Aniversario entre recuerdos – Sin toros por el Covid en la Plaza de Mérida.

La catedral del toreo de Yucatán celebra hoy una efeméride muy especial.

Hace unos días, en las escasas salidas a la calle (que no sea por una necesidad notoria), pasamos por la Plaza Mérida y observamos a unos turistas, cámara en mano, y cubrebocas ajustado, mirar de arriba abajo nuestro coso emblema. Uno, tocó el azulejo empotrado en los muros amarillos que señala el año 1929, año en que la venerada arena de la Avenida Reforma, abrió sus puertas.

Fue un 27 de enero, como hoy, que el genial Fermín Espinosa “Armillita” y Luis Freg estoquearon toros de Piedras Negras para inaugurar el que ha sido, desde ese lejano 1929, el principal referente de la tauromaquia en el Sureste del país y uno de los baluartes del torero en toda América.

Pero, a diferencia de los años anteriores, no hay toros. El criminal virus llegado de Oriente pegó una cornada tan grave que tiene a la sociedad, no solo al toreo, en “pronóstico reservado”. Porque, evidentemente y muy a pesar, en los toros y en la vida, no se sabe cuándo se podrá salir de esa.

¿Qué nos queda? Recordar y hacer oraciones porque todo pueda volver a la normalidad. Solo eso.

Apenas hace un par de meses llegó a manos de los lectores una obra titulada “Legado de la Fiesta en Yucatán”, un compendio que muchos aficionados ya tienen en sus manos, y que recuerda pasajes valiosos de las primeras nueve décadas de la Fiesta en su santuario meridano.

Y eso nos permite, reiteramos, en un pasaje, vivir del pasado, de glorias lejanas y tardes intensas del presente. Hemos dado cuenta de las leyendas del toro que han pasado por su arena, también de figuras de otras actividades, como el boxeo y las artes musicales, que llenaron los tendidos.
Pero, para todos los que se interesan por la tauromaquia, es triste que, en una fecha tan especial y que en los años recientes había sido marcada en el calendario como de fiesta grande, no podamos escuchar pasodobles en los domingos ni sentir la adrenalina y la tensión que se vive antes del “Cielo andaluz” que, a las 4:30, marca el inicio del ritual más grande: partir plaza.

Pero, afortunadamente, la Mérida se sostiene estoica como una plaza de toros lista para cuando sea posible hacer el paseíllo otra vez.

“Querida plaza, este año te extrañamos. Dos mediante nos vemos en la próxima temporada”, escribe Héctor Navarrete Muñoz, principal precursor del libro sobre los noventa años del coso, editado en Grupo Megamedia con más de 200 páginas y 400 imágenes en color y blanco y negro, retrato de todas las épocas.

Y es lo que todos esperan: volver el próximo año y festejar su fiesta de aniversario. “La Corrida Blanca. Es una fecha muy importante para nosotros y le hemos dado un matiz especial. Para estos días conmemoraríamos el aniversario 92. Quiera Dios que todo cambie para volver pronto”, señala Alberto Hagar Goff, de Toros Yucatán.

Nadie imaginó, al momento, que la que torearon Pablo Hermoso de Mendoza con Fermín Rivera y “El Chihuahua” el 8 de marzo de 2020 pudiera ser la última de estos tiempos. Ni remotamente.

Un respeto ganado a pulso desde que los hermanos Palomeque Pérez de Hermida conjuntaron sus esfuerzos para edificarla y convertirla en un patrimonio de los taurinos yucatecos. Sin fiesta llegó el aniversario 92, con muchas ausencias en personas que, por el virus o causas naturales, se han adelantado, pero con la ilusión intacta esperando volver para el siguiente 27 de enero al sitio donde se rinde culto al juego de la vida y la muerte ante las astas del toro bravo.— Gaspar Silveira

Publicado en El Diario de Yucatán

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