El indulto en la Plaza México, creado en 1946.

El indulto en la Plaza México fue instituido en 1946 pero el primer toro indultado se produjo hasta 1951, el toro se llamó Muñeco de la ganadería de Ernesto Cuevas. El siguiente fue Cantarito del hierro de Valparaíso, indultado por Joselito Huerta, en mayo de 1959.

De SOL y SOMBRA.

La tauromaquia desde hace unos siglos ha estado condiciona por algunas reglas y la subjetividad de un juez que otorgó una serie de premios de diferente nivel toreros y rejoneadores. En general, una corrida es habitualmente considerada buena cuando termina termina la lidia de un toro en el ruedo y su lidiador es premiado por el público y la autoridad: Pero hay algunos casos en los que el toro el principal protagonista de la lidia y es ahí donde surge la figura del indulto para recompensar la casta y bravura del animal.

Aunque estos son tan frecuentes y ni siquiera tiene cien años de tradición en nuestro país. Por ejemplo la autoridad de la Plaza México otorgó su primer indulto en 1951 -cinco años después de su creación en 1946- aunque el matador Luis Procuna desentendió la del juez y estoqueo al toro. Hasta la fecha únicamente 35 astados han sido indultados en esa plaza.

Para llegar al indulto debe ocurrir una serie de hechos protagonizados por el astado y son evaluados por el juez de plaza:

Algunos aspectos puntuales debe tener un toro bravo: primero un excelente trapío, que tiene que ver con la morfología del animal, para que sea bien visto en la plaza y en la hacienda, cuando sea ya un semental de reses bravas. Es decir, en palabras más utilizadas, la presencia del toro, tomando en cuenta su tamaño, peso, extremidades, conformación del tronco, cabeza, cuello y la cornamenta.

Otro aspecto muy importante es que el astado sea bravo, demostrando para ello, su buen comportamiento frente al hombre del castoreño, en el primer tercio de la lidia, es decir, en la pica. Pero, igualmente, que esa bravura la presente a lo largo de la lidia. Sin mostrar fatiga y siempre yendo adelante, pese al castigo al que es sometido por el matador de turno, en el segundo y tercer tercio de la lidia.

En igual forma, el animal debe mostrar gran fijeza, es decir, una atención visual hacia el engaño que le muestra el matador. Para ello, el burel debe embestir bajando la cabeza – humillando – y, mirando a los vuelos del capote o la muleta en forma armónica, siempre galopando con agilidad y velocidad, para dar claridad a la embestida.

El toro de lidia, no se cansa de embestir y, es ahí donde entra la nobleza del animal, que no es otra cosa que la cualidad que tiene el toro, de no desarrollar peligro o sentido hacia su lidiador. Las arrancadas deben ser con mucha armonía ritmo y temple.

Finalmente, se debe observar muy bien los movimientos del toro, que no busque la querencia, es decir, el terreno aproximado donde este animal salió al ruedo y allí se sienta con más poder. Que no busque irse hacia las tablas y termine peleando muletazo a muletazo en los medios del ruedo. Un toro bravo que reúna estas características fácilmente puede ser indultado, ya que es merecido y es algo beneficioso para el ganadero.

Cuando el matador y el juez de plaza coinciden en el indulto, el toro es regresado a los chiqueros, se le curan las heridas y finalmente regresa a la ganadería de origen y pasará el resto de sus días como semental, pues esta absolución también tiene en mente la preservación de los genes para originar nuevos toros de lidia con características semejantes y que quizá logren emular el tesón del sobreviviente.

Actualmente figura del indulto continúa siendo controversial en el mundo del toreo. Sin embargo, en la nueva afición del siglo XXI tal vez esa situación cambie.

Twitter @dsolysombra

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