La Tauromaquia se une a la gran fiesta de nuestra cultura cristiana:; el Sábado de Gloria, en Málaga, la corrida picassiana; el Domingo de Resurrección, sonará el cerrojo que abre el portón de la plaza sevillana.
Por Andrés Amoros.
Esta Semana Santa, una vez más, vamos a celebrar dos de los mayores misterios del cristianismo: para redimirnos, Cristo es crucificado; al resucitar, nos devuelve la esperanza: «Muerte, ¿dónde está tu victoria?» En términos musicales, en siete días pasaremos de la ‘Pasión según San Mateo’, de Bach, a la ‘Sinfonía Resurrección’, en cuyo manuscrito escribió Mahler de su puño y letra: «Moriré para vivir».
También la Tauromaquia se une a la gran fiesta de nuestra cultura cristiana: el Domingo de Ramos, la primera corrida de toros en Las Ventas; el Sábado de Gloria, en Málaga, la corrida picassiana; el Domingo de Resurrección, sonará el cerrojo que abre el portón de la plaza sevillana: un acontecimiento equivalente al comienzo de la temporada de ópera, en la Scala de Milán.
Ésta es, para mí, la más hermosa corrida del año. Después de la tristeza de la Semana Santa –aunque sea tan poco triste como la sevillana–, brillan al sol la blancura y el dorado albero, en un monumento primorosamente cuidado por la Real Maestranza. (Echo de menos, este año, el tradicional artículo de mi amigo Juan Manuel Albendea, en el que pedía un premio para la ejemplar conservación de esta plaza única). Con toros de Cuvillo, va a iniciar su temporada Morante, junto a El Juli, en su vigésimo año de matador, y Roca Rey, el fenómeno taquillero actual. ¿A quién no le gustaría estar allí?
En 1926, el poeta Pedro Salinas publicó su libro de prosas ‘Víspera del gozo’, en el que proclama: «¡Tan hermosas, las vísperas!» Evoca a Julieta, que espera a Romeo; a Melibea, emocionada por la cercanía de Calixto…
El aroma del azahar está perfumando ya las calles de Sevilla; como ha recordado Antonio Burgos, han vuelto ya los vencejos, heraldos de la primavera. ¡Vamos a los toros!
En ninguna plaza del mundo se disfruta tanto la estética de las corridas de toros como en Sevilla. Por eso acudimos allí tantos aficionados, en peregrinación, cada año. Esta Semana Santa, vamos a vivir una vez más la ‘víspera del gozo’. Quiera Dios que no nos quedemos –como temía Pedro Salinas– en la ilusión de una «realidad fantaseada». Todos los diestros sueñan con torear en la plaza sevillana. Hará falta que los toros tengan la imprescindible casta y fuerza para que se haga realidad el sueño eterno de la belleza
Publicado en ABC
