Bregando: Olé los toreros güenos

Por Jaime Oaxaca.

“A los responsables de la Comunidad de Madrid les entró el pánico cuando se enteraron que siempre he querido morir en un ruedo, como Manolete; para que los animalistas dejen de chingar, han de saber que los toros matan y yo estoy preparado para morir en el ruedo”.

Esas palabras pronunció El Pana un jueves de octubre de 2015 en la conferencia que impartió en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).

El deseo se cumplió, aunque los aficionados hubieran preferido que el percance sucediera en la plaza de Madrid, la verdad es que todos los ruedos sirven para torear… y para morirse.

El Brujo de Apizaco se refería a ese Madrid que le respeta a pesar de que nunca toreó en su albero, ese Madrid que le rindió un minuto de silencio en 2016 y le dedicó la portada de un cartel de mano de 2017 en plena feria de San Isidro.

El próximo sábado se cumplirán dos años de la ausencia física del singular Pana, de Rodolfo Rodríguez González, un torero de personalidad singular, de lengua floja, controvertido fuera y dentro del ruedo, capaz de cambiar un día de despedida por el de su propia resurrección.

Dos días después de la charla en la UPAEP tuvo las agallas de hincar las rodillas en la arena y colocarse frente a la puerta de toriles con el capote a la espalda para recibir a su primer toro, casi sin dejar espacio para que el toro pasara, en esos días andaba en los 66 años de edad y 36 de alternativa.

No fue un acto suicida, fue su comportamiento normal, ese que aprendió desde sus inicios de maletilla hasta la fatal corrida en Ciudad Lerdo cuando Pan Francés lo hizo dar la voltereta mortal, salvo la última etapa de carrera, lidió todo lo que las figuras no querían ver ni en fotografía.

Nunca pasó desapercibido, siempre controversial, dividiendo opiniones, desde genio hasta chalao; lo cierto es que entre más defectos le encuentren lejos de hacerle mella, engrandecen su recuerdo, si con tantos defectos llegó a ser figura…

Fiel a sí mismo, sin traicionarse, la fiesta le cobró caro, El Pana pagó sin regatear, sigue recibiendo regalías de la fiesta de los toros porque está más vigente que nunca.

En el caló de los toreros recordamos aquel inolvidable 2 de junio de 2016.

¡Chacos! Se piró El Pana.

Un gachó chipén, de bandera, que curreleaba de torero. Ni modo, el mal fario llegó a la fiesta brava.

Andobas hace el Tancredo, como si sornara, como si estuviera priva; pero no es así; el gachó ya no se arrimaba a los toros de Osborne ni Domecq.

Las buñis lo van a extrañar. Y cómo no, si para aquellas gachís fue aquel famoso brindis que se vio en todas las teleras, el video sigue rolando en internet.

Un toro malaje lo embistió y lo clavó en el ruedo. La afición está triste, por el mal fario, la pañí brota de los ojos.

No faltarán los pajones con gatos en la barriga que echaban tomate y, ahora, hipócritamente escribirán que les duele que andobas haya palmado, pero en la soledad se alegrarán porque le tienen tirria; en algunos casos porque no le sacaron parné al apizaquense.

Olé Pana, habrás hecho el paseo con esa singular forma, con paso cansino, haciendo una pausa a medio viaje pa´que en el cielo se junten los diestros y los buenos aficionados para recibirte con una ovación de lujo.

Olé los toreros majos, olé los toreros güenos.

Fuente: El Popular

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