“Si no pudiéramos experimentar pasiones,
nuestra alma no tendría motivo para querer permanecer junto a nuestro cuerpo.”
R. Descartes.
Por Miriam Nosti.
Pasión, sentimiento capaz de dominar la voluntad y perturbar la razón. Encierra dualidades en cuanto a las emociones que genera; ya sea júbilo o dolor, entusiasmo o melancolía, placer o frustración, toda pasión es una puesta en tensión del deseo y una intensificación de las emociones. A diferencia de la acción, no depende de la voluntad ni de la libre elección, simplemente nos domina.
El que nace torero desarrolla su pasión en la dualidad del placer de gozar de la vida enamorado de la muerte; una misma figura capaz de encerrarlas, desafiarlas y respetarlas en conciencia del acto hasta cierto punto inconsciente que es el toreo; fusionar el temor con la valentía desprendiéndose del resto de los sentimientos. Hay los que pueden sentir placer por torear, eso no es suficiente, los placeres son cosa del cuerpo. La vocación es la ruta a la pasión, que a su vez, es la fusión del deseo del cuerpo con la intensión focalizada del alma que lleva a la entrega total y desinteresada; a la realización en plenitud. Es lo que hace que valgan la pena los malos momentos y los buenos se valoren más.
Sentimientos encontrados que se intensifican, pero lo mantienen dispuesto a realizar los esfuerzos necesarios para llevar a cabo su proyecto de vida.
La tauromaquia es –La amante celosa- del torero, imprevisible, demandante, seductora, quien en el límite de lo somático, lo lleva a un estado de fascinación que lo cautiva para “tomar partido por ella y prepararse para desafiar al mundo. Es el alfa y omega de la experiencia que da significado a su vida” (S. Freud. Sobre “La pasión”).
El aficionado se contagia y la experimenta desde su perspectiva. En el tendido, comparte el sentimiento y se entrega en lo emocional, en la distancia física, le apoya, le exige, lo goza o lo sufre, pero siempre le respeta. Este respeto se lo ha ganado en medida proporcional a su entrega, a la pasión que comparte en cada pase, lo que desea transmitir tanda tras tanda en su propio lenguaje para expresar lo que está sintiendo frente al toro; aquello que se dicen los amante sin emitir palabra alguna.
No es algo que se pueda tocar o medir. Para ella, el tiempo y la distancia no son problema ni limitante, trasciende conceptos y términos, simplemente se siente; es por eso que, el poder expresar de forma estructurada lo que representa es complejo. La pasión lleva a un estado de placer hasta cierto punto insaciable, es una forma de pensar, de vivir. La tauromaquia es dualidad, se goza y se sufre, es vida y muerte; para el torero, incondicional apasionado de ella, es un estado del ser, “Se torea como se es” y QDRS.
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