De SOL y SOMBRA – Redacción.
El toreo está de luto con la muerte de Jacobo Zabludovsky, un apasionado a la fiesta brava, asistente frecuente a la Plaza México y que lo mismo disfrutaba de una corrida, que de hablar y escribir sobre el tema cada que tenía oportunidad.
Recordamos una entrevista que dio el Maestro Jacobo Zabludovsky, para la estación noticiosa radiofónica Formato 21, en el segmento conducido por Carlos González, tras la muerte del Faraón de Texcoco y en donde definió a Silverio Pérez como: “El último de los grandes toreros que dio México. Cuando se rompió el convenio taurino con España, en los años 40, se dieron los grandes carteles con toreros mexicanos; la fiesta en España sufría una baja por la Guerra Civil; muchas ganaderías se acabaron o sufrieron daños. Los toreros estuvieron en la guerra y no había temporadas formales; entonces los toreros españoles no venían a México ni los mexicanos iban a España. Los carteles se dieron sólo con toreros mexicanos; hubo grandes carteles, y Silverio siempre era garantía de que sería una corrida interesante. Es el último no sólo de los grandes toreros, sino de las grandes personalidades del México de la primera mitad del siglo XX”.
Zabludovsky agregó: “Era un maestro, sobre todo en el momento previo en perfilarse a matar, cuando preparaba al toro para la muerte. Tenía un gran dominio”.
Jacobo menciona en aquella ocasión que el matador pertenece a una generación de mexicanos destacados: “Como la Generación del 27 en España, aquí se dio la generación posterior a la revolución, a mediados del siglo XX, con grandes pintores, escultores, poetas, artistas, directores de cine, cantantes, compositores; gente destacada en todos los medios. Ahora hay una mediocridad en la que ninguno alcanza la dimensión de un Octavio Paz, de un Martín Luis Guzmán, de un Juan Rulfo o de un José Clemente Orozco, o de un director como Emilio Fernández, o artistas como los hermanos Soler, Joaquín Pardavé, Cantinflas en su mejor momento. Y de toreros, dónde hay un Lorenzo Garza, un Fermín Espinosa, un Silverio Pérez o un Luis Castro, El Soldado“
En otro momento de la entrevista que dio Zabludovsky, opinó que la vida fue generosa con Silverio Pérez: “Fue generoso con él porque lo merecía; fue un buen hombre, muy unido a su familia. Fueron 75 años de unión, de amistad, de caminar juntos, de una vida sencilla. Murió en su casa, en un barrio de Texcoco que se llama Pentecostés; la casa se llama finca Silvita, en honor a su hija Silvia. Disfrutaba mucho la plática; yo escuché 50 o 60 veces alguna de sus anécdotas y cada vez me hacían gracia”.
Fue Silverio Pérez quien sacó la cara por el toreo mexicano, cuando nadie parecía hacer sombra a Manuel Rodríguez, Manolete.
A pesar de que el periodista Jacobo Zabludovsky no quiso contar ninguna anécdota de Silverio Pérez, recordó: “Uno de sus mejores amigos fue José Pagés Llergo, el director de la revista Siempre!, el más grande periodista, según yo, del México del siglo XX, con quien nos reuníamos a comer con mucha frecuencia. De ahí viene el sobrenombre de compadre, porque dicen que en un viaje a España, en barco por supuesto en esa época, iban Silverio y el maestro Pagés, y en el barco iban unas muchachas; entonces se tomaron algún café o una copa, y el maestro Pagés les compró unos ositos de peluche, un regalo inocente, pero entonces ahí se hicieron compadres, por los ositos de peluche que les entregaron a las muchachas. Otro de sus amigos fue Gabino Lombana, quien es el presidente de nuestra peña taurina; también fueron sus amigos ganaderos, empresarios taurinos, gente de su pueblo, de Texcoco. Me estoy acordando que hace aproximadamente un año yo inauguré, él me pidió que inaugurara en la plaza central de Texcoco, un gran monumento de Silverio toreando; yo develé el lienzo con el que estaba cubierta esa estatua”.
Adiós a un grande
Adiós al Jacobo taurino (hasta el final conservó cintura de matador) y amante del tango. Sus últimos años en la radio fueron una vuelta a los orígenes más elementales de la profesión.
Había algo de retorno a la raíz del oficio, como cuando le preguntó al reportero que había presenciado el disparo a Colosio si la señora del candidato estaba a la mano. Solo quería hacerle una pregunta. Esa es la esencia del periodismo: no saber nada y preguntarle a alguien que lo sabe todo.
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