Por Puntillero
La suerte suprema truncó el destino triunfal de una corrida que decepcionó por su presencia, no obstante lo entretenido de su juego. En medio de una tarde fresca y ventosa el largo colmillo, aunado a sus chispazos toreros, colocaron a “El Pana” como triunfador numérico de una corrida con pasajes importantes que incluyeron la frustración estoqueadora de Alejandro Talavante y la remontada final de Arturo Saldívar.
Soportar la exigencia es indudablemente uno de los obstáculos necesarios a superar por parte de los toreros para pasar a una categoría superior. Es decir, uno de los aspectos (no es el único) que marca la diferencia entre los buenos y entre los grandes toreros, entre los que figuran y los que son figuras, es aguantar y superar ese tirón que deriva de la exigencia de toros y público, de lo que implica llevar sobre los hombros el “pesado fardo de la responsabilidad“
La corrida doce, la hora decima segunda, implicaba además de cumplir la empresa con el compromiso de Ley, el vínculo moral con la afición de mantener el nivel del toro de una Temporada Grande que parecía desde hace dos domingos haber encontrado el camino que elevara la emoción estética del espectáculo a la sucesión dramática de emociones despertadas por ejemplo hace ocho o quince días. Esa esperanza se fue diluyendo, al menos en apariencia, al aparecer cada uno de los toros San Isidro. Justo al ver caras lavadas de bondadosa mirada, con pocos pitones, terriblemente estrechos y con aspereza en la salida.
Ninguno se empleó tras saltar a la arena con el capote y encima de ello el viento atacaba terriblemente todos los terrenos de la Plaza México. Me cuesta trabajo entender como a nadie se le ocurrió tirar los pedazos de papel con el fin de ilustrar la posición del viento.
Los arabescos de “El Pana” sirvieron como una inspiradora ilusión que no tuvo mucho de efectividad al recibir al primero, aún menos con el viento a la contra delante de un jovencísimo y deslavado enemigo, tan gris de presencia como el color de su capa. Violento de inicio, recibió dos puyazos. En eso Rodolfo siempre destaca. Facultades le faltan, malicia y colocación le sobran. Ayer “El Pana” vio las cosas antes que pasaran. Por eso dejó que siguieran su cauce natural en banderillas recargado en la barrera. Comenzó entonces la puesta en escena.
Atrayendo todas las miradas se fue a los medios, brindó a la generalidad y dejó (adrede claro) la montera machos para arriba para regresar a las tablas al costado derecho de la puerta de caballos e iniciar con pases cambiados ante un astado que ya en banderillas comenzó a hacer los viajes largos. Atención. Es más importante el capotazo que el par, por ello hay toros a los que no los banderillea el matador. Hubiese sido un absurdo y quizá un segundo tercio de relajo que habría impedido ver al “El Pana” trazar tres derechazos con el toro a más y el viento a aún a mayor.
La gente se comenzó a frotar las manos. Hicieron de lado la poca presencia del toro pues comenzó a meter la cara con emoción aunque abriendo el hocico. El viento hizo que “El Pana” decidido a estar bien, se tapara y espaciara la tanda hasta pasar el vendaval, eso y el movimiento del torero terminaron por restaurar la respiración del toro y fijarlo en la muleta. Cuando al fin regresó pegó tanda sentida y arrebatada abrochada con el de pecho bueno y completo con la zurda. Nueva pausa larga. No se sabía si era solo por el viento. Rodríguez parecía descomponerse hasta que de pronto con el toque a pitón contrario, ventaja o no, ganó pasos hacia delante y tirar una descarga eléctrica con un cambiado por bajo personal que cambió los signos. Tras doble adorno por alto, molinete invertido y media trasera abrocharon la faena.
La estocada de efecto fulminante, hizo que la petición llegara y que “El Pana” agregara a “Galán” de San Isidro a la lista, reducida pero mítica, de los toros que han empatado con el estilo del tlaxcalteca. Pena que ya no sería con el cuarto. Alto y montado, aparentemente mejor presentado pero nada extraordinario. “El Pana” lo vio pronto, no servía para él. No dilató en perfilarse. Tras estocada, hizo uso del descabello que cayó al callejón bajo la contraporra entre los maestros de la lente Ávila y Negrete. Sin embargo, lo despeñó posteriormente de manera efectiva. Hay cosas en “El Pana” que valen la pena, su manejo de la cruceta es una de ellas. División y quizá callada despedida. Hizo mucho más de lo esperado. Paro lo bueno y para lo malo.
Pero la entrada no solo aguardaba a las leyendas sino a la realidad de Alejandro Talavante. Ayer cuajó a “Socio” el segundo, en una faena para la historia. Al toro al que pidieron el arrastre lento, para mi inmerecido por lo incierto, reservón y poco destacado con las cabalgaduras. Es verdad que aguantó una faena de pases iniciales por alto y de redondos imposibles, sobre templados con mano bajísima y cintura absolutamente abandonada. Lo mismo cuando el pase decantaba sobre la curva de su brazo izquierdo rompiéndose en los remates por bajo sensacionales, lo pasaba muy cerca cuajando en una faena que comenzaba a tomar tintes de histórica.
Y lo fue. En cierto modo ocurrió un milagro en el tercio delante de la puerta de caballos, entre un vendaval espantoso y sobre todo en un espacio de quince metros cuadrados, el compás perfecto entre ritmo e inverosímil distancia se sucedía a cada derechazo con el toro encelado, templar encela siempre y eso ocurrió con “Socio” Tanto que volvió a citar para la arrucina que consumó en redondo, no saliendo en línea natural sino prolongando el viaje con el cambio de mano hacía la izquierda en momento de impresionante frenesí. La Plaza se volcó.
Confieso que esa emoción fue la misma que sentí. Imposible no contagiarse. Pero cuando el toro desarmó a Talavante a la salida de un muletazo y éste se quedó en improvisado desplante, sentí al toro tan desprovisto de la mínima posibilidad de transmitir miedo, quizá por el temple y poderío del torero, que quedé con la sensación de que el burel no solo fue falto de trapío aparente, físico, sino de trapío interior. Una reflexión que no resta importancia a una gran faena rematada por manoletinas y con una terrible carencia de temple y claridad al tirarse a matar. A punto estuvo de un desaguisado grave. No sé si la Plaza México no llegó al nivel de locura colectiva que la faena tuvo, o si el desencanto fue mayor tras los pinchazos pues injustamente le pitaron al intentar dar la vuelta al ruedo en detalle de lesa de afición por parte del público.
Luego Talavante se justificó con un burel difícil, el quinto. Violento y áspero, de lidia interesante por lo difícil que puso las cosas y al que sometió con mando y un poder en los derechazos que dejó vacío al toro. El único detalle que señalo es el abuso de las capetillinas. Pero claro, casi siempre escucho que no todos son derechazos y naturales. Otra faena intensa con entrega del público y con gran toreo al natural. De nuevo mató fatal. Por ello regaló, innecesariamente el segundo sobrero, impresentable, donde sentí que su concepto de variedad acabó por agotarse lo mismo que su voluntad al fallar de nuevo con los aceros. El canto de su toreo resulta directamente proporcional al encanto de sus muletazos y, desgraciadamente, en proporción inversa al desencanto que producen sus pinchazos. No olvidemos que la tercera será la vencida. Ojalá.
A Arturo Saldívar, ojalá y no se malentienda esto, le peso tanto el cartel como lo sucedido en los primeros dos toros. Salió el tercero, ese cuarenta y dos que tanto nos gustaba pero me disgustó de entrada lo retacado de sus carnes.
Para nuestra sorpresa comenzó a desplazarse con aspereza e incluso hizo un tercio de banderillas con brincos no precisamente de toro de casta y buscando siempre la tentación de la querencia. No obstante ello, Saldívar brindó y se quedó en los medios para dar todo el campo abierto al inicialmente manso. Cuando el burel hidrocálido se comenzó a desplazar, queriendo inicialmente huir por falta de mando. Arturo iba a velocidad crucero, no a la velocidad requerida por el toro y por la Plaza. Toque brusco, tandas y tandas sin pausa con el cárdeno acucharado que terminó por desbordar. Lo trataron de dulce.
Saltó el sexto. Un toro. No necesitó ni de exagerados cartelones, ni de coloreada capa que tapara carencias de trapío para hacer valer su presencia. Eso sí, también se resistió defendiéndose de salida. Tuvieron mérito los lances al paso de Saldívar y también el quite tras el soberbio puyazo de categoría e impronta de Efrén Acosta hijo, cante grande a caballo. Nunca tapo, toreó y mandó con la zurda. Brindis largo y sentido a “El Pana” Comenzó la faena cerca de la puerta de caballos en el tercio. Utilizó sus largos brazos para templar y mandar, hizo lo preciso al templar y gustarse, algo retrasada la muleta pero ligando en una faena que crecía pues el toro exigía el tiempo que Saldívar por momentos obtuvo y donde se lució principalmente en los remates por alto.
La cosa crecía. Y cuando el toro pasaba hacia los medios tendía a quedarse y en ese tiempo Saldívar daba la impresión que aún le costaba trabajo consumar el muletazo. Por eso cuando se impuso al final, la faena estaba en el momento de entrar a matar. El chocante cambio de ayudado hizo perder tiempo y sus ayudas en el callejón a gritos recomendaban seguir toreando hasta que a punto estuvo de llegar el dislate con la terrible voltereta. Recodé a Gilio con “Chinelo” de Javier Garfias. Siguen los toreros sin seguir la lección de Juan Mora en Madrid. Tras pinchazo vino la estocada y la entrega del público. Oreja justa pero ese toro, que también merecía homenaje, tenía las dos orejas servidas. Será para la otra.
Sí, ayer se cantó al torero. Se canta al toreo. Pero se desencanta al público pinchando más y bajando el listón del trapío así. Lo preocupante es que hace unos años solo hubieran pasado tres de los siete. Cuidado porque al rato en lugar de doce corridas tendremos seis, como en lugar de llenos hoy solamente nos conformamos con tres cuartos. Y los milagros, así, se darían aún con menos frecuencia. Espero y que esto sea solamente un mal pronóstico y que lo que venga sea con el toro por delante.
Twitter: @CaballoNegroII
RESUMEN DEL FESTEJO.
Plaza México. Temporada Grande 2010-2011. Enero 23. Décima segunda de Derecho de Apartado. Un tercio de entrada en tarde fresca con mucho viento. Con este festejo la empresa cumple el requisito de Ley de ofrecer doce corridas de toros ininterrumpidamente. 7 Toros, 7 (uno de regalo) de San Isidro (Divisa Azul rey, amarillo y rojo) Terciados en exceso. Con poca cara, estrechos, ligeros de carnes y muy chicos. Varios fueron anunciados como cinqueños. Ásperos todos de salida. Destacaron en la muleta primero segundo, tercero y sexto; especialmente este último que hizo pelea brava en varas. Merecía el Arrastre Lento. El cuarto fue un toro insustancial más alto que el resto del encierro. Salvo el sexto mansearon en varas y en banderillas. Quinto y séptimo fueron dos ejemplares violentos y ásperos. Se le protestó al ganadero cuando intentó dar la vuelta al ruedo tras la muerte del sexto.
Rodolfo Rodríguez “El Pana” (Rey y plata) Oreja y división tras aviso. Alejandro Talavante (Rosa y oro) Saludos tras aviso con protestas al intentar dar la vuelta al ruedo; ovación y ovación en el de regalo. Arturo Saldívar (Botella y oro) División tras aviso y oreja. Destacaron Rafael Romero a la brega y Diego Martínez en banderillas con el sexto, con el que saludo. Efrén Acosta López picó magistralmente al sexto de la corrida en otro candidato a puyazo de la Temporada.