«Ya se han muerto los toros de Valdemorillo»

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Por José Ramón Márquez.

«Ya se han muerto los toros de Valdemorillo» tituló una vez don Antonio Díaz Cañabate, y tras ese titular explicaba que él siempre había querido acudir al pueblo serrano, pero que por unas u otras causas nunca conseguía ir. Ahora, sin embargo, el que no va es porque no quiere.

Empezamos la temporada con la corrida de Ana Romero, toros cinqueños que se quedaron de Zaragoza, según nos dice un señor. Corrida dispareja y gorda; demasiado volumen para Santa Coloma, creo yo. De ellos, el primero, llamado Clarito, como César Jalón, exhibe unos pitones vergonzosos, y el segundo, Cortado, presenta dos escobas. En general medio cumplen en varas y dan su espectáculo. Ya firmábamos por que sólo la mitad de las corridas que tenemos este año por delante fuesen como ésta.

Frente a los anarromeros, Castaño, Paulita y Escribano, este último sustituyendo a Alberto Aguilar, que no sé qué le pasa.

Al primero lo picó bien Fernando Sánchez, pero el pobre no se lleva ni media palma porque todo el mundo está con Tito y nadie se fija en él. Movió el caballo, hizo venir al toro, que no sé si tenía muchas ganas de acudir y dosificó el castigo. Luego la cuadrilla de Castaño hizo el resto con la suficiencia que nos tienen acostumbrados y que tantísimo molesta a otros toreros de plata.

El matador se empeñó al principio en no bajar la mano al toro y eso hizo que la cosa no cobrase vuelo. Clarito pedía que se le pisase el terreno y que se le llevase sometido. Cuando Castaño lo hizo salieron los muletazos más intensos de la tarde, con el toro muy toreado y el torero encajado. Fueron pocos, pero de mucha verdad.

El segundo de Castaño, Almondeño, fue el toro más bonito de la corrida. Lo picó Tito de aquella manera y se llevó su correspondiente ovación. Es verdad que da gusto verle montar, pero se le debe exigir más, precisamente por lo buen picador que es.

A este toro le puso Fernando Sánchez un par de banderillas de los que ya no se ven, todo guapeza y torería. Andando llega a la cara del toro, espera a que éste se arranque, dándole toda la ventaja, cuartea levemente, clava en la cara y sale andando como si tal cosa. Enorme.

Con ese toro Castaño adolece de la misma falta de entrega, con esa obsesión de llevar el toro a la media altura sin obligarle.

Paulita dibujó unas pintureras verónicas de saludo a su primero, luego se amontonó y se puso francamente pelmazo sin encontrar el argumento con que explicar al buenazo de Cortado, que no le exigía nada y cuya nobleza no fue suficiente fuente de inspiración para el maño. A su segundo, Flameado, le anduvo rodeando por las afueras sin dar el paso hacia delante, cediendo la posición al estilo moderno. Se metió al público en el bolsillo en dos series finales muy rabiosas y afianzó su triunfo echándose detrás de la espada. El toro cayó en seguida y el público le agradeció a Paulita su entrega. Debe recordar que eso de ayer fue en Valdemorillo y no debería extraer conclusiones erradas de ese triunfo rural.

Escribano fue una sombra. No le había vuelto a ver desde el fulgor de la tarde de Abril en Sevilla, tarde de Miura, y lo de ayer fue un buen jarro de agua a punto de congelación. Su primero, Marejado, le entró con violencia al caballo de Antonio Manuel Quinta y le propinó un gran batacazo, caída de latiguillo, quedándose encelado con el caballo. Luego el picador arregló sus cuentas con el toro pegándole a conciencia, como tantas veces ocurre.

Mal en banderillas, saliendo acosado de los pares y tomando el olivo, trató de justificarse con un par al violín quebrando por los adentros. La faena de muleta fue un dejar pasar el tiempo sin poner en la arena de Valdemorillo un solo argumento ilusionante.

En el sexto volvió a tomar los palos con idéntico resultado que en el primero, y luego, con la muleta en la mano, volvió a sumergirnos en el agua helada de la inanidad taurina.

Digamos que ha salido de una cornada y que estamos a principio de temporada, pero digamos también que esas trazas alcayatiles, ese andar por fuera a los toros, ese no pasárselos cerca, ese no querer ver la distancia que el toro le demandaba y tratar de imponer la suya, no son augurios muy halagüeños. Ojalá medite, porque con esas trazas Madrid se le puede hacer una insalvable cuesta arriba.

Saltó al ruedo en medio de la corrida una especie de espontáneo a torso desnudo, armado con un megáfono rojo.

-Debe ser de la sección masculina de FEMES -dijo el aficionado A.

-No creo -le respondió un observador Habilitado de Clases Pasivas que se sentaba junto a él en el tendido-, porque no se percibe presencia eclesiástica alguna en la Plaza.

En la época en que Cañabate no venía a Valdemorillo, junto al Alcalde se sentaban el tricornio y el bonete; pero en nuestros días el bonete no asoma y el tricornio ha sido sustituido por una gorrita y un teléfono movil.

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