
El agrio disfraz que se ha -o le han- impuesto a la Plaza de Madrid se cargó la primera parte de la corrida. Y no hablo solo del público sino de lo que rodea catorce toros devueltos, muchos reproches con aún más choques y fricciones que hacen todo menos tener una Fiesta más seria. Pasada la borrasca llegó la cumbre que a punto estuvo de derivar en doble Puerta Grande. Tarde inquietante que elevaron la capacidad de Manzanares y Talavante.
Por: “Puntillero” – De SOL Y SOMBRA.
“Siguen los ignorantes dogmatizando” Decía Don José Jiménez Latapí. Urge un armisticio. Dejemos de lado compromisos y pasemos a lo que sabemos todos es un encierro serio para cada Plaza.
Nueva mezcla de hierros tras baile de corrales y en el ambiente la duda sobre la regulación del espectáculo ¿A quién defiende la autoridad? Y, claro está ¿A quiénes defienden los demás actores del espectáculo? Por algo la borrasca es neblina en medio de embates y gritos.
Madrid en hartazgo quiere de la protesta hacer dogma. Ocurre con los dos primeros de salida. Zumbidos al ver la cara deslavada del primero, con mucha cabeza pero no lo suficiente para convencer a la gente ni a Castella de dejar la mala cara. Ni en el quite con remate enganchado.
Manzanares cambia las protestas iniciales a partir de varios factores, su cuadrilla uno de ellos. Una nueva mancuerna de oro hay en los alfiles de Amores y Trujillo, la impávida torre Blázquez y los poderosos caballos “Chocolate” y Barroso. Fenomenal Juan José Trujillo al no derrumbar con la capa y “Curro Javier” –o sea Amores– en un último par de miedo.
El otro, decisivo, es el poderosísimo basamento sobre el cual cimenta su torería: el temple.
Al toro y su tendencia a tableros Manzanares aventaja en ajedrez taurino. Anticipa intención y alarga la corta acometida. Media altura y trazo largo hacen el trabajo pero sosería y mansedumbre echan a perder la ilusión.
Luce José María aún con un toro corriente y bajo de casta al que imprime largueza en línea recta. Hay un trincherazo de asombro igual que reproches y silbidos. Ganas de perderse, no “lo bueno” que eso es tópico, sino lo mejor, lo que no se discute.
Talavante lo tiene “fácil”. No le protestan al toro. Desgraciadamente tras dos únicas tandas de valía soporta el Parladé explotando la desesperación en la gente.
Con ese tercero la incomodidad del público decreta la presunción abierta que no admite prueba en contrario: Todo torero “expone poco” “Todo toro no astifino es sospechoso” y “cualquiera que pierda las manos no es apto”.
Recuerdo el título de un libro sindicalista: “Ni ladrones, ni merinos” la historia no es monocromática. Ver las cosas como un cuento entre “malos y buenos” o “indios y vaqueros” deja poco de bueno. ¿La segunda mitad salvaría el desastre?
Sale cuarto entre lamentos y sollozos por la crisis de la “Cabeza del Monoencaste” Castella para bellamente a pies juntos, dos por el izquierdo de cartel.
Los signos cambian como el toro, serio y alto. José Chacón muestra que el toro no es ningún tonto y que apretará sino se le llevaba largo y sobre la línea. El último capotazo de Chacón es maravilloso pero Ambel sale como puede del último par antes de cerrar Chacón al astado a una mano bajo el siete. Borrasca misteriosa.
Castella comienza por alto a pies juntos como volviendo a sus mejores pasos antes que el toro clave los pitones. Nueva mueca. Tira hacía los medios y emociona pero le enganchan demasiado, a mi consideración por su colocación. Nótese la queja en el torero.
Los toros, aún del monoencaste, salen a eso a no dejarse. Fuerza la pelea en terreno corto y, en su distancia, gana Sebastián decisión dividida que quizá indica que a la salida del muletazo, acorde a cada toro, hay que mirar al siguiente.
No obstante la oreja, da la sensación que hoy a este Castella solo la raza le salva. La oreja vale por la gran estocada y por obtenerla de un toro que, contrario a lo que el torero esperaba, no se deja. Quizá ahí esté la respuesta a tanto desconcierto.
La tarde a más. Manzanares para a pies juntos con pinturas al delantal, una sobre la raya y por izquierdo fenomenal. Nueva y maravillosa brega de Trujillo mantiene vivas las esperanzas en el burraco que tiene la tentación de pararse.
Girar sobre plantas, torear largo prendiendo adelante en expresión corporal de único imperio, dejan al toro en embeleso por seguir la muleta. Hay un cambio de mano, otro más, de fabulosa conjunción y la sensación de faena grande que se confirma con la izquierda manzanarista de pergaminos.
Muleta cuadrada y verticalidad clásica al natural, desplante torerísimo descalzo. Entrega absoluta. Ni siquiera la falta de pujanza del toro lo impidie.
En Manzanares existe la plena sensación de que su toreo tiene tal pureza y absoluta rotundidad que su caminar entre pase y pase se vuelve el total equilibrio entre quietud y movimiento o como en ese final de faena alternando y contrapunto entre razón con pasión hasta arrancar la vida al toro de volapié sencillamente catedralicio.
La oreja, por fin quita de la cumbre más alta la terrible borrasca amenazadora del buen toreo.
Y la mesa se sirve para el cierre y respuesta de Talavante.
Tuvo que ser con un manso con el que se diese a ligar naturales extendiendo las aparentes nulas posibilidades de otro burraco noble pero soso. De ahí que Alejandro, en plan otra vez grande, fuese al tercio frente a los picadores, bajo el 3, para echar a la izquierda y obligar a pasar al parladeño.
Más cerrado hay naturales maravillosos hacía dentro y hacía los medios, cuando el toro protesta, Talavante gana y obliga templando incluso el cabezazo final. Respeta, hasta en los remates, el pitón izquierdo del toro y la expectación crece pues fuerte es el impacto de la fuerza plástica de su toreo que amenazó ser rota por el arropón terrible de las manoletinas, Castella, director de lidia, llegó al último y sin capote…
Pena que el pinchazo apareciera previo a la entera que antecedió a la entregada vuelta.
La cumbre escalada por Manzanares y Talavante en medio de la borrasca no es menor, es la cumbre de Madrid. La que, a pesar de todo, no se deja ni se presta, que exagera y que caprichosa deja lo mejor para el final.
Qué necesidad de molestar a Las Ventas, y que necesidad de Las Ventas de no “molestarse” en querer ver el toreo.
Pero por algo es Madrid y a eso hay que poderle como la terna hoy que vuelve a salvar de la quema a los que se ahorran la escalada.
Lo malo es que cobran y hablan como si la hubieran escalado. Atrapados indefinidamente en la borrasca.
Twitter: @CaballoNegroII.
RESUMEN DEL FESTEJO.
Madrid. Monumental de Las Ventas. Décima Primera de San Isidro 2011. Lleno absoluto. Rechazados los toros anunciados de Garcigrande. En definitiva, se lidiaron cuatro toros de Parladé, y dos -cuarto y quinto- de Juan Pedro Domecq. Muy justos de presentación, muy blandos y nobles; destacaron cuarto, quinto y sexto.
Sebastián Castella (Malva y oro) media baja. Silencio; gran estocada. Oreja con protestas. José María Manzanares: Estocada entera caída. Palmas; Estocada entera desprendida. Oreja. Alejandro Talavante (Obispo y oro) Pinchazo, estocada y un descabello. Silencio con aviso. Pinchazo, casi entera atravesada y dos descabellos. Vuelta al ruedo tras 2 avisos.
Destacó José Chacón de la cuadrilla de Castella, la cuadrilla entera de Manzanares a pie y Fernando Plaza de la cuadrilla de Talavante.
Una respuesta a “La Cumbre Más Borrascosa – Juntos en el triunfo Manzanares y Talavante en Madrid.”
Muy buena crónica, los tres matadores nos entregaron muestras de su toreo en una corrida que pintaba mal en su primera parte por la calidad de los toros y un público predispuesto a la protesta, Manzanares en momento cumbre, lo vimos en una faena que desde el inicio con los delantales con el capote y posteriormente a pies descalzos con esas tandas de muletazos ligados y cambio de manos, la espada es la firma del toreo de Manzanares y como bien a apuntado el que hoy escribe esta crónica, quizás merezca valor aparte, un detalle que me gustó es el reconocimiento público que le hace a la soberbia cuadrilla que le acompaña. Talavante es un torero que ha ido creciendo y de eso ha dado muestras ya en su anterior actuación que culmina con la puerta grande más emotiva y con sentimiento de la actual feria de San Isidro. Hoy supo entender al toro que tenía enfrente y sin quejarse ni pensar mucho en él, una vez más ha disfrutado de su toreo, supo meter al toro en su muleta con temple, y nos ha deleitado con esos naturales largos, suaves, desmayados, finalizando su faena con manoletinas que nos hacen recordar al príncipe de Galapagar, un susto, y aunque no termina de la mejor manera con la espada, Las Ventas reconoce su esfuerzo y da una bien ganada vuelta al ruedo. El toro de la faena de Castella no ha sido de su agrado, quizás esperaba otra cosa, en el terreno corto no le ha sacado los mejores pases, buena estocada premiada con la primera oreja para él en esta feria.