Saco conclusiones de lo que dijeron los protagonistas de la corrida de ayer en la Plaza Mérida. En coincidencia, para todos era una tarde de expectación. Eso esperaban ellos y muchos aficionados.
Mis respetos para todos. Porque la de ayer, fue una de esas corridas que dejan huella, de las que hacen escuela, de las que queremos ver quienes disfrutamos de la tauromaquia, de la auténtica, la añorada por los antiguos y que para quienes van haciéndose afición pueden dar un paso adelante.
Me preguntaba un policía cuando íbamos de salida: “¿Y quién triunfó, jefe?”. Le dije, así de sencillo: “Oficial, triunfamos todos. Esa impresión tengo”.
La reitero. Numéricamente, en eso de orejas, Castella se llevó el único apéndice, dio la única vuelta.
Pero los tres diestros hicieron de su parte, muy en su título de toreros, de lidiadores, que si fuera un examen, lo aprobaban. Dentro de sus formas y estilos. Cada uno a su manera.
Y condiciones y experiencias. Como Castella, que hizo toro de increíble arrastre lento a un ejemplar al que había que sacarle a base de ponerse y quedarse, como Fermín Spínola que con el primero y el cuarto mostró un oficio torero, y Luis David Adame, que fue todo pundonor y enseñó que el sendero que va recorriendo puede darle el sitio que todos sueñan.
Señores, vamos a lo principal, la materia prima. Debo afirmar que no soy torista, ni siquiera soy partidario del toro de 500. No hacen falta tantos kilos.
Pero lo de ayer me dejó una impresión gratísima, como aficionado y como relator de lo que veo. Me tengo que poner de pie, señores Arenas Torreslanda, porque ayer sus toros de Villa Carmela le devolvieron a la Mérida eso que se llama seriedad, con un honesto, precioso encierro. Seis toros con toda la barba. Aplaudidos tres en la salida, y los seis mostrando un comportamiento que exigió credenciales a sus lidiadores.
Dejamos de ver el toro manso, el bobalicón que hoy en día está saliendo por toriles en las plazas, incluidas las llamadas “grandes”.
Me decía Eduardo Arenas que “cuiden ese prestigio, no dejen que el nuevo modelo de hacer toros llega aquí”. Sus toros mantuvieron ayer en la expectación en todo momento. Al torero pendiente, y al aficionado sin distraerse. Eso, charlaba con Antonio Rivera, es lo que antaño llevaba a los aficionados al tendido. El toro de verdad y el torero que le pueda, que haya tercios bien cubiertos. Como le pudo Castella al segundo, con una faena maciza, de figura. Estando, haciendo más de lo que el toro tenía.
Castella me había dicho que anhelaba triunfar en nuestra plaza y casi lo logra. Pero la faena al segundo, confió, “la recordaré por lo que vale estar ante una corrida así”.
¿Una corrida que no se ve en otras plazas mexicanas?, le dijimos. Y solo sonrió como siendo asintiendo lo que es una realidad: en muy pocas plazas torean lo que se torea aquí. Como Fermín con el precioso primero y el extraordinariamente bien armado cuarto, muy torero, solvente. Pero hubo más. Un gran par de Gustavo Campos, obligado a saludar en el tercio. Muy alto el nivel que tiene Gustavo.
El puyazo que pegó Curro Campos al sexto, aguantando la dura embestida, de largo. Casi lo derriban, pero la ejecución fue para una pintura. Y eso ya casi no se ve porque el toro “moderno” ya no acomete como antes.
Me pareció que el paisano Ermir Alejandro, que va puliéndose en esto de ser subalterno, regaló una brega maestra al quinto toro, con mano baja.
Desde Beto Preciado no había visto una brega muy buena aquí. Aclaro, es mi opinión. En global, una tarde que enseñó que la Fiesta es bella cuando tenemos los ingredientes necesarios y los protagonistas porfían por brindarse.
No necesitas a figuras grandes para una buena tarde. Si se niegan a venir a la Mérida porque aquí sale un toro que no es el que quieran torear, eso ya es otra cosa. Al final, cuando escribía estas líneas, me llegó una pregunta grandiosa como la del oficial de policía: “¿Qué tal salieron los toros, papá?”.
Le contesté a mi hijo muy satisfecho y orgulloso de esta pasión de ir a los toros: “Muy buenos, me mantuvieron expectante”.
La apuesta de Toros Yucatán con esta tarde de toros y toreros mereció la pena. Alberto Basulto y Alberto Hagar se anotaron un punto a favor en una jornada en la que no importó que sea una oreja de Castella (debieron ser dos, honestamente, o sin arrastre lento) ni que nadie más tocara pelo.
Triunfó la Fiesta, con el rey en el centro del ruedo.— Gaspar Silveira.
Publicado en yucatan.com.mx