
Por Heriberto Murrieta.
Rodolfo Rodríguez ‘El Pana’ celebró ayer su aniversario de alternativa número 35. La recibió en la Plaza México el domingo 18 de marzo de 1979. No obstante que había dejado un gran ambiente tras sus once sensacionales actuaciones en la campaña de novilladas de 1978, que redondeó con el indulto de un novillo de Begoña en el marco de dos manos a manos consecutivos con César Pastor, el empresario Alfonso Gaona programó su alternativa hasta la fecha número 12 de la Temporada Grande 1979.
La tarde de su doctorado encabezó la combinación el centauro potosino Gastón Santos, quien lidió un toro de Heriberto Rodríguez. Mariano Ramos le cedió el primer toro de Campo Alegre, en presencia de Curro Leal. Lamentablemente, Rodolfo no pudo corresponder la gran expectación que había despertado y la bravura de dos bravos toros de la ganadería michoacana de Campo Alegre terminó por desbordarlo. El ambiente de esa tarde era extraordinario y los partidarios del futuro ‘Brujo de Apizaco’, que ya se contaban por miles, vivieron aquellos momentos con una enorme ilusión.
Rodolfo, de 27 años de edad, llegó a la plaza vestido de blanco con bordados en plata y los cabos negros a bordo de una calandria, dejando caer por la nuca su larga y trenzada coleta natural, rematada en un moño de tela negra. Los aficionados nos arremolinamos en la puerta principal del coso para verlo entrar. Iba fumándose un puro y repartiendo a los curiosos su enigmática sonrisa. Minutos más tarde, partió plaza con un capote de paseo con bordados de rosas, la montera en la mano derecha y arrastrando los pies. Serpentinas de colores se le enredaron por la cintura.
Casi 28 años después, el 7 de enero de 2007 en el mismo coso de Insurgentes, con el dominio absoluto de su personaje, una nueva serpentina se abrazaría del empeine de su pie izquierdo durante el teatral y personalísimo paseíllo de su supuesta despedida que, como consecuencia del inusitado exitazo, se convertiría en su mágico resurgimiento.
Así reseñó Carlos León la corrida de marras en una de sus inolvidables ‘Cartas Boca Arriba’: “El panadero de Apizaco, en vez de llegar a la plaza en bicicleta y equilibrando sobre la montera una enorme cesta con teleras, se dio el lujo de llegar a la usanza de la ‘bella época’ porfiriana, en un landó como el que usaban las damiselas que, para la admiración de los currutacos, petimetres y lagartijos, recorrían la calle de Plateros desde la esquina de La Sorpresa hasta las puertas del Jockey Club.
“A esos carruajes los castizos decidieron llamar ‘jardineras’, cuando en el alborear del siglo iban las damas madrileñas tocadas con grandes sombreros que casi tenían más flores que la rosaleda del Parque del Buen Retiro. “Y también los matadores de entonces viajaban así desde la fonda hasta la vieja plaza de la carretera de Aragón, costumbre que hoy ha evocado Rodolfo Rodríguez desde su aposento en el hostal de Manolo del Valle hasta el cercano circo de la colonia Nápoles que, como en El Relicario, que hizo famosa la tonadillera Raquel Meller, “iba en calesa pidiendo guerra”. “Pero, si bien fue un gesto nostálgico y pintoresco, luciendo su enorme coleta natural, que más parecía una trenza de china poblana de los saraos palaciegos del folclórico sexenio, lo de menos hubiera sido que llegara en la antigua carriola de Badú, pues lo importante era lo que iba a realizar sobre la arena. Y en ella, toda su actuación fue balbuciente, explicable en quien tomaba la alternativa, habiendo llenado los tendidos con su personalidad indiscutible, pero desconcertando a muchos con cosas discutibles.
“El Pana se ha hecho matador de toros con el astado ‘Mexicano’ de la vacada de don Alfredo Ochoa Ponce de León, que ha enviado un lote muy bien presentado en cuanto a trapío y con varios de sus ejemplares de bondadosa bravura. Así fue el del doctorado, estupendo para el torero, que no pudo con él. Con detalles sensacionales que provocaban un clamor, pero con torpezas que desataban las rechiflas.
“Pésimo con la espada, llego a escuchar un aviso, mientras se concedió arrastre lento al toro tan lamentablemente desaprovechado. Más tarde, con Serenito, otro burel que vino de las dehesas de Zinapécuaro con más nobleza que un duque, tampoco pudo El Pana justificar la expectación que despertó su alternativa. Cierto que, tanto con el capote como con las banderillas y la muleta, ejecutó cosas que parecían imposibles. Mostró la clase, el aguante, su manera diferente de interpretar el toreo, pero otra vez la faena total se le escapó de las manos. El toro de Campo Alegre fue aplaudido en el arrastre, mientras que para su matador hubo división de opiniones. Cosa encomiable, pues provoca pasiones, quedando en incógnita interesante lo que este singular matador pueda dar cuando madure”.
Aunque la clase que le atribuye el cronista de Novedades no era precisamente uno de los atributos de Rodolfo, lo cierto es que la plaza se llenó al conjuro de su nombre. Después de esa tarde se acentuarían las proverbiales desigualdades del novelesco personaje. Intermitencias, cornadas, broncas, toros vivos, invasiones del ruedo de La México, detenciones, trincherazos catárticos y noches de angustia alcohólica serían el pan de cada día del antiguo tahonero hasta llegar al referido aldabonazo del 7 de enero de 2007, que le dio el nuevo impulso que le alcanza hasta nuestros días para mantener encendida la llamade la esperanza de algo que se antoja imposible: confirmar su alternativa en Las Ventas de Madrid.
Decreto liberticida
El Ayuntamiento de León prohibió la entrada a las corridas de toros a los menores de 14 años. El gobierno no tiene derecho a decidir cómo los padres deben educar a sus hijos, a dónde deben llevarlos y a dónde no. El periódico Milenio recogió las declaraciones de las regidoras Verónica Barrios del PRI y Verónica Manrique del PVEM, quienes dijeron que no se trata de prohibir o tratar de enseñar a los padres a educar a sus hijos sino de “que la sociedad distinga lo que es la sana diversión de la diversión a costa del sufrimiento de los animales”. Desde luego desconocen que la diversión o la emoción en la tauromaquia no radica ni remotamente en disfrutar con el sufrimiento del animal, sino en la creación artística que se produce en el ruedo. Esta es una ordenanza que resulta muy peligrosa porque puede sentar el precedente de otras disposiciones liberticidas.