Nuevo Progreso de Guadalajara 2ª de Temporada: Y brilló… ¡la intrascendencia!

Foto: Gus Pelayo
Foto: Gus Pelayo

“Y a mí me dijo un palero, que hay que ser muy buen torero,

pá’ llegar a destacar…  Sobar y sobar…  Sobar y sobar…”

Por Francisco Baruqui.

Pues sí amigo aficionado, refiriendo la canción, ajustándose las letras marcan aburrido colofón de una tarde taurina en la que la intrascendencia resultó el tenor, toda vez que con una corridilla terciada, carente de la importancia que deriva del trapío y, fundamental, de la bravura, se dio un festejo modesto, muy modesto, modestísimo que justifica el por qué no se retrata la gente en taquilla para meterse a la plaza, dada la calidad del espectáculo que se oferta.

Y lástima por el cielo azul, el clima agradable y ni brizna de viento, con una entrada de unas dos mil pasadas almas que pagaron pecados por la mansedumbre y aburrimiento de la intrascendente función.

Reses de Rancho Seco con crianza, tan cubiertos los cuartos traseros como pobres de cornamentas, con cierta ductilidad al acometer caminando, faltas de emotividad y transmisión con descastamiento manifiesto, siendo esto su problema, cuando había que “sobarlos” en demasía para encelarlos, metiendo las cabezas con claridad, humillando poco que los más fueron a medias alturas, pero sin complicaciones mayores.

Acudieron a las puyas doliéndose algunos y saliendo sueltos, aunque el segundo, un cárdeno cornipaso, —las puntas dando vuelta para atrás—, lució poder en los encuentros provocando dos tumbos espectaculares, pero acusando, —fue el más toro con prominente desarrollo testicular que refleja la edad, de los  siete corridos, que hubo “regalito”—, en la muleta las condiciones de sus años, yéndosele vivo a Pepe Murillo tras de los tres avisos de rigor al no poder despenarlo.

Bovinos estrechos de sienes que deslucieron más que destacaron y…

Y por cuanto a los toreros…  Pues la misma canción…

Tenía verdaderos deseos de volver a ver a un torero que me ha hecho cifrar esperanzas desde que le ví como incipiente novillero, con un valor de excepción; con una entrega de cabalidad; con un arrojo y una expresión enmarcados en toreo de temple, de riñones encajados, de zapatillas sembradas y de pasmosa quietud.  Así he visto al colombiano esperanzador Ricardo Rivera pero…

Pero no tuvo su tarde.  No vió sus astados desenvolviéndose en una actuación desvaída…  Deslavazada…  Sin conexión con los tendidos en contraste a cómo transmitía anteriormente con el público llegándole con impacto.  Le he visto como que no era él.  Destacó aisladamente en el toreo por abajo con la diestra y la zurda, pero sin coger el ritmo y ligar, reponiendo y cruzándose poco.  Vamos, le sentía ausente, sin cohesión, sin trazo ni plan, a lo que si se suma lo mal que estuvo con los aceros saliéndose del embroque desconfiado cobrando metisacas y estocadas defectuosas, se llevó sendos avisos.

El buen corte de Pepe Murillo que lució lanceando a la verónica y quitando por gaoneras de aplausos, dio muestra con la zarga en trasteos con pases sueltos de excelente factura, pero sin el engarzamiento de series, rematando con pases de costadillo despidiendo mucho a las reses, y estando perdido con las espadas cuando se va desde que se perfila, no encela, estrella la muleta en la cara quedándose sin pasarse lo que le obliga a pinchar sobradamente o, cuando encuentra blandos, estoquear con el defecto de la tendencia.  Mal también con la corta de descabellar.

Su primero se le fue vivo…  Al cuarto, un torillo mulato lucero, bragao, jirón, meano y calcetero, le propinó tres cuartos de acero defectuoso que surtió, luego de una faena entre altibajos en la que si hubiese dado un paso cruzándose luego de cada pase habría conseguido lucir más y no tener que sobar tanto como…  Como sobó a un séptimo de obsequio, becerrote impresentable con la leche del destete en el hocico, exhibiendo la ignorancia e ineptitud de juez y asesor aceptando una sabandija festivalera para placita de trancas, cuando perfectamente reglamentado está que los “regalitos” deben llenar los requisitos de presentación mismos de los sorteados. Si en éste cartel sin polendas han tragado lo que tragaron aceptando esto, la preocupación asalta, ¿qué y cómo vendrán los que traerán para las figuras..?

A Oliver Godoy le he visto más desenvuelto, dueño de técnica y arrestos, los que le exigieron sus dos que en suerte tocaron, dejándose fincar sus mejores expresiones con toreo por abajo con la derecha y algo al natural con la izquierda que se le corearon.  Faltó ritmo en sus trasteos equivocándose con su primero, seguramente animado a seguir despreocupándose de la medida, con el que había alcanzado a entusiasmar, al pasarlo de faena y pinchar, dejar en saludos lo que pudo haber sido un apéndice.

Con el sexto intrascendente que cerró plaza, el tapatío escuchó palmas con verónicas, pero tampoco trascendió…  Debe afinarse con los estoques para marcar más y mejor los tiempos en la bien llamada suerte suprema, imprimiendo más rectitud en el viaje y pasarse para salir por el rabo si ha cobrado el espadazo.

Con ganado así…  A sobar, sobar y sobar, con la mosca en la oreja de, insisto y repito, qué es lo que traerán para las que faltan ya con toreros con más renombre y dos figuras de cartel…

Via: http://opinion.informador.com.mx/Columnas/2013/10/28/y-brillo-¡la-intrascendencia/

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