Banderillas negras por tercera vez en la historia de la Plaza México y por segunda en la década. La injusta y precipitada decisión de la “autoridad” no refleja lo realmente acontecido en ese lastimosamente célebre sexto toro, sino tal vez lo ocurrido durante cinco turnos a la ganadería de De Haro: poca presencia y lastimoso, por manso, juego. Reaparecen las rebajas marca Jesús Morales, el peor Juez de Plaza que ha pasado en lo que va del siglo en la Monumental, regala la salida a hombros a José Luis Angelino y pone en entredicho no solo su capacidad taurina sino la que en lo taurino ejerce el Gobierno en esta Ciudad.
Por: Luis Eduardo Maya Lora – De SOL Y SOMBRA. Plaza México.
Se juntan la mansedumbre con las ganas de salir huyendo.
Aparece la cara alta, la tardanza en el cite, la falta de raza y la aburrición general. A esto sumemos que la Afición tiene la mala suerte de que el encierro de De Haro, que no corre completo, es lidiado por tres diestros con diversas y variadas limitaciones, así como el colmo de caer en las garras –manos es poco- de una autoridad encabezada por Jesús Morales y secundada por Juan Vázquez cuya incapacidad, ausencia de personalidad y minúsculo criterio tienen secuestrado todo intento de restauración taurina.
Así las cosas De Haro se derrumba superlativamente.
Falla en lo que nunca fallaba: la presencia.
Falla en lo que sospechamos en el pasado: la bravura.
Y nos pesa mucho decirlo, porque aun tenemos en los ojos y en el sentimiento la bravura inacabable de “Referente” la Temporada Chica antepasada, la emoción de “Gonzalero” hace dos Temporadas Grandes y, sobretodo, la palpable esperanza de la Afición. Todo se va por la borda empezando por lo desigual y corta de la corrida, tanto en las cabezas de los toros como el propio remate de sus carnes.
En fin, justificaciones habrá, lo cierto es que la cosa no ha comenzado del todo mal. Principalmente cuando el que abre festejo regala embestidas por bajo de salida incluso el inexplicablemente acartelado Víctor Puerto logra bajar los brazos pero al dejarse enganchar comienza a echar a perder todo. Se anima por lances al paso pero, en vez de cuidar la lidia en el segundo tercio, se preocupa menos y para cuando se anima al inicio del último tercio, el toro le aprieta y le pone en predicamento.
Aun consigue sacarlo de tablas otorgando los adentros, luce y remata con molinete pero es todo. No cabe duda que a alguien muy importante habrá metido al engaño el manchego, astuto tanto en los despachos como en el ruedo, donde hábilmente no para los pies, no le puede al cárdeno y la cosa que va para bronca acaba en solo rechifla, parece que a la Afición también le han quitado la casta.
Esto se replica en el cuarto donde sin decoro alguno Puerto es incapaz de lidiar con la mansedumbre y la falta de celo por el engaño en otro mitin que nos demuestra que un torero así claramente no está por el mérito sino por la recomendación.
La viva antítesis del mérito.
Pero así está el toreo, solo en un ambiente tan enrarecido como en el que se encuentra la Fiesta entendemos la salida a hombros de José Luis Angelino. Siempre dispuesto, cierto, aunque poco resuelto. Enfrenta a un astado sanmarqueño, hierro jalisciense que por segundo domingo seguido enmienda la corrida y que trae lo único destacable.
Pero Angelino no se entiende desde la larga cambiada de inicio.
Cita “por aquí” y el toro sale “por allá”.
Entonces todo es querer, en banderillas por ejemplo, con la cabeza arriba, consigue un buen segundo par y otro arriesgando por dentro. Pero en la muleta, pese a su trazo con temple ocasional, le engancha un toro que sale con la cara arriba pero que crea la interrogante de saber qué habría sido si el tlaxcalteca tira menos hacia fuera y lleva más en la línea en el cite, menos pendiente de salirse y mucho más comprometido de que el toro no se vaya, pena porque el de San Marcos podría haber sido mejorado por el torero.
Por eso Angelino termina increíblemente desarmado, por un toro ante el que debió estar siempre por encima pese a que parece haber estado lastimado de la pata izquierda. Afortunadamente, el monedero electrónico de Jesús Morales lo salva sin importar el espadazo tendido y trasero: viene la primera oreja.
Protestada, como iba a tener que ser.
Angelino se encuentra con el único de De Haro que sigue el engaño pero que no nos engaña. El anovillado quinto va por el trapo pero siempre con la cara arriba, doblando contrario varias veces y sin el mínimo interés de tomar la muleta repetidamente con raza, con los rasgos que hacen del toro de lidia diferenciarse del que no lo es.
José Luis Angelino lo intenta con el capote, con banderillas pese a demorar horas, cierra con un gran par al violín pero, a fin de complacer a la complaciente asistencia, se va a los medios al chocante pase cambiado que resulta movido.
Ahí entonces, en una faena con muchos muletazos, algunos moviéndose otros deslucidos por el extraño modo del toro Angelino no es capaz de tapar el ojo contrario sin que le enganchen, se queda en el intento, opta por manoletinas y pese al pinchazo viene la segunda oreja que ya no iba a dar el Juez Morales pero sabrá Dios por qué razón afloja.
En el último momento.
Jesús Morales y su incapacidad se anotan otro triunfo.
Porque lo de las banderillas negras ha sido más que un cuento.
Sobre todo teniendo en cuenta que el sainete del segundo tercio en el sexto ha tenido como resultado que el toro, gracias a los oficios y mañas de Don Carlos Domínguez Márquez casi en la Puerta de Toriles, pudiera sangrar. Claro que el astado se repucha dos veces de cada caballo pero no menos cierto es que también sangra y alcanza a ser picado en la querencia. De lo contrario las banderillas negras eran perfectamente adecuadas.
La pésima valoración del Juez pone en entredicho su criterio taurino.
Al parecer, paupérrimo.
El sexto, encuentra a las temibles cuadrillas con las viudas entre manos.
El petardo sobreviene cuando Diego Martínez, para variar, no calcula la extensión de los palitroques y se ve sorprendido por el astado que le pega tremenda voltereta y lo deja fuera de combate. Completado el tercio el condenado a dos pares de negras es tan pastueño como sus hermanos y a lo mejor hubiese podido embestir de un modo distinto de no encontrarse con Pepe López, cuya actuación ante el cuarto deja igualmente dudas.
Su trazo siempre frágil, su quietud de cristal y su aparente displicencia poco abonan para la historia del festejo. La suerte de este año taurino en La México parece cambiar realmente justo cuando se acaba.
Esa es la mejor noticia, el 2015 para la Plaza México ya acaba.
Esperemos que el año nuevo nos traiga el apagón pero de la mansedumbre, muy activa en este 2015 que no olvidaremos, que no será fácil dejar atrás y que, como casi siempre pretende la mansedumbre, trata de llegar para quedarse.
Solo una cosa la puede alejar de nuestro destino, el rigor, dentro y fuera del ruedo.
Aquello que indubitablemente encuentra su complemento en la verdad.
Que esperemos tampoco se encuentre, analógica o digitalmente, apagada.
Texto: @CaballoNegroII.
RESUMEN DEL FESTEJO.
Plaza México. Temporada Grande 2015-2016. Domingo, Diciembre 27 de 2015. Décima Primera de Derecho de Apartado. Menos de Un Tercio de Plaza en tarde fresca de cielo despejado pero con viento molesto en diversos pasajes de la lidia. Fatal la Autoridad al regalar los trofeos malbaratando la categoría de la Plaza.
6 Toros, 5 de De Haro (Divisa Tabaco y Oro) Sospechosos de cornamenta. Desiguales en presencia, variopintos mansos en general y descastados, siempre con la cabeza arriba y frenando la embestida, peligroso el primero, el sexto es indebidamente condenado a banderillas negras; y 1 de San Marcos (Divisa Azul Rey, Blanco y Amarillo) lidiado en segundo lugar y aparentemente lastimado de la pata izquierda. Estrecho, destragado con recorrido por el pitón derecho, no obstante su cara arriba.
Víctor Puerto (Palo de Rosa y Oro) Pitos tras Aviso en Ambos.
José Luis Angelino (Malva y Oro) Oreja con protestas en ambos.
Pepe López (Turquesa y Oro) Silencio y Silencio tras aviso.
Fatal las cuadrillas toda la tarde. Banderilleando a la media vuelta y con ventajas, varios banderilleros caminando por dentro del callejón sin agacharse afectando la lidia. Diego Martínez, de la cuadrilla del tercer espada, resulta empitonado y con un puntazo en el tobillo y un golpe en la rodilla al no poder banderillear con palitroques negros al sexto.