Pasión en el ruedo 


Por Pedro Toledano.

Con la muerte de Sebastián Palomo Linares se han desbordado los ríos del afecto que afición y crítica guardaban en lo más profundo de sus almas. No era para menos. El torero de Linares hizo méritos suficientes para tener guardadas en la memoria de la Tauromaquia varias páginas repletas de reconocimientos y de cariño. Y todo porque además de haber irrumpido en el mundo de Tauro extremadamente joven, lo hizo aportando tanta dosis de pasión, entusiasmo y sentido de la responsabilidad -su responsabilidad iba íntimamente ligada a un orgullo artístico desmesurado-, que logró inyectar en los tendidos de las plazas de toros a un nuevo ejército de aficionados, y eso en el capítulo de los méritos, pesa mucho.

Como jienense y coetáneo de Sebastián, soy testigo y parte de esa generación que incorporó el arte de la lidia entre sus preferencias. Hay que decir que al marketing que utilizaron los hermanos Lozano a raíz del alboroto que formó en la ya celebérrima Oportunidad de Vista Alegre, donde la imagen del chavalillo con el hatillo a cuestas, era reclamo que llamaba poderosamente la atención, se unían las diabluras que hacía delante de los novillotes que comenzó toreando.

El culmen de aquella primera etapa fue la actuación en solitario en su Linares natal. Recordamos aquel día entre las aventuras que un adolescente tiene guardadas como entrañables. Fuimos un puñado de amigos de Jaén en la ‘Pava’ de la Sepulvedana, que hacía el recorrido hasta Madrid parando en Bailén, y hasta Linares en auto stop. El regreso lo hicimos en el camión del carnicero que había comprado las canales de los siete novillos que lidió. Toda una deliciosa aventura que nos insufló más pasión y más compromiso con nuestra incipiente afición.

Después, ya se ha contado con detalle, toda una carrera cargada de méritos, en la que al margen de trofeos y reconocimientos artísticos, aflora una personalidad extraordinariamente sencilla y humana que quizás no llegó a disfrutar en vida todo lo que mereció. Lo recordaremos con el respeto y cariño que supo granjearse. Fue un guerrero, apasionado y vitalista, un ganador. 

Descanse en paz.

Publicado en Las Provincias

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