La reedición de un interesante cartel se va diluyendo tal como una a una las nuevas ilusiones de los aficionados a lo largo del pésimo, incluso nulo, juego del encierro de Los Encinos. A la falta de raza, bravura y casta solo la tremenda capacidad torera de Miguel Ángel Perera consigue encandilar y rescatar a la Afición de una nueva condena a la hoguera de la mansedumbre.
Por: “Puntillero”
Sorprendentemente la entrada en Insurgentes supera expectativas. Claro, hay un rumor en el aire del otoño-invierno mexicano delator del gusto por acudir a los Toros. Ocurre el viernes en Querétaro, el sábado en San Luis Potosí y esa estela ayer impulsa al público hacía La México.
Esa respuesta debe acompañarse por suprema emoción. La que deben tener los toros en su juego.
San José y Los Encinos comparten desde la fuerte amistad de sus ganaderos hasta la parte genética de ambos hatos. Hoy comparten la hiel. No haremos leña del encino caído, no es de buenos aficionados. Hacemos votos para que lo peor que puede ocurrirle a una ganadería, flojedad y mansedumbre, no inunde sus potreros. Hoy toca época de duras, quizá demasiado, pero la grandeza de ambas casas se mostrará si el sendero de la bravura trae consigo, de nuevo, época de maduras.
Ver caminar con la capa a un torero que apuesta por la quietud es de ayer el alumbramiento. La tarde comienza mal tras el juego del primero pero el compás abierto, la cintura quebrada y un indicio de clasicismo capotero hacen a Miguel Ángel Perera templar un lance sumando un paso, trazar otro lance y dar un solo paso, como dictaba Antonio Ordóñez. Cinco verónicas le colocan en los medios donde cierra con media y larga de cartel, ante la vigilante mirada de Fernando Cepeda.
Su irrenunciable quietud provoca la voltereta en el quite combinado -tafallera, gaoneras y caleserina. Pero vuelve el torero para rematar y dejar la cosa caliente. “Emiliano” de Los Encinos llega tardo y débil al último tercio tras ponerse a la contra en banderillas.
El suceso de derechazos, plenos de extensión, mando y hondura, parecen imposibles en un terreno corto. Ahí, con un sitio abrumador, casi insultante, Perera se queda entre los pitones del entrepelado lucero, con muletazos profundísimos y plenos de hondura. No la concebida verticalidad y el medio pase, la teoría del poste, sino la cintura y la extensión de los brazos al máximo, templando y sobre mandando la embestida de un toro flojo pero sin abrumarle.
Hace posible lo que no puede ser. No solo por derecho, sino con la muleta cuadrada con la zurda sotenida. Interrumpe la tanda pero no creo que habría sido posible ligar más de tres. Tanto que le parte la taleguilla en un nuevo cabezazo que Perera desprecia cuando vuelve por derecho para firmar la obra. Con la espada no lo ve claro, se sale de la suerte no obstante señala un pinchazo hondo arriba, de esos pinchazos que se deben aplaudir. Pero frente a matadores, con facilidad proverbial, despeña tras simple y certero golpe de descabello. Una oreja más que justa.
Un nuevo toro a contraestilo es el quinto, “Álvaro” de nombre. Toro tan soso que reafirma nuestra posición respecto de que éste es un torero de toro grande, por fuera y por dentro. Quizá el péndulo le viene peor a su condición mansa a su flojedad y debilidad.
Por ello la faena, en lo corto pero con pases muy largos y de gran profundidad, es un prodigio de colocación. La ligazón por el lado derecho, tan soberbia es que el toro termina acobardado echándose en el tercio. Ahí las largas pausas dejan al burel encelado sin otra opción más que embestir a pesar de su incapacidad física. Hay tres naturales ligados que el torero interrumpe para pasar a los circulares que brillan soberbiamente en una faena de entrega que se apaga con el deficiente uso de la espada. Tiene un tiempo perdido en la suerte de la cual se sale dos veces.
Las palmas suenan fuerte para Perera en la vuelta al ruedo muy torera y entregada. Después ha de decirme que ha sido la ocasión en que mejor y más cobijado se siente en La México. Es claro, nos gusta el toreo largo y con profundidad. Así a los toreros los volvemos nuestros. Será necesario verle con un toro acorde a su estilo, fiero y enrazado, grande y alto como él. Ojalá.
Las canas de Manolo Mejía no son en vano. Ni tampoco el respeto reganado en la Plaza que le espera callando durante su actuación y que comprende que dado el juego de su lote era imposible banderillear. Gusto nos da que se entienda que más importante que el par es el capotazo, que en el segundo tercio pesa más la eficacia que el lucimiento.
Aún con la lidia a favor de su lote, Mejía estrella ante la mansedumbre, la falta de raza y la flojedad de dos ejemplares que además carecían de algún resquicio de fondo. Lidia con todas las ventajas a favor del toro, sobre la línea en un momento, cruzado en otro y sin brusquedades. Pero las protestas del primero y el ahogo del segundo provocan contrariedad del torero y desesperación por parte de la afición que protesta el juego del cuarto. No hay nada que hacer realmente.
Terriblemente mal José Mauricio. Este domingo pega cinco pasos para atrás. Sin sitio, apresurado y sin plan alguno, menos en el de regalo. Le apodera uno de los ganaderos, así que tampoco haremos leña de ese árbol.
Los toros han tenido nombres alusivos a los caudillos de la Revolución Mexicana. Aunque el auténtico el caudillo de la otra Revolución, la ojedista, es Miguel Ángel Perera. Lo es porque como en ciencia política, la Revolución siempre triunfa.
Ayer los caudillos de “media luna de las astas de su frente” acaban en el paredón. Hasta hubo un “Venustiano”, taurinamente un infausto nombre. De seguir así, como me dice Manolo Peña, quien acabe “carranceado” será el público. Y el aroma del otoño no lo perdonaría.
Twitter: @CaballoNegroII
RESUMEN DEL FESTEJO.
Plaza México. Temporada Grande 2010-2011. Noviembre 14. Segunda de Derecho de Apartado. Más de un tercio de entrada en tarde agradable con calor al principio, cielo despejado y con leve viento en la lidia del cuarto y del séptimo. Ambiente fuera y dentro entremezclado en la lidia con silencio de buen público taurino.
7 Toros, 7 de Los Encinos (Divisa Azul, rosa y verde) 1 de regalo. Variada de pintas y dispareja de presencia. Chicos segundo y quinto. Sin bravura, faltos de raza y casta. Desesperadamente débiles. El de regalo saltó al callejón cayendo sobre burladero de picadores. Solo contusiones sufrió Cesar Morales.
Manolo Mejía (Verde manzana y oro) Palmas y división. Miguel Ángel Perera (Esmeralda y oro) Oreja y clamorosa vuelta. José Mauricio (Turquesa y oro) Silencio, Palmas y Silencio en el de regalo.
Destaca en banderillas Christian Sánchez en la brega Juan Soria y Gustavo Campos, así como Curro Campos a caballo.