Solo para Villemelones: Momentos de reflexión.

Corrida de toros. Fortuny y Marsal Mariano.

Por Manuel Naredo.

Juan Arturo Torres Landa, el popular “Pollo”, es mucho más que un empresario taurino, aunque en esta faceta haya tenido un éxito rotundo en las últimas tres décadas. El Pollo es un emprendedor nato, con una visión amplia, que ha logrado desarrollar muy diversos proyectos. Es decir, es un hombre que ve mucho más allá de la confección de carteles taurinos.

Por eso no puede dejar de tomarse en cuenta su opinión sobre la Fiesta de los Toros en estos difíciles tiempos de confinamiento, donde, se dice, el cuarenta por ciento de la producción de toros de lidia está destinada a la indignidad de un rastro. Es, en fin, una voz autorizada, de las varias que pueden levantarse en los momentos actuales, de tanta incertidumbre sobre el futuro.

Son momentos de reflexión, y el empresario queretano ha aprovechado para externar una idea que mantiene desde mucho antes de que esta enorme crisis sanitaria y económica nos abrumara: la de modificar ciertas costumbres inflexibles en el mundo del toro, buscando una mayor atracción para el grueso de la gente, que bien sabemos, ha ido ausentándose de las plazas.

Él insiste, por ejemplo, en que debería erradicarse esa regla eterna de que debe siempre abrir plaza el torero con más tiempo de alternativa del cartel, lo que obliga a los empresarios taurinos a contratar a matadores de viejo cuño, que poco interesan a la afición, para iniciar los festejos, cuando podrían hacerlo toreros jóvenes, necesitados de oportunidades y con un futuro profesional más amplio. Es decir que, siempre para el Pollo, las corridas de toros podrían semejarse a los conciertos de las grandes luminarias, con algún telonero para abrir brecha en el espectáculo.

Para el dueño de la bella plaza de Provincia Juriquilla es de vital importancia para la subsistencia del espectáculo taurino, que el empresario pueda confeccionar carteles sin restricciones como la señalada, o como la que obliga a un número determinado de toreros nacionales, porque su visión necesariamente es la de su posible público; porque nadie como el propio empresario para tratar de llenar el interés de un espectador que va a pagar un boleto de entrada para ver el espectáculo.

El toreo, no cabe duda, es un mundo de ritos y costumbres, que van desde la indumentaria hasta las más mínimas formas, y que no necesariamente coincide con visiones de negocio, a riesgo de perder su identidad y su misterio. Pero también es cierto que la Fiesta está en crisis, una crisis demoledora a partir de la pandemia, y que son tiempos de reflexionar sobre lo que se ha hecho mal, y también, sobre lo que se ha hecho bien. Son tiempos, sobre todo, de escuchar las voces que tienen algo que decir.

Publicado en El Diario de Querétaro

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