Por Juan Cruz Gastón.
La verdad duele muchas veces, más cuando no la queremos reconocer. El toreo está lleno de verdad, ponerse delante de un toro en una plaza ante el público entraña, siempre, un riesgo, glorioso a veces y trágico otras. Son unos cuantos los que van dejando su vida en los ruedos: Víctor Barrio, un joven que tenía en su mano el camino para llegar lejos en la dura y difícil profesión, voluntariamente tomada, de torero, se dejó la vida en el ruedo con el corazón partido. Este año son muchas las cogidas y las cornadas que van dando los toros a los toreros, lo que por otra parte es su obligación, embestir y coger. Jamás he escuchado a profesional alguno maldecir al toro por ponerse delante y ser cogido. Por hablar de toreros de épocas anteriores, recuerdo a un maestro que nunca llegó a ser figura dentro del mundo del toro, que yo admiraba mucho, don Antonio Bienvenida, echarle la culpa al toro cuando era cogido, y lo fue muchas veces y gravemente. Siempre buscaba la razón de la cogida y nunca le achacaba al toro el hacerlo, ¡qué gesto!
Un jueves, en la pasada feria de Málaga, con una corrida de las que se disputan las figuras se presenciaron algunas de las cosas que pasan a veces. Tres avisos para un torero y una cogida que bien pudo ser mortal, por fortuna no lo fue, pero esa sensación la vivieron miles de espectadores aunque el joven valor, estrella reluciente en el firmamento taurino, Andrés Roca Rey, protagonizó un episodio terrible. La verdad duele, la verdad del torero, ponerse en ese sitio donde el toro tiene que embestir y donde el peligro es mayor que el que se coloca al filo del pitón guardando las distancias en línea y en la trasversalidad, citando con el pico, que se está poniendo de moda.
La verdad duele cuando no se quiere ver lo que otros ven y lo negamos. La verdad del toreo es el riesgo real que se vive en el ruedo delante del toro. La culpa no la tiene, nunca, el toro cuando coge y hiere. Los toreros lo tienen asumido en la creencia de que la obligación del toro es quitarse al que le molesta, al que le provoca y le quiere llevar por donde no quiere ir. Los escritores taurinos de décadas atrás, cuando los toros eran el mayor de los espectáculos en España, antes de la llegada del seiscientos, cantaban las glorias de los toreros, cuando escribir de toros era un oficio al que había que sacarle un beneficio, que no estaba en los periódicos, por lo general. En esos años y según cotizaban al escribidor, no a todos por fortuna, la verdad dolía menos porque invariablemente la culpa siempre era del toro, que tenía todos los valores negativos de la casta brava. Al toro no le podían doler las críticas adversas, al paganini sí. Si ustedes escuchan la radio y la televisión en programas taurinos, observarán que, salvo excepciones, son los toros los culpables del no triunfo del torero.
La verdad duele, pero nunca a toreros como Roca Rey, López Simón… Duelen las cornadas que son medallas al valor para los toreros, para todos.
Fuente: La Rioja