El tancredismo de Abellán: Las Ventas no puede ser el tapón taurino de toda la región de Madrid.

Por Zabala de la Serna.

Hace demasiado tiempo, y demasiadas veces, que desde esta tribuna se ha pedido luz y taquígrafos sobre lo que sucede con la plaza de toros de Las Ventas. No sé si alguna vez pensaron en la Comunidad de Madrid y en la empresa Plaza 1 que el silencio sería un tupido velo cuando asomase la primavera y la curva de la pandemia descendiera. De momento, ahí tienen la carta de la Asociación del Toro, fruto de la falta de transparencia, de la ausencia de explicaciones. No les vayan a acusar de falta de conocimiento de la coyuntura. Súmenle al bulle bulle de la afición las filtraciones de empresarios que quieren programar toros en Leganés muy pronto, en Vistalegre o en Aranjuez en mayo. El círculo se cierra y la presión de la opinión pública -y no traigo a colación la inminente presentación de los carteles de Sevilla, otro universo contractual- va a ser difícil de lidiar. Máxime sin un relato claro.

No puede ser, sencillamente porque no es de recibo, que en la Comunidad de Madrid siga vigente la prohibición de Isabel Díaz Ayuso sobre los espectáculos taurinos que sentenció la fiesta brava en septiembre. Pero aún sería menos presentable que la prohibición siguiera viva por la falta de resolución del embrollo de la plaza de toros de Madrid: Las Ventas no puede hacer de tapón para toda una región. Y volvemos otra vez a las consecuencias del silencio.

Es cierto que sería complicado argumentar por qué podría en mayo levantarse el telón en otras plazas y no en el primer escenario taurino del mundo. Entre otras cosas porque resucitan el muerto del proyecto de la reforma pendiente en la Monumental. Pero, pregunto, si no es mucho mejor decir, oficialmente y a las claras, que existe un problema jurídico o económico entre las partes, unas carencias estructurales del edificio para garantizar las medidas sanitarias anti-covid o lo que corresponda al bloqueo de Las Ventas.

A estas alturas no puede ir uno recopilando miguitas repartidas por los medios. Tanto por la Consejera de Presidencia, Eugenia Carballedo, -en este medio en grandes titulares: “La Comunidad planea que las corridas vuelvan a Las Ventas si la pandemia lo permite”- como por el director de Plaza 1, Rafael Garrido. Que un día dice en El País que cuatro informes técnicos avalan la imposibilidad de garantizar las medidas sanitarias por las deficiencias estructurales de la plaza -o sea que no habrá toros hasta que o haya obras o haya normalidad absoluta- y otro anuncia en Canal Toros la renovación de su contrato hasta junio, sí junio, a mitad de temporada, de 2022. Una conferencia de prensa, insisto aunque vuelva a quedarme solo, no es que sea necesaria, es que es tan imprescindible como exigible. Y no estoy diciendo que se den toros en Las Ventas a cualquier precio, sí o sí; lo que digo es que se desgrane con toda la honestidad posible y de una vez por todas por qué no. Que se cuenten hasta los pormenores de lo que significaría la renovación de los abonos de la tercera edad, si es que no estuvieran vacunados para entonces. El hastag de #volveremosalogrande no es suficiente.

Y entre unos y otros anda Miguel Abellán, director gerente del Centro de Asuntos Taurinos (CAT) de la Comunidad de Madrid. Que estará haciendo un pliego nuevo o peleándose con los suyos desde dentro, pero que, visto desde fuera y con el grave problema que tiene encima de la mesa, parece que lo único que hace es el Tancredo. Aunque a veces sea mejor que se esté quieto.

Su tancredismo es cómplice de este silencio, de esta situación que mantiene callada a la patronal de ANOET que preside Simón Casas. Un papelón.

El CAT debería haber alumbrado, o al menos estar armando ya, en ausencia de la iniciativa de los empresarios a nivel nacional, un protocolo para la tauromaquia en toda la región madrileña de cara a la primavera y el verano, tiempos para los en la capital Andrea Levy quiere reflotar la música en directo y los conciertos. El bloqueo que tienen con Las Ventas no puede ser tapón de la región, mal que les pese.

Cuando Abellán llegó a su cargo, escribí sobre el acierto de su nombramiento. Defendía esperanzado que su conocimiento del mundo del toro supliría las carencias que sus enemigos señalaban. Y por esa misma esperanza se fueron pasando por alto resbalones, travesuras y torpezas que unas veces justificaba por su bisoñez, otras por un casticismo mal entendido y las menos por un taurineo improcedente en un cargo de tanta responsabilidad. Quizá aún esté a tiempo de evitarme escribir que me equivoqué.

Publicado en El Mundo

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