
Algunos de los directivos más importantes de México aplican algunos valores taurinos en sus empresas. Un ejemplo de esto es la familia Baillères un icono de los negocios a nivel mundial y propietaria de la empresa taurina más importante de Mexico y Europa. Otros ejemplos son el Arquitecto Javier Sordo, Juan Pablo Corona, Juan Antonio del Hoyo, Pablo Moreno, Pablo Álvarez “Palillo”, el Pollo Torres Landa y Armando Guadiana entre otros.
Recientemente el club de fútbol Pachuca reclutó al matador Jorge de Jesús “El Glison” para que impartiera charlas de motivación para sus jugadores.- De SOL y SOMBRA.
Por Juanma Lamet.
A Juan Belmonte la barba le crecía más en los días en que toreaba. Era el miedo, que se le escapaba por donde podía. Después llegaba a la plaza y lo ahuyentaba -nunca del todo- con una mezcla heterogénea de valentía, aplomo, responsabilidad, ambición, oficio y vergüenza torera. Son valores que han inspirado e inspiran el quehacer diario de quienes aman la tauromaquia, pero no sólo de ellos. Pep Guardiola, que no es precisamente asiduo a los tendidos, recomendaba fervientemente a los futbolistas del Barça leer la biografía de Belmonte que escribió Manuel Chaves Nogales, por la oceánica enseñanza vital que contiene.
La torería también ha invadido, de forma casi subrepticia, el ruedo empresarial. Son legión los empresarios que han encontrado en la tauromaquia una fuente de inspiración para su modelo de gestión y, sobre todo, a la hora de enfrentarse a grandes decisiones o a situaciones difíciles, imprevisibles, inesperadas. Cuando el proyecto se la juega a vida o muerte, sale el torero que el empresario lleva dentro. Ernest Hemingway definió la valentía como “gracia bajo presión”.
Por eso, cada vez más directivos apuestan por las actividades taurinas como método de aprendizaje para sus empleados, sobre todo para impulsar el liderazgo, la resolución de problemas fortuitos, la gestión del miedo, el afán de superación personal y para hacer equipo (team building). Y también, claro, como actividad de ocio.
El diestro Eduardo Dávila Miura es quien ha liderado este movimiento de taurinización empresarial. Desde que se retiró de los ruedos, en 2006, imparte charlas a directivos de grandes empresas como Santander, BBVA, Deloitte, Nestlé, Osborne, Ontier, Tetra Pak y un largo etcétera. A través de su experiencia personal, les enseña a no sucumbir ante esa presión de la que hablaba Hemingway.
“Hay algo que nos une a los toreros y a los empresarios: la presión por conseguir el éxito. El margen de error es cada vez más pequeño y hay que asumirlo. Eso nos tiene que servir para ser cada vez mejores profesionales y no atenazarnos”, explica Dávila. “El miedo y la presión no se puedan evitar, ni en la plaza ni en la empresa, hay que pensar que sólo se vive una vez y hay que intentar hacer cosas importantes, retarnos cada día”, argumenta el matador. “Sentir miedo e incertidumbre es lo más normal del mundo. ¡Yo lo estoy sintiendo ahora!”, añade.
Decía Ignacio Sánchez Mejías -torero y promotor de la Generación del 27, entre otras muchas cosas- que “el mundo entero es una enorme plaza de toros donde el que no torea, embiste”. El toro es el peligro, la adversidad. Lo impredecible que puede derribarnos. La tauromaquia enseña que rendirse no es una opción. La vergüenza torera lo impide. Entonces, ¿cómo se espanta la sensación de estar a punto de fracasar? “Hay que tener la conciencia tranquila. Cuando estás ilusionado con lo que haces y has dado todos los pasos preparativos que tenías que dar, tu conciencia está tranquila. Luego las cosas saldrán o no, pero estando preparado es más fácil que salgan bien”, recalca Dávila.
“Hay que creer mucho en el día a día. Existen días que son clave, claro, pero para llegar como hay que llegar a ellos, todos los días hay que tomárselos con una importancia vital”. Ésa es la fórmula taurina del éxito, exportable a la microeconomía. “Para tener aplomo en las citas importantes, hay que darlo todo siempre”, enfatiza Dávila. Es una verdad que comparten los boinas negras de la Brigada Paracaidista: “Cuanto más sudor en tiempo de paz, menos sangre en tiempo de guerra”.
La aplicación empresarial de la actitud inasequible al desaliento del torero tiene múltiples ramificaciones. Por ejemplo, en el liderazgo: “Para ejercerlo hay que creérselo y hay que asumirlo. Hay que comprometerse a carta cabal”. Para explicarlo, pone Dávila un ejemplo gráfico: “Una cosa es torear y otra muy distinta pegar pases”. Pues bien: una cosa es ser directivo y otra muy distinta, dirigir.
Casi todos los empresarios consultados comparten una visión similar: lo que más quieren aprender de los toreros es la toma de decisiones bajo presión. “El empresario siempre se queda solo a la hora de tomar decisiones, aunque en el mundo del toro hay menos margen de error”, apunta Antonio Catalán, presidente del grupo hotelero AC Hotels by Marriott . “Hay momentos en los que estás tremendamente solo y tienes que asumir que la responsabilidad es sólo tuya. La enseñanza del torero sirve para eso”, ataja Dávila.
No sólo en España saltan al ruedo los empresarios. Dávila Miura ha dado conferencias a empresarios estadounidenses, portugueses, franceses, latinoamericanos y suizos. De Suiza vinieron a verle los directivos mundiales de Nespresso, que eligieron “este arte único” del toreo para “el entrenamiento de los líderes séniors”, por varios motivos. Querían aprender a lidiar “con un oponente o competidor que te supera en tamaño y poder, convirtiendo sus fuerzas en debilidades”. Pretendían, también, saber cómo “situarse voluntariamente en un riesgo calculado para obtener resultados superiores a lo normal, una cualidad que sólo muestran el verdadero torero y el emprendedor”. Así lo reiteraron los responsables de la empresa en una carta de agradecimiento por todo lo aprendido.
Es una visión que comparten los directivos españoles. “Hay valores como la valentía que son muy específicos del mundo del toro, y de los que aprendemos para aplicarlos en nuestras profesiones”, reconocía José Moya (DEP), presidente de Persán. También la resiliencia, como apunta Sergio Elizalde, director general de Hero. No en vano, una de las enseñanzas más provechosas de cuantas ofrece el sector taurino es la de “crecerse en el castigo”. Es lo que hace el toro bravo en los momentos difíciles. Lo escribió Miguel Hernández: “Como el toro me crezco en el castigo”.
La experiencia tensa del torero en las corridas le lleva siempre a delegar. “Hay que identificar a quien lo hace mejor que tú, sin divismo, y darle relevancia. Hay que reconocer las flaquezas propias y dar importancia a los subordinados”, apunta Dávila Miura. “Eso se ve más claro en el ruedo que en la empresa”, incide. Por eso Elizalde apunta que “el empresario, cuanto más torero, mejor”.
¿Es recíproco el trasvase de conocimiento?
“Totalmente”, reconoce Dávila. “He aprendido mucho de los empresarios”. Por ejemplo, una vez se reunió con un directivo del BBVA que le dijo: “El banco va bien, pero hay un mensaje que tiene que quedar claro: cuando las cosas van bien es por algo, y ése es el camino a repetir. Si las vuelves a hacer igual, volverán a salir bien”. Esta visión impactó a Dávila. “Me levanté de esa reunión convencido de volver a torear”.
Publicado en Expansión.