Al compás: Un año canalla.

Por Pedro Toledano.

En apenas veinticuatro horas habrá pasado a mejor vida el más canalla de los años vividos en este todavía joven siglo. Por norma, en el caso de la tauromaquia, sería el momento de hacer balance de lo sucedido a lo largo de la temporada, de realzar o señalar virtudes y defectos. Pero no. En esa ocasión el cuerpo, el sentido de la solidaridad, también de la amistad, con las familias que han sufrido el aguijón de la muerte de seres queridos, nos pide dedicar esta columna a recodar a cada uno de los que ya no están entre nosotros. Lo hacemos, por imperativos del espacio, simbólicamente, en la figura de dos hombres especiales. Cuando se disparaba la primera mascletá todavía no sabíamos el alcance del maldito Covid. No tardamos en conocerlo. El primer gran mazazo nos llegó ya en marzo: «Borja Domecq, ha fallecido».

El ganadero, emblema y señor del campo bravo, creador de los ya célebres Jandilla, había estado en Valencia, justo ahora hace un año, para recoger el premio instaurado por la Diputación al toro más bravo del serial de Fallas de 2019. El ejemplar, de nombre ‘Horroroso’, se le dio la vuelta al ruedo y fue lidiado por Castella. Por ser fuente de sabiduría, y por la cercanía que emanaba de su persona el bueno de Borja, después del evento tuvimos la dicha de escuchar la que, maldita sea, sería su última, tan apasionada como instructiva, lección sobre la grandeza del toro bravo. Después nos fueron dejando todo un rosario de notables, desde el gran hombre del toro que fue Pablo Lozano, hasta el eficaz, y cabal, torero de plata, ‘Tito de San Bernardo‘… y el último, en Nochebuena, un buen amigo: Felipe Herrero, hombre discreto, bondadoso, experto en el mundo de la comunicación publicitaria, quien desde su agencia, ‘La Fragua de Vulcano’, supo aplicar a la herencia que recibió del padre de su esposa, Paquita San Nicolás, la plaza de San Sebastián de los Reyes, el acierto exigido al ser la ‘tercera’ de Madrid.

Publicado en Las Provincias

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