
Con permiso de los matadores, el frontispicio de esta crónica lo debe ocupar un subalterno, Ángel Otero, que fue el único torero que puso en pie a la plaza toda con un derroche de torería que todavía se está saboreando. Merece, pues, todos los honores, porque no es baladí que un señor con dos palitroques en las manos se invista de gracia y figura, llame al toro desde el centro del ruedo, se acerque a su jurisdicción sin apreturas, haga perfecta la reunión, levante los brazos, se asome al balcón, deje los garapullos en el mismo morrillo y salga andando como si tal cosa… Y así, dos veces. Y la plaza entera saltó movida por el resorte de ese misterio que se denomina emoción.
Seguidamente, Ángel Otero saludó con la parsimonia propia de quien se siente protagonista de una obra singular, recogiendo las mieles de dos momentos gloriosos, de esos que valen su peso en oro porque quedan grabados en la memoria de los sentimientos.
El suceso ocurría en el sexto toro, cuando tocaba a su fin una corrida de Fuente Ymbro cargada de interés, y que dejó la impresión de que ofreció mucho más de lo que sus matadores fueron capaces de recoger.
Uceda, Curro Díaz y Tejela componen un cartel añejo; los tres han sido y siguen siendo eternas promesas; los tres, buenos toreros que nunca han acabado de romper en la condición de figura que seguro han anhelado.
El más joven, Matías, cumple su undécima temporada como matador; Uceda, 18, y Curro, 17. Si en ese tiempo ninguno de los tres ha alcanzado la meta de sus sueños, es lógico que ayer estuvieran por debajo de la muy noble corrida de Fuente Ymbro.
El tiempo es implacable y marchita la inocencia; se desvanece el ímpetu de la juventud, se acomodan el cuerpo y el espíritu, y cuando surge una oportunidad —por ejemplo, la de ayer—, suele sorprender con la guardia baja, las fuerzas justas y la ilusión marchita.
Quién sabe si esta es la verdad, pero esa fue, al menos, la impresión que ofrecieron los tres. Uceda le cortó la oreja a un primer toro de sueño que le ofreció la dos; y la que paseó el torero fue de bisutería. ¿Estuvo mal? No. No estuvo todo lo bien que el toro requería. Tres naturales fueron de categoría, y un par de redondos, y un cambio de manos y uno de pecho largo y sentido. Pero el toro era pura y noble codicia y prontitud, y regó la arena de clase y dulzura.
Uceda, por su parte, fue un hombre de poca fe, y se conformó con dejar la miel en los labios. Deslucido fue el astifino cuarto, y el torero volvió a sus cuarteles, a ser el mismo buen torero que nunca romperá.
Nadie le podrá negar a Curro Díaz su elegancia y sus buenas maneras, ni su tendencia a ser ventajista. Es torero de destellos más que de faenas. Un trincherazo en su primero, otro largo de pecho en el quinto, probaturas diversas, el aire que no acaba de cogerlo, poco fuelle de sus dos toros y otra feria que se le va con más pena que gloria.
Y Matías no cree en sí mismo. De calidad suprema fue su primero, y él lo acompañó como pudo. Tiene clase y se le nota, sobre todo, en los adornos. Torear, lo que se dice torear, no lo hizo, a excepción de un par de derechazos estimables. El sexto se desinfló después del trascendental tercio de banderillas de Otero. Normal…
FUENTE YMBRO / UCEDA, DÍAZ, TEJELA
Toros de Fuente Ymbro —sustitutos de los anunciados de José Luis Pereda, rechazados—, bien presentados y mansurrones. Nobles y de gran calidad primero y tercero; nobles y de escasa codicia, segundo y quinto; desclasado el cuarto, y desfondado el sexto.
Uceda Leal: estocada (oreja); estocada caída y dos descabellos (silencio).
Curro Díaz: estocada caída (silencio); metisaca y estocada perpendicular (silencio).
Matías Tejela: pinchazo hondo —aviso— y tres descabellos (ovación); pinchazo hondo y tres descabellos (silencio).
Plaza de Las Ventas. 26 de mayo. Decimonovena corrida de feria. Casi tres cuartos de entrada.
Via: http://cultura.elpais.com/cultura/2014/05/27/actualidad/1401221860_198981.html
UCEDA Y SU OREJA ANUAL
Por Carlos Ilián.
En el baile de corrales originado por los toros rechazados de Pereda, salimos ganando con el cambio. Por una vez, y ojalá sirva de precedente, la corrida sustituto permitió una tarde entretenida, con la duración justa y algunos momentos brillantes. Un cambio afortunado.
Resulta pues que Fuente Ymbro, que no estaba anunciada para Madrid con una corrida de toros, tenía por ahí seis ejemplares sobrados de presentación y que además se movieron y tres de ellos, 1º, 2º y 3º, metieron la cara de verdad. Uno se pregunta: ¿por qué en vez de traerse la corrida de Pereda, que fue rechazada, no se compró desde un principio esta de Ricardo Gallardo, que la sustituyó?
Si todas las corridas que se lidien en San Isidro salieran como esta última, la feria tendría un notable alto. Me quedo con ese tercer toro de clase infinita, que hacía el avión y al que Tejela ejecutó por el pitón derecho ese insoportable toreo de ahora de patita retrasada y juego de cintura. Lo mejor y más de verdad, una tanda de naturales, sin ventajismos esta vez. El sexto salió con mucha bulla y luego se desmoronó después de dos puyazos.
Uceda Leal echó mano de su indiscutible clase para componer una faena al primero de exquisito gusto y muletazos por el pitón izquierdo muy reunidos y rematadísimos. La estocada, de las suyas, le valió una oreja, que fue protestada por un sector, aunque no es de las que hieren la sensibilidad. Una más, sin historia y sin pecado. En el cuarto, que manseó de lo lindo quiso, pero no pudo.
Curro Díaz dejó gotitas de almíbar en sus dos toros, que se apagaron pronto. Aunque con este torero siempre nos queda la sensación de su poca picardía, porque tiene calidad de sobra para compensar esas carencias del toro con muletazos de maquillaje, por ejemplo trincheras y ayudados por bajo, que tanto gustan en esta plaza. Puede que, en el fondo, sea eso: una cuestión de falta de fondo del torero.
Leer más: Uceda Leal y su oreja anual – MARCA.com
En el baile de corrales originado por los toros rechazados de Pereda, salimos ganando con el cambio. Por una vez, y ojalá sirva de precedente, la corrida sustituto permitió una tarde entretenida, con la duración justa y algunos momentos brillantes. Un cambio afortunado.
Resulta pues que Fuente Ymbro, que no estaba anunciada para Madrid con una corrida de toros, tenía por ahí seis ejemplares sobrados de presentación y que además se movieron y tres de ellos, 1º, 2º y 3º, metieron la cara de verdad. Uno se pregunta: ¿por qué en vez de traerse la corrida de Pereda, que fue rechazada, no se compró desde un principio esta de Ricardo Gallardo, que la sustituyó?
Si todas las corridas que se lidien en San Isidro salieran como esta última, la feria tendría un notable alto. Me quedo con ese tercer toro de clase infinita, que hacía el avión y al que Tejela ejecutó por el pitón derecho ese insoportable toreo de ahora de patita retrasada y juego de cintura. Lo mejor y más de verdad, una tanda de naturales, sin ventajismos esta vez. El sexto salió con mucha bulla y luego se desmoronó después de dos puyazos.
Uceda Leal echó mano de su indiscutible clase para componer una faena al primero de exquisito gusto y muletazos por el pitón izquierdo muy reunidos y rematadísimos. La estocada, de las suyas, le valió una oreja, que fue protestada por un sector, aunque no es de las que hieren la sensibilidad. Una más, sin historia y sin pecado. En el cuarto, que manseó de lo lindo quiso, pero no pudo.
Curro Díaz dejó gotitas de almíbar en sus dos toros, que se apagaron pronto. Aunque con este torero siempre nos queda la sensación de su poca picardía, porque tiene calidad de sobra para compensar esas carencias del toro con muletazos de maquillaje, por ejemplo trincheras y ayudados por bajo, que tanto gustan en esta plaza. Puede que, en el fondo, sea eso: una cuestión de falta de fondo del torero.
Leer más: Uceda Leal y su oreja anual – MARCA.com
En el baile de corrales originado por los toros rechazados de Pereda, salimos ganando con el cambio. Por una vez, y ojalá sirva de precedente, la corrida sustituto permitió una tarde entretenida, con la duración justa y algunos momentos brillantes. Un cambio afortunado.
Resulta pues que Fuente Ymbro, que no estaba anunciada para Madrid con una corrida de toros, tenía por ahí seis ejemplares sobrados de presentación y que además se movieron y tres de ellos, 1º, 2º y 3º, metieron la cara de verdad. Uno se pregunta: ¿por qué en vez de traerse la corrida de Pereda, que fue rechazada, no se compró desde un principio esta de Ricardo Gallardo, que la sustituyó?
Si todas las corridas que se lidien en San Isidro salieran como esta última, la feria tendría un notable alto. Me quedo con ese tercer toro de clase infinita, que hacía el avión y al que Tejela ejecutó por el pitón derecho ese insoportable toreo de ahora de patita retrasada y juego de cintura. Lo mejor y más de verdad, una tanda de naturales, sin ventajismos esta vez. El sexto salió con mucha bulla y luego se desmoronó después de dos puyazos.
Uceda Leal echó mano de su indiscutible clase para componer una faena al primero de exquisito gusto y muletazos por el pitón izquierdo muy reunidos y rematadísimos. La estocada, de las suyas, le valió una oreja, que fue protestada por un sector, aunque no es de las que hieren la sensibilidad. Una más, sin historia y sin pecado. En el cuarto, que manseó de lo lindo quiso, pero no pudo.
Curro Díaz dejó gotitas de almíbar en sus dos toros, que se apagaron pronto. Aunque con este torero siempre nos queda la sensación de su poca picardía, porque tiene calidad de sobra para compensar esas carencias del toro con muletazos de maquillaje, por ejemplo trincheras y ayudados por bajo, que tanto gustan en esta plaza. Puede que, en el fondo, sea eso: una cuestión de falta de fondo del torero.
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Una respuesta a “San Isidro 2014, decimonovena corrida de feria: Dos pares de torería.”
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