inseguridad, clima que todos conocíamos y en el que vivíamos en el mundo.” Y con ese clima regresábamos todos a nuestras vidas mundanas al final de la función, mientras el matador se retiraba de la plaza caminando, acompañado de  los aficionados, pero pensativo y quizás sintiéndose solo.

64 Aniversario de la Plaza México

Buena Entrada.

8 Toros de los Encinos que dieron un juego regular destacando el lidiado en quinto por su bravura y el que cerró plaza por su nobleza. Salió un toro de reserva de los ébanos que fue devuelto por su falta de trapío.

Rafael Ortega: Silencio, división de opiniones y pitos.

Sebastián Castellá: Ovación, silencio, ovación.


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