Javier Castaño: «Falta educación taurina, las nuevas generaciones se han quedado sin enganche»

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Por Celedonio Pérez.

La tauromaquia cada vez es más cajón sin rendijas, una botella de acero tapada con candado.

Entrar sin que te den permiso, solo se puede hacer rompiendo cacharros, con radial al brazo y sea lo que dios quiera.

El último en irrumpir en la lista de esos elegidos que pasan de los periódicos a los libros es Javier Castaño. Y para agarrarse al escalafón de alcurnia, lo ha sacudido, después lo ha achatado por los lados y lo ha reventado.

Por el medio se ha metido como una cuña e inmediatamente se ha ido arriba, con dos pelotas, sin miedo, con valor y con arte (ay qué difícil es definir esta cualidad que no pesa, que no se aprende, tan escasa).

Novillero de campanillas, dio un paso en falso, vino una maldita lesión y tropezó cuando más lo necesitaba, cuando tomó la alternativa y empezó a codearse con los grandes. Nunca se lo perdonaron. Y cayó y cayó la piedra al pozo y nadie daba un duro por ella.

Pero solo la luz puede con la noche. Solo lo extraordinario es capaz de dejar en la cuneta lo vulgar. Y así ocurrió, aunque, ojo, que nadie crea que ha sido fácil, que no ha habido bandeja de plata, sí una vara de espinos con la que ha habido que sacudir fantasmas y arrear descreídos.

Nimes abrió la puerta del cielo y Javier Castaño estaba allí. El leonés-charro-zamorano se puso el mono de trabajo y en el bolso más grande escondió la varita del genio. Gladiador con cintura de espadachín. ¿Quién dijo miedo? La temporada pasada se zampó todas las ganaderías duras con las que le agasajaron y dejó con cara de bobos a los agoreros.

Tiene su tarja llena de muescas, de triunfos. También de cogidas, que la sangre es medalla cuando se licúa en sudor seco de valor. Y cuando la garganta se reseca, se bebe agua. Para matar fantasmas.

-La campaña pasada rompió la banca. Corridas duras, un montón, y triunfos sin espinas, macizos, ¿cómo se consigue eso?

-Con dedicación, con mucho esfuerzo, con toros que embistan, con la necesaria pizca de suerte, muchas cosas para llegar al mismo objetivo…

-Este año, parece que el panorama se presenta más plano, sin obstáculos muy visibles, sin embargo parece que tendrá que lidiar otra vez con hierros de los que huyen las figuras.

-No me importa porque sé que los aficionados valoran las dificultades y deben de hacerlo. Los triunfos tienen más relevancia. La campaña pasada la cerré con 38 corridas y, sin duda, las que más repercusiones tuvieron fueron las de las ganaderías llamadas duras. Esta tiene que ser la de la consolidación y sé que no va a ser fácil, pero los retos siempre me han gustado.

Castellón: tres orejas; Valencia: no sirvió el ganado, Arles: ¡qué lastima la espada! Sevilla firmeza y torería. La temporada ha empezado…

-Las sensaciones son muy buenas. Lástima que la suerte no acompañara con la espada en Francia porque podría haber sido una tarde de tres orejas. También Robleño estuvo muy bien. En Castellón me encontré muy a gusto, en Valencia y Sevilla no se pudo hacer más. Vamos a seguir por el mismo camino en lo que venga después…

Y siempre los miuras sobrevolando sobre sus carteles…

-Sí, sí, pasó el año pasado y va a ocurrir este año. Es apasionante en el sentido de que te llevan al límite. Toda la tarde estás en tensión, hay que hacer las cosas muy bien, no fallar; nadie puede cometer errores.

-¿Vamos a ver de nuevo anunciado a Javier Castaño en una encerrona como la de Nimes?

-Nimes me dio mucho y estoy muy agradecido. Este año ya me han planteado cuatro o cinco veces encerrarme con seis toros; vamos de momento a dejarlo pasar. Los gestos, si lo son es porque son poco habituales. Pero, desde luego no lo desecho. Ya llegará, si llega, en su momento.

-¿Qué le pasó para que antaño sufriera un bache tan grande que casi le echa de las ferias?

-Hubo un cúmulo de circunstancias. De novillero tuve una etapa muy buena. Sufrí una lesión que me paró en seco y no acabé el rodaje. Tomé la alternativa y toreé en las plazas más importantes con las figuras. La situación me rebasó y vino el bache.

-¿Y después otra vez los triunfos, las salidas a hombros?

-Sí, sí, he madurado. Ahora sé lo que quiero, lo que me interesa. Los triunfos siempre llegan porque estás convencido de ello. Es un proceso de autoafirmación. Pero también sé que no te puedes dormir. Este mundo está muy complicado. Hay que estar bien todas las tardes y si en alguna no salen bien las cosas, que nunca sea por culpa tuya.

¿Cómo definiría el momento por el que está pasando la fiesta nacional?

-Complicado. Me gustaría pensar que es por la crisis, pero no estoy seguro. Falta afición. Falta educación taurina. Hace poco asistí a un foro en Andalucía y la sala estaba vacía. Los organizadores me dijeron que habían intentado implicar a niños de un colegio para que dieran a conocer el encuentro, pero que los propios padres se habían opuesto. Hay una parte de la sociedad que está en contra. Los «antis» son cada vez más activos. Sin embargo, los taurinos, no. Quizás estamos perdiendo terreno y tenemos que buscar alguna salida. La situación es difícil, pero todos los que nos movemos en este mundillo tenemos la obligación de implicarnos, de avanzar.

Vía http://www.laopiniondezamora.com

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