Para muchas personas que nunca han pisado una plaza de toros pero saben que la tauromaquia constituye una referencia de primer orden y una nota de identidad cultural para algunos de sus amigos o conocidos, y que lo era en cualquier caso para nuestros antepasados. Las diferentes localidades cubren todos los estratos sociales y por eso cuando la voz colectiva se divide o se unifica, debemos parar oreja.
El día de la Corrida de Beneficencia en Las Ventas en Madrid el miércoles 4 de junio de 2014, asistió Juan Carlos I rey de España a presidir desde el palco real el festejo y a despecho de algunas protestas, lo que prevaleció fueron los vítores para el rey, durante la corrida en la que actuaron El Juli, Fandiño y Talavante con una buena corrida de Alcurrucén propiedad de los Hermanos Lozano. El resultado taurino fue de una oreja para los dos primeros y para Talavante, ovaciones ante un encierro de comportamiento variado pero que mantuvo el interés de la concurrencia en la plaza y en las pantallas (como fue mi caso) en lo político.
Recordé por ejemplo el día que acudí con Bruno Newman al partido de la final de Copa del Rey en el Estadio Vicente Calderón, entre Barcelona y el Atlético de Bilbao (recién había pasado el incidente de la cacería de elefantes). Los cantos de “un elefante se columpiaba” recorrían el estadio lleno y con el futuro soberano de España Felipe aguantando vara, esto fue en mayo de 2012, ignoramos lo que pasaría en un estadio de fútbol ahora con Juan Carlos I en su despedida, en los toros en Madrid, le fue de bandera.
También recordé a Federico Pizarro que le brindó la lidia de su primer ejemplar al jefe de gobierno del Distrito Federal, Cuauhtémoc Cárdenas. Casi 40 mil espectadores pitaron este brindis en una manifestación inusitada de repudio popular. Pese a que Pizarro quiso componer la situación brindando al respetable la muerte del descompasado cuarto al que recibió de hinojos con dos largas cambiadas, nada pudo hacer. No sólo por la mala calidad del animal sino por el malestar que aún prevalecía en los tendidos. El cartel completo de aquella fecha del 8 de noviembre de 1998 fue con el renovado Miguel Abellán y el que se despidió en Juriquilla al lado de José Tomás, Fernando Ochoa quién fuera el triunfador de aquella tarde.
Hasta la temporada pasada hubo reencuentro entre el torero capitalino y la audiencia de La México, el ingeniero a partir de aquella fecha probablemente comprendió, lo complicado que le iba ser convertirse en el presidente de nuestro país a futuro aunque contendió (y perdió) en el 2000 contra Vicente Fox y Francisco Labastida, con el resultado de todos conocido del triunfo de Vicente.
Se dice que de toros, política y religión conviene no discutir, pero que más picante que hacerlo sobre cualquiera de esos apasionantes temas. El futuro ubicará si la monarquía española se fortalece o bien como algunas voces claman es momento de una república y la anécdota de la despedida de Juan Carlos I en la Corrida de Beneficencia de 2014 en Las Ventas de Madrid se usará como referente, que se pudiera contrastar con la asistencia a los toros del futuro monarca Felipe VI. Su abuela la Condesa de Barcelona, madre de su papá era asidua y además gran partidaria como la discutida Duquesa de Alba a Curro Romero.
Por otro lado destacar en el cierre de la Feria de San Isidro más larga de la historia, al toro Zahonero de Miura cuya bravura codiciosa en la embestida cautivó al público de Madrid en el regreso de la mítica ganadería de Miura después de casi una década de ausencia. La ganadería provocó con los toreros el lleno de “no hay billetes” Para comprobar que el toro sigue siendo el eje de la fiesta.
Y me despido, contando una anécdota del Ciclón Carlos Arruza y el adolescente Juan Carlos I en Portugal y aunque es difícil comprobar la veracidad, se consigna que en aquella época conoció al futuro Rey de España Don Juan Carlos de Borbón, cuyos padres, los Condes de Barcelona, pretendientes al trono de España, residían entonces en la localidad de Estoril, próxima a Lisboa, en una especie de exilio al que les tenía sometido Francisco Franco. Al parecer, cuando Carlos Arruza toreaba en la preciosa plaza Lisboeta de Campo Pequeño, le “colaba” en la plaza haciéndole pasar por uno de los miembros de su cuadrilla, cuando Juan Carlos tenía casi doce años. De ser cierta menuda historia de tiempos idos y tiempos por venir, así es la vida.