Opinión: En corto y por derecho.

Por Nicolás Barroso.

El otro día, oyendo las noticias pegué un respingo en la silla, porque había escuchado algo insólito. El presidente andaluz Juanma Moreno, había pedido en la conferencia de presidentes autonómicos, apoyo para la tauromaquia. Ya echábamos de menos, hace mucho tiempo, un gesto así. Hay que agradecerle al presidente Moreno, la valentía de enfrentarse a lo políticamente correcto, tarea no habitual en un político al uso, por la posible pérdida de votos. Sé que los tiempos que corren, no son fáciles, para los taurinos. Tampoco los anteriores lo fueron. En los noventa del siglo pasado, la publicidad en concursos de mises, corridas de toros y combates de boxeo, se consideraba ruinosa por los expertos.

No hay nadie que ame más al toro de lidia que los aficionados a la tauromaquia. Los animalistas pretenden salvarlos, pero nunca dicen lo que quieren hacer con ellos después. ¿Y con esa joya de la naturaleza que es la dehesa? Es lo que tiene, no alfabetizar correctamente a la peña. A servidor le gustan los toros y no pienso pedir perdón a nadie por ello. También estoy en contra del racismo y no voy a hincar la rodilla en tierra, porque sólo lo hago en presencia del Santísimo. Con mi padre, aprendí a amar al toro de lidia y a comprender los ritos taurinos que luego vería reflejados en los frescos de Creta, en los grabados de Goya y los cuadros de Picasso. Tengo algunos amigos ilustres que, antes que yo, compartieron mi afición. Federico García Lorca, lo tenía tan claro que dijo: “Los toros son la fiesta más culta que hay en el mundo”. Están también Lope de Vega, Valle-Inclán, Tirso de Molina, Quevedo, Bizet, Jacinto Benavente, los Hermanos Álvarez-Quintero, Salvador Távora, Blasco Ibáñez, Rafael Alberti, Camilo José Cela, Ernest Hemingway, Gerardo Diego, Chaves Nogales y Miguel Hernández que fue colaborador habitual de la obra “Los Toros” de Cossío. En una sociedad anestesiada como la actual, no es de fácil digestión un espectáculo con riesgo de miedo, sangre y muerte que no son más que ingredientes de la vida, como estamos comprobando en esta pandemia. Pero eso solo es una pequeña parte. La más importante no se ve, se siente.

Como lo sentía José Bergamín: “Cante y canto es el toreo: Es cante en Rafael de Paula y canto en Curro Romero“. Los aficionados de Algeciras y de toda la Comarca, estamos dispuestos, ahora más que nunca, a defender una de nuestras señas de identidad más reconocible, aunque los que reparten el carné de progre, nos borren de la lista.

Publicado en Europress

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