Por Heriberto Murrieta.
Con la satisfacción de haber logrado todo como torero y contar con una familia unida, Eloy Cavazos cumplió 74 años de edad. Lo celebrará toreando hoy lunes un novillo de la ganadería de Los Encinos de Eduardo Martínez Urquidi. Nació el 25 de agosto de 1949 en una cuna humilde de Villa de Guadalupe y escaló hasta lo más alto, convirtiéndose en una figura de fuerte arrastre popular. Gran mérito.
Recibió la alternativa el 28 de agosto de 1966 (hoy hace 57 años) en su natal Monterrey, de manos de Antonio Velázquez y llevando como testigo a Manolo Martínez, que se convertiría en su acérrimo rival, con toros de la ganadería de Mimiahuápam. Confirmó el doctorado el 14 de enero de 1968 en la Monumental Plaza México. Su padrino fue Alfredo Leal. El testigo de la ceremonia, Jaime Rangel. Los toros, de la vacada de Jesús Cabrera.
Eloy atesoraba el toreo en la cabeza. Taquillero y rentable, derrochaba sagacidad. Tuvo siempre celo, raza y un claro sentido del espectáculo. No se dejaba ganar las palmas por nadie. Dominador de su tranquillo, fue un heterodoxo e implacable estoqueador, lo que le permitió alcanzar una notable regularidad triunfadora. No faltaron las gravísimas cornadas, que terminaron de forjar su carácter.
Su vida ha sido disciplinada, casi monástica, totalmente ajena a la francachela y los vicios más comunes de la torería. Sus dos salidas a hombros por la Puerta Grande de la plaza de Las Ventas de Madrid en el año de 1972 son los grandes ribetes de su impresionante trayectoria.
Pérdida
Murió Ignacio Solares, pilar de la literatura mexicana. Novelista, dramaturgo, ensayista, escritor, periodista, crítico taurino y hasta juez de plaza en La México, Nacho destacó sobremanera en el firmamento de la cultura. Debutó como usía en el biombo del embudo metropolitano en 1989. El 25 de mayo de 1990 se fajó los pantalones y echó para atrás un encierro sin trapío de La Soledad, lo que derivó en la suspensión de la corrida, y con ello, la terminación de la etapa como empresa del Patronato Taurino del Distrito Federal. Estaban anunciados Mariano Ramos, Antonio Lomelín y Antonio Urrutia.
Fue generosísimo conmigo. Inmerecidamente, me calificó como sucesor de plumas la talla de Rafael Solana o Juan Pellicer y me dedicó elogiosas columnas en distintos periódicos y revistas. Me defendió públicamente en alguno de los vetos que se me impusieron por mis opiniones en las transmisiones de toros.
En 2004 lanzó una reedición de mi libro “Tauromaquia Mexicana, Imagen y Pensamiento”, prologada por Juan Ramón de la Fuente. A los textos de Juan José Arreola, José Luis Cuevas, Raúl Anguiano y Carlos Prieto, entre otros, añadió artículos de José Alameda y Xavier Villaurrutia. Cuando encabezó el departamento de difusión cultural de la UNAM, dirigió la riquísima revista de la máxima casa de estudios, que incluía una muy disfrutable sección de anécdotas de Vicente Leñero titulada “Lo que sea de cada quien”.
Fue coautor del libro Las Cornadas, que escribió mancomunadamente con otro taurino chipén, Jaime Rojas Palacios, en el año de 1981. En el prólogo, José Alameda apunta: “Este libro está cosido, literalmente, a cornadas. De cornada en cornada va el hilo, a veces rojo de sangre, otras incoloro y larguísimo como la muerte, que es lo más largo que ha podido concebir el pensamiento humano”.
La última vez que conviví con él fue el sábado 11 de enero de 2020, poco antes de la pandemia, en su casa de Chimalistac en la Ciudad de México. Su amada Myrna fue una gran anfitriona. Nos acompañaron Miguel Luna Parra y el doctor Rafael Vázquez Bayod y el polìtico Roberto Calleja con sus respectivas parejas.
Nacho deja una profunda huella en la comunidad ilustrada pero no solo por culto, sino por afable y buen amigo.
Publicado en Meridiano.mx