Por Óscar López Gamboa*
Felicitarnos a todos los taurinos que el día de ayer primero de diciembre tuvimos la fortuna unos en la plaza México y otros, a través de la televisión de presenciar una verdadera corrida de toros todos ellos cinqueños, con mucha plaza desentonando un poco por su aspecto cari-avacado, el segundo de la lidia ordinaria, que mandaron los ganaderos queretanos de Barralva, derivados del afamado encaste español de Atanasio Fernández, fue un encierro desigual en su comportamiento, cómo en su lidia sobresaliendo los jugados en 1º y 6º lugares de la lidia ordinaria, recibiendo fuertes aplausos en el arrastre el 1º de ellos y, los honores del arrastre lento el que cerró plaza.
Dio mucho gusto ver la gran entrada que produjo el cartel anunciado de tres jóvenes toreros mexicanos de la talla de Joselito Adame, Arturo Saldivar y Diego Silveti, que al sólo conjuro de sus nombres, desataron euforia y expectación entre los aficionados y medios electrónicos e impresos, durante los días previos al festejo y que el día del festejo, estos bizarros diestros, correspondieron con creces a las expectativas creadas en ellos.
Ninguno aunque en apariencia en las entrevistas que concedieron durante la semana demostraban camaradería, el día de la corrida, pidieron y mucho menos dieron cuartel pues los tres, salieron a morirse en la raya antes de claudicar y la muestra, la puso de manifiesto Joselito Adame, que casi al final de una gran faena a su primer toro, llena de clase, entrega y profesionalismo en un escalofriante quite por manoletinas en el mismo burladero de matadores, dando el mensaje a sus alternantes “aquí estoy yo”, fue prendido y sacudido dramáticamente por el astado, que a todo mundo nos hizo pensar en lo peor afortunadamente, no pasó nada que lamentar y el torero se levantó todo aturdido y sin verse la ropa, dio cuenta del toro, cobrando un estoconazo hasta las cintas, rodando el toro de manera inmediata, prácticamente sin puntilla siendo premiado con justicia por el juez, con las dos orejas y con ésa espartana actuación, les dejaba un paquetazo por superar a los otros guerreros.
Vendría después Arturo Saldivar, dispuesto como es costumbre en él, a pelar hasta lo último, por no dejarse pisar la sombra por nadie y le tocó lidiar el toro cari- avacado y de menor trapío que sus hermanos, con mucho sentido y peligroso, que le hizo sudar el terno pero que a base de exponer y estar en la cara del toro constantemente aguantado entre los pitones enormidades, le realizó una muy buena lidia y faena que de no haber pinchado, hubiera cortado una merecida oreja que ya tenía ganada.
Finalmente el menor de la dinastía Silveti, que poco pudo hacer en su primer astado y que con toda seguridad traía las tripas echas bola de coraje por no haber logrado nada en su primer toro, y sobre todo porque Joselito, ya había triunfado y fuerte y Saldivar, estuvo muy bien habiendo perdido un apéndice por fallas con la espada, cerró el festejo con un precioso toro castaño, ojo de perdiz que durante el primer tercio no mostró nada bueno, y que inclusive fue muy mal picado hasta en dos ocasiones, se creía que para el joven Diego, habría otro fracaso más y para buena fortuna de él y de toda la afición, el precioso astado cambió su lidia para bien y el diestro la armó en grande con una faena básicamente por el lado derecho, ante la algarabía de la concurrencia poco intento por el lado izquierdo a pesar de haber ligado buenos pases naturales y, volvió a intentar la faena por ayudados. En lo personal, considero que Diego Silveti, se apresuró en tirarse a matar anticipadamente pues, el morito, todavía mostraba buen son al embestir y cuando menos traía dentro, dos series más de muletazos prueba de ello, que al pinchar el torero en su primer viaje, borró aquel pinchazo, con unos magníficos muletazos por el pitón izquierdo que le jalearon muy fuerte pero volvió a tirarse a matar desaprovechando aquella aún boyantía del toro y lo demás; ya es historia pues, le hizo falta consejo oportuno de su tío Alejandro, dejando ir irremediablemente, un gran triunfo por sus dudas y por la espada.
Quedó plenamente demostrado qué con encierros como el del domingo y con puros toreros mexicanos que no les hicieron el asco a esos toros, la afición respondió inmediatamente y sé volcó en las taquillas de la plaza, para adquirir un boleto; la gran entrada y las faenas que hicieron los tres diestros, puede decirse sin temor a equivocarme, fue una “urgente llamada de atención” para la empresa de la plaza México, para que en lo futuro, le apueste a presentar carteles bien confeccionados con toreros nacionales que siguen en el ánimo de los aficionados, y verdaderos encierros como el del domingo anterior, inclusive con toros de encaste mexicano que también son excelentes, sin necesidad de recurrir al encaste español no porque este sea malo o falto de trapío; sino todo lo contario pues, también en el resto del campo bravo mexicano, contamos con excelentes ganaderías que por desgracia , no están en el ánimo de la empresa capitalina por “caprichos palaciegos” y fobia que les dispensa, las tiene totalmente tapadas.
Como manifiesto en la empresa, está borrar la deplorable imagen que se ha ganado a pulso con sus desaciertos y soberbia que le han sido característicos, a través de los años al señor Rafael Herrerías Olea, ante la opinión pública y devolverle la seriedad, respeto y dignidad de que gozó tiempo atrás la Fiesta del los Toros en la ciudad de México, antes de que él apareciera en escena presentado un espectáculo de verdad con el tipo de ganado que merece sin excepción toda la afición mexicana y, sin humillarse por alegría y convicción, ante toreros extranjeros de los llamados figuras, a los que les ha permitido imponer dolosamente sus condiciones, para no lidiar ese tipo de ganado que allá en su país sin pero alguno y “calladita la boca”, torean cotidianamente hasta en plazas de segunda categoría pues México para su conocimiento, es tan importante o más que el suyo y demostrarles que de “vasallaje” por años, ya fue suficiente que todo tiene un límite y nada es para siempre.
Todos los demás empresarios taurinos mexicanos, deben tener en cuenta, que nadie es indispensable y la prueba, la dejaron manifiesta, en la década de los años treinta y principios de los cuarenta, aquellos empresarios y toreros nuestros, que a raíz del vergonzoso y cobarde boicot taurino que hicieron los toreros españoles, en contra de los mexicanos, al cual atinadamente el matador sevillano Juan Belmonte, llamó ¡El Boicot del Miedo! Permitió que surgiera en nuestro país, la ¡Época de Oro!, del toreo en México pues en ella, los carteles que se presentaban en las distintas plazas de la república, principalmente en la capital mexicana, produciendo las grandes entradas y éxitos artísticos para gloria y fama de nuestra fiesta de los toros, con matadores de la talla de: Fermín Espinosa Armillita, Lorenzo Garza, Luís Castro El Soldado, Jesús y Eduardo Solórzano, Carlos Arruza, Silverio Pérez, Fermín Rivera, Antonio Velázquez, y tantos más que escapan a mí memoria, fueron los artífices de aquella gloriosa época.
Es todo por hoy y hasta la próxima, sí el Divino Creador lo permite.
Dic. 02/2013.
*Ex Juez de plaza Calafia.