
Por Jaime Oaxaca.
En la encerrona de Uriel Moreno “El Zapata” en el coso de Apizaco, Tlaxcala, se lidió un encierro de la ganadería de Piedras Negras. Como se dice en el medio, fueron “tre y tre”, el primero apenitas de trapío; el segundo chico, fuertemente protestado; el tercero igual de presencia, el torero impidió las protestas, fue absurdo el arrastre lento que ordenó el juez. Cuarto, quinto y sexto cumplieron en presencia, nada extraordinario.
En cuanto a comportamiento sólo el cierra plaza se empleó en la suerte de varas, se paró muy pronto, seguramente por el puyazo. La divisa rojinegra nos tiene acostumbrados a embestidas emotivas que no tuvo el hato lidiado. No es grato mencionarlo por la admiración y respeto que se le tiene a esa casa ganadera, pero esta vez los piedrenegrinos quedaron a deber en cuanto a presencia y bravura. Ningún burel fue ovacionado en el arrastre.
En cuanto al Matador Uriel Moreno “El Zapata”, fue capaz de meter casi tres cuartos de un aforo de siete mil espectadores; mostró su experiencia taurina, su capacidad escénica, mantuvo el interés durante toda la tarde, sólo en el cierra plaza se escuchó ese murmullo consecuencia de la plática del público, por el desinterés de lo que sucede en el ruedo, ya parado completamente el toro, Uriel decidió cortar por lo sano.

La corrida se dividió en dos partes perfectamente detectables. Además del trapío de los toros, en la primera el diestro y su cuadrilla salieron vestidos de luces, a la costumbre habitual. Antes de que saliera el cuarto de la tarde, nuevamente partieron plaza, ahora vestidos a la usanza charra y con paso más acelerado de lo acostumbrado. En la primera parte amenizó una banda integrada por niños y jóvenes quienes son parte de una escuela de música, ellos interpretaron pasodobles.
En la otra parte, un mariachi de encargó de la Música, no interpretó ni un pasodoble. Es agradable la música vernácula, pero sin exceso. Quien lo contrata debe explicarle al director del mariachi que sus interpretaciones son un aderezo, complemento de la corrida, no la parte principal, no deben tocar continuamente hasta tres canciones por toro y, además, bajarle los decibeles llevan unas bocinas con una potencia tal que debieron despertar a quienes descansan en el panteón municipal cercano al coso. Faltan dos semanas pa´l 2 de noviembre.
Uriel Moreno “El Zapata”, fue capaz de meter tres cuartos de un aforo de siete mil aficionados. Estuvo acertado con los aceros, mató a los cinco primeros toros con cinco estocadas, una por cabeza, al sexto lo pinchó.
Con el capote estuvo variado. Únicamente a dos o tres los lanceó a la verónica, porque no todos repetían las embestidas; algunos lances haciendo piruetas con el capote antes de la reunión. En cuanto a quites, hubo “crinolinas” ejecutadas con limpieza, “zapopinas” moviditas y en dos ocasiones suertes de su invención. Los sobresalientes “El Mojito” y Allan Corona intentaron quites ante el sexto, pero al toro ya le costaba acudir al capote.
Al segundo de la tarde no lo banderilleó “El Zapata”, la gente estaba de uñas protestando el nulo trapío y los subalternos cubrieron sin acertar, dejaron una banderilla en cada viaje. Banderilleó los otros cinco. Invitó a parear al “Mojito” y al subalterno Luis Castañeda.
En el tercero, el matador llevó a los aficionados al clímax en el segundo tercio, recibió la ovación más sonora de la tarde.
Se fue a los medios con los tres pares de banderillas. “Sarapero” le hizo el viaje, Uriel le ejecutó el famoso par monumental. Ahí mismo, sin irse de la cara del toro, clavó al violín el segundo par. Con una banderilla en cada mano, inmediatamente cerró el tercio. Todo en los medios, en un palmo de terreno y en unos segundos. La gente ovacionó con fuerza mientras el matador daba la vuelta al ruedo.
Si el segundo fue pitado toda la lidia por la escasa presencia, el tercero iba a correr la misma suerte. Para evitarlo el diestro se fue a recibirlo de rodillas, se colocó en el tercio, realizo un par de largas ahí, luego otra en la zona de tablas. Las protestas por la falta de trapío fueron pocas porque la mayoría aplaudía lo que el torero había realizado con el capote.
Uriel mostró su experiencia durante el festejo. Con la sarga ejecutó los muletazos necesarios para “meterlos a la canasta”, dio las tablas a los toros cuando era necesario, pisó terrenos, insistía hasta lograr muletazos templados; prácticamente no hubo series en los medios, tampoco llegó la gran faena, lo mejor fue a ese tercero, pero tampoco algo que valiera dos orejas, premios que otorgó el juez Miguel Ángel Arroyo. Uriel cortó dos orejas más, una en el cuarto y otra en el quinto. Le valió la salida a hombros al final del festejo.
Uriel Moreno Macías, con 47 años de edad y 26 de alternativa, apostó y ganó tanto en la taquilla como en el ruedo. Encerrarse con seis de Piedras no será algo sencillo de decidir, tiene alto grado de riesgo. Sí, es cierto, se trató de una hazaña, aunque no tan monumental como rezaba la publicidad.
Fotos: Juan Ángel Sainos.
