«Príncipe», embistiendo a compás.

«Las embestidas de este gran toro poseyeron en su interior esos acordes musicales con los que sueñan los buenos toreros»

Por Jesús Soto de Paula.

La corrida de El Parralejo salió mala, sin fondo, parecía claudicada a una amenazante querencia por la mansedumbre y una plausible falta de casta, y cuando nadie lo esperaba salió ‘Príncipe’. «No hay quinto malo»; dicha frase se le atribuye al Guerra, el cual elegía sus toros en el campo y se los traía bien marcados para él, sin entrar en sorteo. De buena lámina y buenas hechuras ya el toro mostró su clase en las embestidas con el capote y si bien en el caballo casi no lo vimos (no se le picó), en la muleta fue un derroche de compás, virtud tan poco dada y por ello sentida en el campo bravo actual, donde se le ha echado demasiada agua al vino.

Las embestidas de este gran toro de El Parralejo poseyeron en su interior mucho de música, de esos acordes musicales con los que sueñan los buenos toreros, ésos capaces de sacar esa música interior para darle consonancia a esa resonancia de eco embravecido.

‘Príncipe’, en su condición, tuvo la virtud más deseada para los toreros: la fijeza, y a partir de ésta, acudía a los vuelos con alegría y nobleza, como la sed que acude al agua para saciarse. Había que medirlo, eso sí, y sobre todo cruzarse, que es lo que el toro pedía, por ello Daniel Luque lo vio bien y le dio lo que el animal precisaba.

A mí Luque no me gusta, ni su trazo ni su concepto. Las llamadas «luquesinas» me parecen no sólo un canto al mal gusto sino un despropósito ante un toro. Pero dicho esto, es un torero que lleva temporadas en las que atraviesa un gran momento, y es capaz de ver toro incluso donde no lo hay. El jueves ‘Príncipe’ estuvo por encima del torero, pues al margen de las dos orejas, lo importante es dejar para el recuerdo el sentir del alma, y eso… no se vio. Aunque estuvo con una firmeza y un buen gusto que no siempre lo he visto.

Sin duda, Luque debió de sentir en su piel ese lenguaje del compás que el toro poseía, ese lanzarse al abismo de la musical torería, y ya en esos arpegios armónicos nos dio su mejor versión en el albero maestrante.

Publicado en ABC

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