Solitaria Plaza, Solitaria Oreja. La 7ma Corrida de la Temporada Grande

Matias Tejela

Por Puntillero

Bajó la entrada. Algo estaba suelto en el remate del cartel de la Plaza México. Me parece más que necesario el gasto de publicidad, más tras los acontecimientos de la semana pasada. Sin embargo, por momentos subió el nivel del ganado con la ya concebida, aunque en menor todo, flojedad. Un festejo cuyo resultado acabó condicionado por el mal manejo del acero de los espadas primero y segundo.

Siempre que hay un toro en la arena, por ese mismo hecho, el espectáculo adquiere mayor interés. La Soledad abonó algo en ello. Era necesario cambiar el aire y traer un hierro tlaxcalteca. Eché de menos toros mejor hechos que primero y quinto, ambos destragados y mal conformados.

Al que abrió plaza lo salvo, increíblemente, que era bastante alto y muy zancudo. Al quinto lo condenaron los masoquistas de arriba de toriles cuando realmente toros más chicos, principalmente de regalo, se han lidiado con mucha holgura sin que nadie reclame. En cambio tercero y cuarto me parecieron en perfecto tipo. El tercero atacado de kilos pero la “media luna de las astas de su frente” veletas y de gruesa cepas dio seriedad e importancia a su lidia.

El cuarto era el mejor reunido de la corrida. Las manos y la badana proporcionadas más la conjunción de sus pitones lo hacían agradable por delante, la largura de su cuerpo y lo extenso de su rabo, casi rozaba la arena, denotaba finura. Un tanto alto, cierto, pero al final embistió con emoción y clase. La corrida en general buscó mirar por encima del palillo como el primero o el ignorado quinto, además de buscar los tableros constantemente.

Otra vez un toro de regalo apareció, otra vez de Jorge María y, aun siendo el más chico y el peor hecho de cuantos ha lidiado ese hierro, se desplazó en la muleta tanto que hubo quienes, errónea y absurdamente, quisieron indultarlo. Efectos “pos guadalupanos” que demuestran lo confundido que puede que esté el público. No discutamos, vayamos a los hechos taurinos.

Construir, crear, inventar lo que aparentemente no puede existir siempre tiene un mérito. Hoy, en la edad que vive el mundo, cuenta mucho encontrar conocimiento nuevo. Descubrir y alumbrar un sendero que no es previamente tangible fue lo que hizo José María Luévano con su lote.

Con el primero, el de Aguascalientes siempre avanzó diligentemente a las rayas en el recibo no obstante las protestas de un toro que salió tosiendo, con las fuerzas por debajo de lo justo. Con él, Luévano consiguió dos tandas valiosísimas por derecho y fuera de la raya, largas y bien rematadas. Pero fue todo. El toro cantó su condición empezando por mirar encima del palillo y hasta morir en toriles. Al matar se salió el torero. Encontrar la muerte así es difícil.

Al salir el cuarto fintó con saltar sobre los picadores como otro de esta ganadería que se quedó atorado. No parecía haber materia prima. Nada claro con un toro que barbea y sale suelto correteando, manseando. Luévano salió de los comprometidos tableros lanceando con efectividad hasta las rayas. El capote de Alejandro Prado comenzó a poner la muestra al llevar al toro al caballo de su hermano José quien picó prolongada pero al final necesariamente. En el tercio de banderillas el toro apretó hacía los tableros y remató en el burladero de la contraporra.

Entonces, tras correrle el toro por dentro del callejón y un pase por alto pegado a las tablas, Luévano flexionó su rodilla toreramente. Primero en el doblón contrario, al siguiente avanzaba lo suficiente para llegar a las rayas con la muleta en la arena mediante la sucesión modélica y edificante de doblones que dejaron al toro servido en la frontera de los medios tras pase de pecho completísimo.

Con el toro metido en el engaño Luévano abrió el compás y decididamente corrió la mano en derechazos de muleta baja y arrastrada, pases largos y templados, rematados sensacionalmente por alto en dos tandas de pleno sabor torero. La México, lógicamente, respondió. El toro fijo en el engaño siguió la tela por el lado izquierdo aunque con menos claridad, José María lo templó en una tanda corta y se adentró a los tableros, justo en el lugar donde pareció entablerado al recibir con el capote. Ahí el toro lo puso cuesta arriba.

De vuelta con la derecha, “Diseñador” salía por arriba y deslucía el muletazo. Aquí eché de menos un toque menos brusco, más amplitud y despaciosidad en el trazo y un terreno distinto. Sin embargo, el torero remontó al correr la mano con temple y lo que pareció diluirse se remató a bueno hasta la posición de ganar una oreja. Misma que, contrario a su gran Temporada 2003, Luévano perdió con la espada de forma más inoportuna.

Cosa contraria ocurrió con Matías Tejela tras un inicio incierto con el segundo, a pesar del valioso remate de los lances de recibo. El madrileño parecía desacompasado, al grado de derrumbar a un toro suave que, en cuanto le encontró la distancia y corrió la mano con suavidad, logró derechazos de gran profundidad con la cintura mecida. Al natural, por el lado bueno del toro, pareció no levantar el trasteo e incluso ponerse todo a la contra. Pero otra vez, estar despacio con los toros tiene su recompensa y la claridad de ideas que Tejela desplegó de mitad de faena en adelante permitió ligar naturales bien trazados que tras buen espadazo al volapié en la suerte natural le pusieron en mano una oreja bien ganada tras remontar y ajustar a tiempo.

En el de regalo, que tras bravear en el caballo se rajó y se dolió terriblemente. Matías Tejela alcanzó a hacerse de sus embestidas y ligar derechazos en los que intercaló valioso toreo al paso en firmazo y cambio de manos que lo hicieron sentir torero. Siguieron naturales pero el burel tendió a doblar contrario y buscar las tablas. Los pases con la izquierda tuvieron largueza, la suficiente para emocionar al colmo de solicitar el indulto. Se está haciendo parte de un festival el tema del indulto, no el de un juicio o reflexión que implica tomar la decisión de perdonar o no la muerte de un toro. Cuidado, si seguimos así… acabaremos en todo menos en una corrida de toros.

Juan Chávez dio esperanzas de templarse y hacer las cosas bien. El recibo y su remate, así como el intenso quite por chicuelinas de mano baja al tercero hicieron albergar esperanzas, más tras el remate girando con sabor y gusto. Pero después sus muletazos se volvieron demasiado cortos ante un toro cabeceante pero con disposición siempre a embestir. Hubiese sido interesante el pase largo y con mando ante un toro que le perdonó el cite tan perfilero y la poca serenidad de pies. Misma historia en el segundo que le pegó voltereta terrible en el quite al quedar descubierto y descolocado en la rebolera. Nunca paró en la muleta ante un astado que se pasó rasgando. Y así nos quedamos.

La luna apareció en el sexto toro detrás del reloj de la Plaza. Menos mal la corrida de San Marcos se lidiará el próximo domingos y no habrá pretextos astronómicos. Abandonar la soledad taurina dependerá en buena medida de encontrar un toro mejor. Ayer, por unos pasajes, pareció encontrarse. No nos olvidemos que de la calidad hay que hacer un hábito no solo un intento. Ojalá que la de ayer no se quede tan solo una solitaria buena intención, como los tendidos de la Plaza.

RESUMEN DEL FESTEJO.

Plaza México. Temporada Grande 2010-2011. Diciembre 19. Séptima de Derecho de Apartado. Menos de un cuarto de entrada en tarde fresca sin viento.

7 Toros, 6 de La Soledad (Divisa Morado y Celeste) El quinto protestado por falta de trapío. Disparejos de presencia, destacaron el segundo, tercero y cuarto. 1 de regalo de Jorge María (Divisa Morado y rojo) Terciado, bravucón en el caballo se rajó al final. Aplaudidos los mencionados de La Soledad, al cuarto se le pidió arrastre lento. Hubo petición desproporcionada de indulto al séptimo.

José María Luévano (Manzana y oro) Silencio y Ovación tras aviso. Matías Tejela (Grana y oro) Oreja, silencio y ovación en el de regalo. Juan Chávez (Hoja seca y oro con remates negros) Saludos con protestas tras aviso y Silencio tras aviso. Destacaron Alejandro Prado y Manuel Zamorano a la brega Sergio González en banderillas. Alfredo Ruiz destacó al picar al segundo.

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