Amigos aficionados…
Esto de ser un partidario de las corridas de toros es un derecho que tienen todos. Si te gustan, practica, asiste, difunde, defiende… Si no, simplemente no vayas.
Este Jueves Taurino comienza de esa forma poniéndose de lado de la intención del Cabildo de Puebla, de la presidenta municipal, de prohibir las corridas de toros. Lo hemos dicho: nadie debe prohibir. ¡Nada!
La Angelópolis tiene una de las plazas más emblemáticas del toreo mexicano, “El Relicario”, y es zona ganadera de bravo, con una leyenda como Joselito Huerta como abanderado. La causa taurina defenderá con su derecho el que se pueda votar a favor de la continuidad.
Recuerdo la última vez (tres o cuatro veces habré hablado con él) que charlé con Joselito y el famoso “León de Tetela” destacó la pluralidad que debe existir. Fue refiriéndose al gusto de cada quien por escoger sus aficiones. Venía como apoderado de Fermín Spínola a una corrida en la Plaza Mérida. Refiero detalles de la plática con una frase suya. “Mire usted (respetuoso en sus expresiones) qué hermosa ver a su plaza colorida, con gente educada y dispuesta a disfrutar un espectáculo que lleva siglos con vida”.
No tengo duda de eso. Así es la Fiesta: color, cultura, tradición, y sumémosle drama y pasión. Espectáculo-deporte-arte, a como quiera calificarle, tiene un amplio abanico de puntos que le dan una vida singular, vigente por los siglos de los siglos. Puebla debe estar en los ojos de todos los taurinos para defenderla a distancia.
Y precisamente ante eso, haré un segundo apunte en esta aportación especial para quien la escribe: el lleno más impresionante vivido en la Plaza Mérida, que se vivió hace 57 años.
Lo recordaba Mauricio Perera Villanueva desde su Península Taurina: el entradón de más de 10 mil espectadores lo propició ni más ni menos que Manuel Benítez “El Cordobés”, uno de los últimos revolucionarios que ha tenido este ancestral rito de de jugarse la vida ante el toro.
A la Mérida le cabían, entonces, seis mil espectadores (ahora su aforo es menor), pocos cientos más. Pero… ¿diez mil personas para ver a “El Cordobés”?
Fue una locura, según nos han dicho quienes vieron la corrida del 19 de enero de 1964. Firmada por don Roger Menéndez Rodríguez, el Diario publicó una crónica sin desperdicios sobre el acontecimiento. Todo mundo destacaba la increíble afición, acomodada, o amontonada, donde hubiera el más mínimo espacio, sean pasillos, tendidos, callejón, contrabarreras. Algo inusitado lo que se vivió.

Pero ojo… y mucho: debemos decir que, siguiendo la reseña de la tarde histórica, hace referencia el cronista lo que ha padecido la tauromaquia en sus mismas entrañas. “Honores de Toro a Novillos de Ajuluapan”, dice el título principal de la página de Deportes, y el periodista señala, dedicando al matador Juan García “Mondeño”, para comenzar: “Quisiera poder describirle en letras de molde las tristezas y miserias de esta tarde en la Plaza Mérida. Permítame, pues, explicarle, el festejo antitaurino que se llevó al cabo como apayasada antítesis de lo que otrora fuera el arte de Cúchares, Paquiro, Joselito, Belmonte y usted”.
Habrán de imaginar, lectores, que el resto de esta crónica sirvió para enseñar de pe a pa las tristezas que se viven cuando el toro, el eje central de la Fiesta, tiene inasistencia a la cátedra dictada en el ruedo. No es nuevo. Esto el novillo en lugar del toro, se vive desde tiempos atrás. “Si lo anunciaran como novillada”, dijo el cronista de esa época.
Ya entenderán ustedes a dónde lleva la relación del tema inicial con el segundo apartado. Somos capaces, siempre hemos sido, de llenar plazas hasta la bandera, en Madrid, en México o en Mérida, y Puebla, claro, pero a veces el mayor daño para la tauromaquia está dentro.
Todo mundo espera que volvamos a ver llenos a reventar en cualquier arena, pero antes, debemos ponernos las pilas para defender nuestro derecho al respeto de la autoridad, cualquiera que sea, con argumento válido. Pero, primero, para exigir toros si se anuncian toros, y más ante tamaña figura como Manuel Benítez. Recuerdo bien una declaración-consejo de Chucho Solórzano, entonces empresario de la Mérida, a principios de los años 90, cuando el que escribe se iniciaba en estas lides periodísticas: “Tenemos que defender la Fiesta nosotros mismos. ¿Tú eres taurino o solo escribes? Pues si eres taurino, defiéndela. Y si escribes, defiende lo que escribes”.
Friqueado quedé frente a un enorme hotel, el entonces búnker del toreo en Mérida.
Llegamos a 32 años de iniciar en esta preciosa profesión, hoy precisamente, 21 de enero. Y, a lo que me toca, trato de defender la Fiesta con argumentos, siempre que los haya. En los toros, y cualquier deporte o actividad que me den para poner una palabra en ojos de los lectores, desde el 1989 que se va haciendo lejano. “Yo… respeta”, parafraseando al Bora Mulitinovic.- Gaspar Silveira.
Publicado en El Diario de Yucatán