Vocación prematura.

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Un guiño a la peña Cocheras y una pasión compartida: la taurina.

Por Ladislao de Arriba.

Cuando hace más de 80 años alguien me preguntaba ¿qué vas a ser de mayor? siempre contestaba que tranviario. Tardé más de medio siglo en conseguirlo.

Fue gracias a la peña Cocheras, que me concedió un tranvía de oro y aún me invita a celebrar su cumpleaños en una espicha, como si uno todavía estuviera para tales trotes.

Ninguno de los especialistas que me atienden (todos, menos ginecólogos y psiquiatras) me permiten espichas, corridas, novilladas, becerradas, capeas, aunque vaya asistido por todos los tranviarios de Cocheras.

Otra fue la Peña Taurina Gijonesa, que gritó un histórico “¡Praderito, hijoputa!”.

Salí de la plaza y antes de ir al periódico pasé por casa de mi madre a pedirle perdón por haberme metido a revistero taurino. Ella, la mujer que más quise y más me quiso, dijo: “Eso es señal de que has triunfado en la crítica taurina”.

Huérfano ya, no quedan más “fans” de aquel Praderito que quiso ser tranviario desde pequeño.

A estas alturas ya no me importa confesar que quien sabía de toros era mi amigo el veterinario Óscar Mori. Yo solamente entendía de toreros, más fácil y menos peligroso.

Felicito a los cocheros por ese su vigésimo quinto cumpleaños recién cumplido. No cumplirán muchos más, porque entre los empresarios, figuras y los ganaderos acabarán con la fiesta.

Y así las cosas, el coso de El Bibio va a terminar, poco más o menos, como terminó el café Dindurra.

Vía: http://www.lne.es/opinion/2014/01/02/vocacion-prematura/1521907.htm

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