Curro Vazquez, Ir a Morir a Madrid…!

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Por EL VITO.

Publicado en la Revista ZETA 30 de agosto 2013.

La plaza de Las Ventas es un templo; y lo es, porque en la Plaza de Las Ventas de Madrid se celebran actos litúrgicos.

Se otorgan alternativas con rango de sacramento profesional a los que ejercerán la cátedra taurina como maestros del toreo. En Las Ventas se confirman los doctorados, y la confirmación es liturgia de jerarquía arzobispal y solo las basílicas del toreo la conceden.

También en Madrid el triunfo se convierte en acto consagratorio. El torero que triunfa en Madrid, se consagra; y las puertas de las plazas se abren para él, en todo el universo.

Curro Vázquez una tarde de dos de junio, cuando el mundo de catolicismo celebraba su fiesta grande Corpus Christi, decidió que debía ir a morir en la arena de Madrid.

Triunfar o morir en Las Ventas, fue la consigna de Curro porque tenía necesidad de salir del anonimato de Madrid.

Curro Vázquez un torero nacido en la andaluza Linares, que a pesar de sus orígenes es un torero hecho en y para Madrid. De muy niño se vino a vivir a la Villa y Corte, y de novillero encabezó las estadísticas, y llenó de esperanzas y de ilusiones a los más exigentes aficionados.

Era en su tiempo un emblema, y seguir a Curro una credencial de ser buen aficionado.

Curro Vázquez ha sido un artista con criterio pleno en la realización del toreo, un torero que brindó tardes memorables como novillero.

La tarde del 12 de octubre de 1969 en Madrid, fue la tarde de la alternativa de Curro Vázquez en la arena del barrio de Carabanchel, plaza de barrio, arena de orilla, barrio castizo, barrio de cárcel y con plaza de toros. En aquella plaza y aquella tarde en la Chata, Curro Vázquez recibió un cornalón que casi lo quita de torero.

De aquella cornada del toro Batanero de Barcial, le costó a Curro reponerse. Fue necesario que pasaran años, para que Curro Vázquez volviera a coger el sitio.

En Madrid, en la plaza de Las Ventas, realizó un año la faena de la temporada. Le dieron todos los trofeos y mereció todos los créditos. Fue ese crédito que le abrió las puertas de Lima, la plaza más importante de Sur América en la que conquistó el trofeo Escapulario de Oro del Señor de los Milagros, y lo hizo sin cortar una oreja. Caso único del toreo.

Al siguiente año fue a la Feria de San Isidro, tres tardes. Con gran categoría, como el que más. Fue en plan de figura. Iba recogiendo los laureles del éxito alcanzado a final de temporada.

A los toreros que van en el plan que fue Curro Vázquez a Madrid, los aficionados de la andanada del Tendido Siete, los esperan de uñas.

Ese maldito tribunal de aficionados, ya que hablamos de “templo del toreo”, hace el papel de Tribunal de la Inquisición, pues siendo minoría corrompe la tribuna madrileña. Les exigen hasta la desesperación. Los llevan al patíbulo. Son insensatos e injustos.

Curro Vázquez sufrió los ataques de esa andanada en sus dos primeras presentaciones. La tarde de la víspera de la corrida de Saltillo, acordó con su razón existencial la disposición de morir.

Es que en Madrid, si se desea ser figura del toreo, hay sólo dos maneras de salir de la plaza: a hombros, por el triunfo o en brazos de los asistentes, a la enfermería.

Curro Vázquez salió en brazos de los asistentes a la enfermería tras lidiar su segundo toro de Saltillo. Cuando intentaba torear en redondo, con la mano derecha, el toro prendió por el muslo, lo alzó y le introdujo el pitón desgarrándole el paquete vascular y partiéndole la vena safena. El torrente de sangre tiñó la arena.

Un nudo de terror cortó los gritos de protestas en la andanada y abrió un torrente de exclamación y pánico en las voces de los aficionados de Madrid.

Curo Vázquez había ido a Madrid a triunfar. No estaba dispuesto a que los del Tendido Siete, ni que los gritones del Tendido Ocho, siguieran humillándole. Quería salir por la puerta grande.

Curro quería salir como había salido Paco Ojeda, las dos veces que actuó en ese abono madrieleno.

Paco Ojeda fue otro torero que había vivido el mismo calvario padecido por Curro Vázquez. Ojeda había sido puntero de la novillería y llegó a figurar en la plantilla de la Casa Camará, aquella organización de apoderados y de empresarios taurinos que fundó don José Flores Camará sobre el fundamento de Manuel Rodríguez “Manolete“, organización heredada por sus hijos Pepe y Manolo.

Por alguna razón no conocida. Paco Ojeda no funcionó con Camará. Estaba en el anonimato hasta que se encerró con seis toros en Sevilla. Paco Ojeda triunfó en la Maestranza. Luego lo hizo en Valencia, en festejo de Fallas, y confirmó su éxito en la Feria de Abril sevillana.

Contratado en tres tardes para Madrid; las dos primeras salió a hombros. La tercera, la que tenía que torear en compañía de Antoñete, no compareció.

Alegó que un día antes, en Toledo, un toro le había lastimado. Paco Ojeda no era del corte de Curro Vázquez.

No tenia el arte del rublo linarense. Era más hosco y más arrojado. Su estilo iba a caballo entre Manuel Benítez El Cordobés y Dámaso González.

Un estoicismo encimista que se adueñaba de inverosímiles terrenos para adueñarse de los tendidos.

Es discutible: Usted puede o no estar de acuerdo con el planteamiento de Paco Ojeda, pero tendrá que aceptar que se trataba de un torero de masas, de una gran figura del toreo.

¿Qué es un torero de masa? Nadie lo puede explicar. Es un torero como Belmonte que llenaba la plaza en la época de Joselito o como Chamaco que dejó de ser torero de masas cuando aprendió a torear. Manolete sabía torear y también fue torero de masas. El Cordobés fue valiente e imperfecto y fue torero de masas, las masas no han querido a Dámaso González, que ha sido muy valiente.

Las Ventas por dentro tiene aspecto de templo. Y lo es. Allí van los toreros a consagrarse. Allí se celebra un rito distinto; la liturgia taurina es diferente a la del resto del mundo; no tiene la luz de Andalucía, ni la legendaria de América. Madrid es Madrid y para ser torero de Madrid hay que salir con una disposición para la muerte.

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