Opinión: Guerra y falta de todo.

Por Javier Lorenzo.

Con el virus en danza, con las restricciones de aforos, la limitación del metro y medio, al toreo no se le ocurre otra cosa que declarar una guerra interna. Esta es la genialidad para la que nos da. Una cruzada de los empresarios en paro voluntario, contra los que no lo quieren estar. Enemigos íntimos. Y así estamos. Muchos dan por perdida esta temporada, pero nadie, ni ahora, ni en el tiempo que llevamos de pandemia ni, seguramente, en lo que quede por delante, se atreve a pensar en lo que pueda suceder la próxima campaña. 2021 está a la vuelta de la esquina. Y todo sigue igual. Y así seguirá. Nadie piensa en buscar soluciones o alternativas para que el toreo siga vivo si no aparece la ansiada vacuna contra el virus y el toreo sigue en cuadro como ahora. Una situación en la que si nadie toma cartas en el asunto puede dar continuidad al parón que nos asola. De fuera del sector nadie vendrá a hacer el trabajo y los de dentro no parecen dispuestos a otra cosa que, a lanzarse dardos envenenados, porque no pueden hacerlo a cañonazos. Cuando no se ataca de manera directa a Garzón por la corrida de El Puerto, sale Ramón Valencia lamentándose de no poder dar San Miguel en Sevilla por la nueva norma en Andalucía, cuando se le pasó el verano en blanco sin dar cabida a las novilladas de promoción que cada año acogía La Maestranza ¿? Hablan poco, y se les critica por ello, en una situación límite, pero está claro que cuando hablan el ridículo es peor. Y en esas estamos. En ese caos divergente en el que cada uno tira por su lado y nadie busca una fórmula común en la que el toreo gane y todos puedan aprovechar su porción de la tarta. Algunos parece que quieren que caduque cuanto antes.

Y, mientras, el aficionado, ilusionado e ilusionándose con el protagonismo de los nuevos valores que han tomado el protagonismo y dado el rumbo de la nueva actividad taurina. El toreo empieza a crecer desde la base. Ahí debería nacer todo. Y de ahí debería encauzarse ahora la nueva regeneración del espectáculo. Con su nueva estructura. De ahí están brotando nuevos valores, toreros en agraz, bajo el cobijo aún de las escuelas y ajenos aún a entrar en la selva del toreo, que les espera mañana y que ha venido cerrando el paso y las puertas con descaro desde hace mucho. Hace tiempo que el toreo dejó de pensar en el futuro. Hace demasiado que las grandes empresas se olvidaron de la base. De regenerar el toreo. De buscar valores y potenciar a los toreros encargados de llenar sus plazas el día de mañana. De unos años a esta parte nadie se preocupó de encontrar el relevo a los toreros que hoy copan las ferias. Los mismos que se encierran en sus carteles desde hace casi dos décadas y son los responsables de haber dejado por el camino generaciones de toreros que, con triunfos en la mano o sin ellos, no les dieron paso. Ese egoísmo de las primeras figuras y la falta de originalidad y compromiso de las grandes empresas se unieron en una misma fiesta a la que quieren poner fecha de caducidad, en la que sólo tuvo cabida el elegido que surge de cuando en cuando. Puede que algún genio se quedara por el camino por falta de oportunidades. Al menos una. Pero ni eso. Ahora, pueden seguir echándole la culpa al virus, a los políticos y a los antitaurinos. Pueden seguir escondidos y con su guerra.

Publicado en La Gaceta de Salamanca

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