La cuarta novillada del certamen ‘Ocho Naciones’ de Las Ventas deparó muy poco espectáculo, prácticamente nada reseñable. Falló el ganado de Araúz de Robles, flojo en extremo, y fallaron también los toreros, dos de ellos, Varela y Arévalo, muy verdes y ayunos de técnica. La nota positiva de la función la puso el mexicano Angelino de Arriaga, más placeado, al que se le adivinan buenas formas y claridad de ideas, sin embargo, su actuación de este domingo en Madrid tampoco pasará a la historia.
Un Angelino de Arriaga al que le correspondió en primer lugar el único astado con posibilidades del envío, y al que ‘cuajó’ de forma estimable sobre ambas manos. A la faena le faltó mayor consistencia, pero al menos hubo ‘muletazos de buen trazo’, en definitiva, algo interesante que contar. También se pasó de faena el mexicano, que llegó a escuchar un aviso antes de montar la espada, atascándose en los dos primeros viajes con el estoque, dando tiempo que sonara el segundo aviso. Fue ovacionado en el tercio.
En el quinto ya no pudo ser. El animal no tuvo apenas fuerzas y Angelino, a pesar de la disposición y empeño que puso, no acertó tampoco a mantenerlo en pie. Mató a la primera y fue de nuevo ovacionado, esta vez de forma un tanto cariñosa, posiblemente por la gran cantidad de paisanos mexicano que había hoy en los tendidos.
De Juan José Varela, madrileño nuevo en esta plaza, muy poco que contar. Lo único las estimables verónicas en el recibo a su primero, pero hasta ahí. Varela acusó el poco oficio que atesora y apenas llegó a interesar en dos labores deslavazadas y sin acople. A su favor hay que decir también que ninguno de los dos novillos de su lote fueron de triunfo, ni mucho menos.
Otro debutante en la tarde, el valenciano José Arévalo, que tampoco dijo gran cosa. A su primero lo recibió con una larga de rodillas, banderilleándolo después sin más, poco resolutivo. La escasez de fuerzas del novillo provocó que se quedara muy corto en la muleta y que se defendiera, a pesar de ello lo intentó Arévalo en una faena sin ningún eco en los tendidos. Muchos pases, colocándose una y otra vez en novillero, y escaso poso.
Con el sexto, el más deslucido del festejo, se fue a portagayola, lo único reseñable de esta labor, pues ni con las banderillas ni en la muleta hizo gran cosa Arévalo, limitado también por la poca colaboración de su oponente.