Por Pablo García Mancha.
Diego Urdiales vio claramente que se avecinaba el desastre y abandonó su tendido en el Arnedo Arena para salir disparado hacia el callejón y ayudar a los tres chavales que ayer se enfrentaron a una pesadilla en forma de toros de José Escolar.
Toros cuajados como para una plaza de primera por su imponente seriedad y su insolente mansedumbre, una novillada impropia para Arnedo y a todas luces imposible para tres novilleros muy poco cuajados, imberbes en la profesión y con un bagaje raquítico de corridas como era el caso de Alberto Escudero, que hizo ayer su segundo paseíllo de la temporada, tal y como aparecía reflejado en el programa oficial de la corrida.
Toros para toreros bregados, astados con sentido, alimañeros, mansos y avisados que, además, fueron incomprensiblemente aplaudidos desde varios sectores del ‘Arnedo Arena’ cuando se arrastraban o cuando se iban vivos a los corrales, tal y como sucedió con el segundo, un pavoroso ejemplar que resume a la perfección todas y cada una de las cualidades que se enfrentan radicalmente a algo parecido a la bravura.
Alucinante el comportamiento de varios sectores de una plaza que está sumida en una crisis profunda de identidad encabezada por una Comisión Taurina que ha pagado clarísimamente el pato de su bisoñez. Estoy plenamente convencido de que a Antonio León y a su gente no les meten golazos por la escuadra como el vivido ayer o el de la tarde de la inauguración, dos funciones que no pueden volver a repetirse nunca jamás en la feria de novilladas con más prestigio del mundo, aunque para ser realistas, ahora mismo Algemesí o Villaseca de la Sagra han dejado bastante atrás a nuestro querido ‘Zapato’. Todo el mundo sabe en el toreo que la ganadería de José Escolar es una de las más duras del campo bravo, que sus tardes en Madrid suelen ser de aúpa y que su cartel donde realmente tiene asiento es en los cosos más toristas de Francia. Con esta ganadería, pocas bromas.
Por eso sorprende la selección de los novilleros viendo las hechuras desaforadas de un lote de astados que podrían haberse lidiado en cualquier plaza de primera categoría como una corrida de toros sin el más mínimo problema. Por una parte está la responsabilidad de la Comisión y por otra la de los mentores de los novilleros, aunque en el caso de Alberto Escudero, el que peor lo pasó de los tres, no tenga ni apoderado, como dramáticamente se reflejaba en el programa de mano.
Siento decirlo así de claro pero Arnedo ha perdido el rumbo; ésta es la peor feria que recuerdo en muchos años, con las presentaciones menos cuidadas y con muchas cosas alrededor que ayudan bien poco a que cada corrida sea una fiesta y no un acontecimiento trágico como pudo ser el festejo de ayer.
Contemplar a Diego Urdiales en el callejón convertido en el único salvavidas, aconsejando a los chavales, ayudándoles y animándoles al final de cada lidia dice muchas cosas de lo que sucedió en el ruedo y fuera de él en una corrida infame.
Fuente: La Rioja