La vida sigue; el sentimiento torero también.

Amigos aficionados…

En medio de una interesante justa atlética se armó una amena plática taurina que nos dejó con ganas de seguir viviendo la tauromaquia de cerca, ir a las plazas y manifestar lo que se siente por la fiesta de los toros.

Dice el maestro Mario Sosa Rincón, coordinador deportivo de la Escuela Modelo, que eso de ser aficionado a los toros es algo especial. Y el que es torero, ganadero o empresario debe ser también especial, también los médicos y todos los que viven de cerca. En el marco de la evolución de aprende y se vive. Unos se salvan y otros no en este proceso y la grandeza de la Fiesta queda de manifiesto siempre, entre el triunfo y la tragedia.

Horas después de esa charla, un jovencito mexicano de nombre Julián Garibay sufrió un percance impresionante en Morazarzal, ruedo español que se destaca por sus tardes de novilladas. A Julián le pegaron cuatro cornadas. Los especialistas hablan de que ochenta centímetros de pitón repartidos en cuatro trayectorias que tuvieron y se salvó.

La percepción de los aficionados ha cambiado. Los toreros, igual, ni se diga la medicina y la atención servicial en las tardes de toros. Por eso un joven como Garibay salvó la vida y ya está pensando en volver tras salir del pronóstico “muy grave” que le dejó ese momento.

No tuvo la misma fortuna, 38 años atrás, un torero que es un mito: Francisco Rivera “Paquirri”. Fue igual parte de la misma charla dominical en la Modelo: qué solera las de plazas como las de Sevilla, Madrid, que son las grandes, y otras como Linares, donde murió Manolete, y Pozoblanco, donde en cuya enfermería paupérrima expiró “Paquirri” el 26 de septiembre de 1984. Toda la pasión y vida de un torero entregada en las astas de “Avispado”, en el cartel maldito que tuvo también a “Yiyo” (muerto en Colmenar Viejo poco después) y “El Soro” (cuya invalidez por cornada le alejó del terno de luces).

A Francisco Rivera le comprendieron los aficionados, más después de muerto. Entonces, sin tanto avance de noticias, se logró escuchar y ver el vídeo desde el quirófano: “Doctor, yo quiero hablar con usted o no me voy a quedar tranquilo. La cornada es fuerte. Tiene al menos dos trayectorias, una para acá y otra para allá. Abra todo lo que tenga que abrir, lo demás está en sus manos. Y tranquilo, doctor”.

Nefasto decirlo así, pero gracias a la forma en que se dio su muerte cambió la legislación en cuanto al tipo de infraestructura sanitaria que deben de tener las plazas. Todo evoluciona. Menos el gusto por esto del toreo. Garibay vive para contarlo; “Paquirri” no pudo hacerlo.

Los aficionados, mientras, reconocemos el trabajo y aporte de cada uno de los taurinos, desde distintas trincheras.

Por Gaspar Silveira- Diario de Yucatán

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