
Por José Antonio del Moral
El cabreo por lo de San Sebastián es general, pero no se expresa con la contundencia ni la unanimidad debida. Lo peor no es que la Fiesta esté, como todo en España, en una creciente crisis. Lo intolerable es el grado de resignación que estamos alcanzando. Hay que terminar con este pasotismo, hay que abandonar la tolerancia en que estamos inmersos y terminar con los que están acabando con España y con sus tradiciones. Las instituciones seudodemocráticas que padecemos son las mayores culpables. También del fin de los toros en Cataluña y ahora en San Sebastián. Esperemos que no ocurra lo mismo en Bilbao. Ayer, por fin, hubo una gran entrada para ver a Morante, a El Juli y a Talavante. Pero falló en gran parte el ganado de Núñez del Cuvillo por su falta de fuerza y de casta. Solamente El Juli dio la talla con el mejor quinto.
Bilbao. Plaza de Vista Alegre. Martes 21 de agosto de 2012. Tercera de feria. Tarde nublada y fresca con algo de viento y más tres cuartos de entrada. Seis toros de Joaquín Núñez del Cuvillo, bien aunque desigualmente presentados y nobles aunque carentes de fuerza y de casta en distintos grados. Morante de la Puebla (canela y oro): Media atravesada, dos, otra media y descabellos, división de opiniones. Media baja y trasera, silencio. El Juli (grana y oro): Estocada muy trasera y descabello, petición de oreja y ovación. Estocada trasera algo caída, oreja y petición de otra. Alejandro Talavante (grana y oro): Un pinchazo y otro hondo, silencio. Estocada trasera, aviso y ovación.
La media verónica de Morante al colocar al primer inválido ante el caballo reconfortó a unos cuantos. Bueno, y qué? También las chicuelinas que siguieron. El toro pasó sin picar y pareció irse arriba. Vana ilusión. Morante solo pudo darle ocho o diez pases limpios y completos en medio de cincuenta. Los parroquianos le jalearon todos. Pero la sicosis del morantismo no se desató con los últimos más ligados a los de pecho y con los ayudados por bajo con que cerró el trasteo. La media tendida atravesada, dos descabellos, otra media más correcta y un tercer descabello terminaron con la euforia inicial.
Más destemplado e impreciso aún anduvo en la lidia del cuarto al que pegaron fuerte en varas pese a su falta de energía. Luego quiso ayudarle llevándolo a media altura y solo lo consiguió a medias en busca de la estética que le caracteriza. Esta vez no engañó a tantos como antes.
El Juli anduvo demasiado sobrado con el muy noble segundo toro, bravo en el caballo, noble y limitado de fuerza. No tuvo enemigo para poder sino para templar y El Juli lo trató como si fuera fuerte. Sin embargo, la esforzada gestualidad del madrileño le sirvió de poco porque el toro, en vez de mejorar, empeoró y le enganchó demasiado el engaño. La estocada trasera con que lo liquidó necesitó del descabello. El palco no concedió la oreja que le pidieron.
Corrigió el plan con el mejor quinto al que trató más acorde con su falta de fuerza, como todos, y animó el cotarro en quites, sobre todo el de sus ¨lopecinas.¨ Y como el toro llegó más entero a banderillas y, luego, a la muleta, pudo torear a su mayor placer por redondos y naturales para terminar con el arrimón que últimamente ha incorporado a su repertorio. La eficaz estocada trasera y algo caída, le valió una oreja con fuerte petición de otra.
El tercer toro salió suelto y echando las manos por delante. Flojo, pues. Y, además, manso en varas. Mal los banderilleros de Talavante que no se templó en el inicio por alto de la faena ni apenas después en sus baldíos intentos de llevarlo sobre ambas manos.
Más bravo y mejor picado el sexto, y obediente también – hasta hizo el avión – Talavante se encontró consigo mismo en su mejor versión sobre la mano derecha. Pero no tanto con la zurda aunque dio un natural de los suyos. Rajado el toro, lo demás no fue igual. Mató de estocada trasera, se amorcilló el toro, tardó en doblar y la gente se enfrió.