Por Álvaro R. Del Moral.
Las ausencias eventuales de Morante de la Puebla y Andrés Roca Rey han puesto en evidencia las grisallas de un escalafón necesitado de demasiados revulsivos. Y es que el indiscutible estrellato del artista de La Puebla y el paladín peruano –auténticos y únicos galanes del escalafón actual- han enseñado las vías de agua de una temporada que apuntó al cielo en abril y descendió al mundanal ruido, sumida en la más ramplona medianía, desde San Isidro hasta el momento presente.
Para qué vamos a negarlo, más allá de éste o aquel triunfo aislado o del cuentagotas de tantas y tantas orejas ramplonas, la campaña avanza con cansina monotonía a pesar de una evidente recuperación social y taurina –que podría volver a verse amenazada a lomos del inquietante panorama político- que ha alentado la organización de numerosos festejos, la apertura de alguna plaza olvidada y la recuperación estadística del negocio. Eso sí, esas ganas desacomplejadas de toros –ya veremos qué pasa cuando los comunistas digan qué hay de lo mío- demandaría una baraja más amplia de toreros; de los de mando en la plaza y tirón en las taquillas. ¿Quién tiene la culpa del asunto? Pues entre todos la mataron y ella sola se murió: a la mediocridad del ‘sistema’ manejado por comisionistas y fontaneros se une la ausencia de verdaderos revulsivos que habrían saltado por encima de cualquier componenda. Lo dejamos ahí…
De vuelta a la palestra
Así está el asunto mientras los empresarios se tientan la ropa, pendientes de las respectivas reapariciones de don Andrés y don José Antonio, convalecientes de las lesiones sufridas en Santander y Vila Franca de Xira. El primero ya ha confirmado –tal y como era su intención primera- que estará listo para volver a enfundarse el traje de torear en la feria de Colombinas, el próximo jueves. Está anunciado mano a mano con el diestro local David de Miranda.
A los dos días, en la misma plaza, se espera como agua de mayo a Morante, que sigue arrastrando unas molestias inhabilitantes en la muñeca derecha que, sin ir más lejos, también le ha impedido torear en Azpeitia este mismo martes; será sustituido por Luque, seguramente el torero más completo y capaz del panorama actual que sigue triunfando plaza a plaza sin encontrar el eco necesario, sin pasar esa raya invisible que le debía colocar en la primera fila y en la yema de todas las ferias. ¿Qué está pasando? ¿Continúa pagando facturas del pasado?
Y ya que estamos, seguimos preguntando… ¿Podrá estar Morante en las orillas de la Vega Larga? ¿Podrá cumplir en la jornada dominical con el primer compromiso contraído en la Plaza Real del Puerto de Santa María? Hasta ahora no hay ninguna noticia concluyente aunque el empresario Carlos Zúñiga, vía redes, hace concesiones al optimismo. En Huelva no las tienen aún todas consigo pero la preocupación ya alcanza otras orillas bastante más lejanas en previsión de un eclipse sin fecha de vuelta.
Otros toreros
Mucho menos comentada –no estaba pero tampoco se le esperaba- era otra ausencia forzada, la de José María Manzanares, sumido en la enésima rehabilitación de su maltrechísima espalda. El alicantino también estará listo para torear en Huelva después de otra compleja operación que le sacó del tablero de juego, en indisimulable decadencia artística, hace casi dos meses.
Pero hay algunos toreros, no sabemos si muchos, con bastante que decir que siguen vivaqueando en la recámara sin que el llamado, traído y llevado ‘sistema’ abra hueco en unos carteles que ya hace algunos años huelen a rancio. En los últimos lustros se ha optado por mantener el statu quo del escalafón sin dar opción a un relevo, ampliando la vida taurina de toreros más que amortizados. La retirada de El Juli –que merecerá su propio Observatorio- podría abrir la puerta a la clausura de toda una generación pero el vacío –ahora sí, de golpe- abriría una sima que costaría llenar.
El gesto de Cayetano: los valores del toreo
Hablábamos de la reaparición de Roca Rey. La breve ausencia, más allá del proyectado viaje de ida y vuelta a Cajamarca en su Perú natal –que tenía más claves personales que estrictamente taurinas- no ha tenido demasiada incidencia en su agenda española ni en el hilo de una temporada que no se entendería sin su nombre. Hay que rebobinar hasta las circunstancias de aquel percance santanderino: el toro de Bañuelos le arrolló como un auténtico tren antes de que pudiera dar el primer muletazo llevándolo encunado hasta el estribo de la barrera.
Cayetano, sin capote, no se lo pensó dos veces: le quitó el toro al cuerpo limpio sin importarle la cogida. El animal se lo echó a los lomos y le rompió a una costilla. El dramático trance lo resolvió el gran banderillero sevillano Antonio Chacón, que se llevó al bicho, también a cuerpo limpio. Fueron unos segundos angustiosos; un instante fugaz que, sin embargo, resume por sí solo el retablo de valores que encierra el toreo: el desprecio de la propia vida por defender la del compañero; la superación de la adversidad; la verdadera cultura del esfuerzo… Roca agradeció públicamente el gesto desprendido de su compañero a través de las redes sociales. “Ayer demostraste tu compañerismo y tu desprecio por la vida para salvar la mía”, le señaló el peruano. “El riesgo merecía la pena”, respondió el menor de los Rivera Ordóñez. Así es esto.
Publicado en El Correo de Andalucía