¿Están locos los toreros?

Cuatro expertos analizan la estabilidad emocional de quienes se juegan la vida en el ruedo.

Por Antonio Lorca.

¿Son atletas o artistas? ¿Personas normales o seres especiales? ¿Están hechos de otra pasta? ¿Se necesita una gran fuerza mental para ponerse delante de un toro? ¿Gozan los toreros de estabilidad emocional? ¿Cómo se gestiona el miedo? ¿Deben contar con ayuda psicológica?

Estas y otras preguntas surgen a raíz del suceso protagonizado por el torero Antonio Ferrera, quien el pasado día 14 fue rescatado de las aguas del río Guadiana, en circunstancias desconocidas y rodeadas del más absoluto silencio.

Cuatro expertos, una psicoterapeuta, un torero, un preparador físico y un psiquiatra —todos ellos aficionados y cercanos a los que se visten de luces— reflexionan sobre estos personajes extraños que deciden buscar la gloria en el filo de la navaja del fracaso y la muerte; unos, los menos, la encuentran, y algunos se pierden en el laberinto de la presión a la que se ven sometidos.

Los cuatro coinciden en que los toreros son, ante todo, seres humanos con sus circunstancias, y que no están exentos de sufrir situaciones de riesgo mental.

“Cuando una persona tiene una vulnerabilidad especial a padecer algún trastorno mental cuenta con más riesgo a que se exprese por la vía de la ansiedad o la depresión si está sometido a un estrés crónico”, opina Ignacio Basurte, psiquiatra en el hospital Gregorio Marañón de Madrid.

“El torero es un ser profundamente humano, y por ello puede transformarse en héroe, pero tiene emociones, miedos, angustias…”, afirma María Domecq, psicoterapeuta y viuda del ganadero Juan Pedro Domecq. “El cerebro del torero se cansa mucho” — prosigue— “porque la profesión exige una gestión del estrés muy fuerte”. “Los toreros tienen una vida privada y pleno derecho a sufrir y a llorar, aunque para muchos de ellos sea una vergüenza sentirse frágiles”.

“Todos los toreros son especiales por la disciplina a la que se someten, por el duro entrenamiento, por su dedicación extrema y por su sorprendente capacidad de recuperación”, comenta Víctor Zafrilla, preparador físico y autor de un estudio sobre la frecuencia cardíaca de los que se visten de luces. “Un torero no es un atleta, sino un artista que necesita de una preparación física adecuada. Su meta no es alcanzar unas marcas o ganar unas medallas, sino expresar un sentimiento”, añade.

Por su parte, Eduardo Dávila Miura, torero retirado y dedicado a trasladar al mundo empresarial recetas para el éxito, entiende que “quizás, exista la creencia de que el torero pueda ser una persona complicada”. “Pero estoy convencido de que muchos son perfectamente normales. Yo me considero normal, desde luego; todo va unido a las circunstancias de cada cual, pero no creo que el perfil del torero sea complicado en sí mismo”, asegura.

“Son complicados porque son artistas”, afirma el psiquiatra Basurte. “Los toreros se mueven en dos ambientes: la preparación física y mental y el plano artístico, y debe haber un equilibrio entre ambos para que los aficionados puedan disfrutar”.

¿Es imprescindible que los toreros posean una gran fuerza mental? Los cuatro están de acuerdo en que esa condición es necesaria para afrontar las muchas dificultades inherentes a la profesión.

“La fortaleza mental es vital para enfrentarse a situaciones inesperadas”, dice Zafrilla.

“Los que no se preparan mentalmente van medio desnudos a la plaza”, señala María Domecq, quien hace hincapié en que “hay que poseer un deseo muy fuerte para ser torero, y esa pasión es la que les permite trascender de las dificultades que se van a encontrar; deben tener una voluntad muy fuerte, de tal modo que los seres frágiles tienen muchos problemas para ser toreros”.

“Lo que más me ha costado dominar es la mente”, añade Dávila Miura, y Basurte insiste en que “sin una adecuada estabilidad emocional fracasarían estrepitosamente”. “Hay que poseer un buen temple y no todos estamos preparados para enfrentarnos a un toro”, continúa el psiquiatra. “Hay estudios biológicos que demuestran que los toreros poseen una mayor resistencia y altos niveles de hormonas que les permiten afrontar con más templanza situaciones de estrés crónico”.

“Es posible que vivan en otro mundo”, concluye, “porque precisan de una dedicación muy exclusiva y están inmersos en una atmósfera especial”.

De todos modos, no es habitual que los toreros acudan a la consulta de profesionales que les presten herramientas para gestionar sus emociones.

María Domecq cuenta cómo algunos toreros piden ayuda a espaldas de sus apoderados “porque no es fácil reconocer problemas emocionales en el mundo de los toros”. “Este es un sector chapado a la antigua; ya se sabe lo que se comenta en los callejones: para torear solo hace falta tener c… y ser un hombre, y esa actitud no predispone para buscar ayuda”.

La gestión del éxito o el fracaso, los fantasmas que produce el miedo y el juego con la muerte son otros amigos cercanos de los toreros.

“Es fundamental mantener el equilibrio, y el día que fracasas no eres el peor, ni el mejor la tarde que te salen las cosas bien”, opina Dávila Miura; sin embargo, cree “que los que llegan a figura son personas muy fuertes”. “Los toreros no pensamos mucho en la muerte, pero somos conscientes de que nuestra profesión te puede hacer cambiar la vida”.

“El cuerpo y la mente tienen memoria”, argumenta María Domecq. “El cuerpo tiende al rechazo después de una cogida y hay que ser muy heroico para volver a los ruedos sin ayuda; cuando las heridas del cuerpo y la mente no están bien curadas pueden aparecer los fantasmas”.

“Yo creo que, en muchos casos, hay patrones de personalidad en los que el juego con la muerte es un estímulo positivo y de refuerzo”, tercia Ignacio Basurte; “a quienes les gusta exponerse a situaciones de riesgo les produce una sensación gratificante que puede enganchar”.

“La gestión de éxito es muy difícil”, asegura María Domecq, “pero lo que más me he encontrado en la consulta es el dolor y la frustración que produce no poder torear; toreros que lo son en el fondo de su alma y no tienen posibilidad de expresarse. Esa situación puede llegar a ser muy dolorosa y traumática. Hay toreros que no han podido soportar que las circunstancias los apartaran de los ruedos, porque son artistas y no deportistas”.

“De todos modos, yo no diría que los toreros juegan con la muerte”, prosigue la psicoterapeuta, “sino con la vida; se acercan al peligro, pero hay otras profesiones que también lo hacen. Es cierto que ellos lo hacen en un contexto especial —el traje de luces, el ritual—, pero lo más impactante es la decisión de ser torero, porque eso sí es acercarse a grandes dificultades profesionales y personales, al sacrificio, al entrenamiento y a la entrega sin saber si vas a triunfar o no porque el toro es el que decide”,

No son deportistas, pero deben someterse a una intensa preparación física. El estudio realizado por Víctor Zafrilla, licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, concluye que los toreros alcanzan una frecuencia cardíaca entre 180 y 190 pulsaciones, e incluso más, durante la faena de muleta.

Depende de cada persona, —todos pasan del 80 por ciento de su capacidad—, pero lo importante es que las pulsaciones las soporten bien y se recuperen lo máximo posible”, cuenta Zafrilla.

Explica el preparador físico que esa es la razón por la que a los novilleros se les ve tan acelerados, porque no son capaces de dominar el cuerpo a pulsaciones altas, “y así es realmente difícil torear despacio”. “Cuando estás en un nivel de fatiga elevado cuesta mucho pensar y tomar decisiones”. “La tensión es buena para estar alerta, pero puede ser positiva o negativa. Cada torero es un mundo”.

“No somos superhombres”, termina Dávila Miura. “Nos ponemos delante de un toro, pero cuando te quitas el traje de luces eres una persona más, con nuestras penas y alegrías”.

Pero, ¿los toreros están locos o no?

Y es el propio torero retirado quien responde:

“Un puntito de locura, un toquecito, sí. Una persona totalmente cuerda no hace lo que un torero en momentos determinados. Aprendemos a estar hechos de otra pasta, y es la profesión la que te va curtiendo…”.

Publicado en El País

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