‘No puede ser y además es imposible’ de Ruben Amón (Edit. Styria)

Más de dos centenares de anécdotas, que ya son, alumbran, como pretendía Rafael de Paula con la feria de Burgos, el nuevo libro de Rubén Amón (nacido en un taurinísimo 21 de mayo, de 1969 en este caso). ‘No puede ser y además es imposible’ (editorial Styria) lleva por nombre, y ‘Anecdotario taurino de Cúchares a José Tomás’, por subtítulo. No se entiende un libro de toros en la actualidad que no gire, en mayor o menor medida, en torno al Monstruo de Galapagar. A él y a Morante, esa ‘collera de leyenda’ que remarca el autor, se les dedica un capítulo, con el simpar Paula de fondo, uno de los maestros vivos más mencionados en el libro.

De ese palo era y es Pepe Luis Vázquez hijo, y su anécdota ‘¿Y si al empresario le da por contratarme?’ bien vale una reposada lectura y relectura, al objeto de recrearse en la carcajada.

La emergencia de carácter fisiológico de Pepe Luis en una taberna sevillana, en plena feria, tenía un impedimento crucial para el matador: entre la barra y el baño se interponía, en pleno almuerzo, Don Manuel Martínez Flamarique, alias Chopera, empresario de empresarios. “Imaginaos que paso por ahí y me dice: ‘Pepe Luis, dos tardes en Logroño y dos en Bilbao’. Me muero en el acto”.

Los estereotipos, pero también los secretos cantados del toreo, se entremezclan en la anécdota. Los temores del torero artista por excelencia, que ve las plazas del Norte como cosa de bárbaros. El empresario serio por excelencia, con el bagaje del toro-toro en sus plazas, para desesperación del hijo de Pepe Luis… Y el del propio autor junto a su amigo Julián Campo, ejemplos de aficionados viajeros, una estirpe crucial para que el negocio funcione, o sea, para que se llene la plaza. Todo aficionado a los toros ha acabado en el ‘hotel’ – toda ciudad tiene su ‘hotel’ de los toreros- charlando no se sabe bien por qué con un ganadero, matador o estrafalario apoderado. Y en ese boca a boca se han transmitido las anécdotas que Amón ha espigado hasta sobrepasar los dos centenares.

Al final, Pepe Luis tuvo que cruzar a una pizzeria.

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