RECAPITULANDO: La Zurda de Escribano – Triunfa Confirmante en Marasmo de Mansos.

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Parece una maldición, un repetido argumento: la falta de sustancia se está cargando la Temporada, las citas grandes y la historia de la época actual no tendrá la importancia de lo medular por la terrible ausencia de la casta, la raza y la bravura, así como la desigualdad de la presencia de los encierros. Ante ello, solo la capacidad de Fabián Barba, malograda con la espada, sumada a la tremenda claridad de Manuel Escribano han traído lo único digno de recordar en medio de un público tan a la deriva como el propio ciclo de la Monumental.

Por: Luis Eduardo Maya Lora – De SOL Y SOMBRA. Plaza México.

Si dejamos de lado la actuación de Víctor Mora, tristemente desentrenado y medroso con su primero, ignorado por el hastío y la decepción, la distracción y el poco taurinísimo de la mayoría de la asistencia en el sexto, tendremos que la nueva decepción dominical se centra en la fea, basta y mansa corrida de La Punta.

Un catálogo de todo lo que un taurino no debería querer para una plaza como La México.

Pero hoy, al buen aficionado, solo le quedan los deseos, los recuerdos, la eterna esperanza, la desconfianza y la amarga experiencia de que a cada domingo que pasa, algo falta, la bravura escasea más que nunca y las corridas no traen a la Afición las respuestas ansiadas ni formulan a los toreros las necesarias preguntas de rigor.

Por eso el primer punteño es con justicia, dada su justeza, protestado.

Muy chico, pobre en todo aspecto, ceniza su expresión, ya sabemos “cortito”, “zapatito”, “estrechito”, “cortadito” y… tiemble Usted cuando oiga a un taurino utilizar respecto del toro bravo diminutivos, cuando el toro debe ser la majestad –mayor, grandeza, superioridad- y no la vergüenza de la cortedad, lástima que a Manuel Escribano le toca lidiar con esto.

Qué pena con las visitas.

El rabito de este astado delata varios de sus vicios en su apariencia, por ello, los lances templados, siempre delante de Escribano al recibo, no son coreados, al contrario, los cabales, si caben, aun protestan, llega el puyazo y se resignan, ya no aprietan e incluso corean las chicuelinas siempre gustosas y brillantes.

Lo mismo que su fácil, bien lograda pese a la tardanza del entrepelado, de dos cuartos y un par al violín de desesperante, por morosidad en el toro al cite, preparación.

Aun así, el torero de Gerena, de casta y raza infinitas ante el toro que lo requiere ha sabido, ante el toro que requiere no ser atacado, utilizar su planta quieta para dotar de temple la casi rota embestida del burel que comienza cayéndose en el tercio, que acaba tomando la muleta a regañadientes imantando de temple con la derecha. Escribano, también de Gerena, sin tener lo que a Daniel Luque le viene natural por gracia de Dios, tiene el fuego de la intensidad de la forja y la calma de la brisa de la marisma.

Hace que el punteño camine, torea con sabor y poco a poco, deja el trapo en el testuz, cambia los pitos iniciales por la ausencia de trapío y la desesperación en banderillas, momentáneamente, en el olvido. Solo los pinchazos despiertan a la gente y todo queda en saludos.

Y si somos honestos, de no ser por que el confirmante espléndido entiende al reservón quinto que de salida pone el freno, al que hay que rogarle para que embista, de no ser porque Manuel Escribano evade ahogarse en la trampa de la mansedumbre y de la falta de raza, tan solo de salida el toro se niega a embestir, el festejo habría sido en su conjunto un muestrario de todo lo que no debe tener una tarde taurina.

El tercio de banderillas es de ritmo ejemplar.

Se muestra desde lejos, despacio, alterna lados, primero al cuarteo igualados primero por derecho luego, algo pasado, por pitón izquierdo y cerrando, al hilo de las tablas, al violín. Aviva y evita la inhibición en la embestida. Escribano deja las cosas listas para el último tercio donde, sin atacar de más, hace al toro tomar el engaño abajo sin dejar que pare.

La mansedumbre es expresa pese a que algunas embestidas son completas, previo a los remates es donde más se frena y topetea para no completar los pases de pecho. A pesar de ello, Escribano abre el compás, se estira en los medios con la derecha y con la respuesta en el disperso tendido por lo completo del muletazo y pese a la vuelta contraria y al parón.

Al natural, lo borda.

Es solo una tanda pero en ella hay un muletazo con la zurda de doble toque, un portento de cómo, en pleno centro de la suerte, poder enmendar lo que el toro con su frenón quiere deshacer, así consigue incluso mandar sobre el cabezazo. Tras torear así, si el toro tiene fondo, se entrega, de lo contrario se defiende.

Como este.

Acobardado el punteño echa para atrás, Escribano extrae nuevos naturales previo al cabeceo, luego incluso se vuelve a frenar en medio de los siguientes derechazos y termina, gracias al diestro, metiendo el hocico más que los pitones y tomando el engaño cediendo ante la insistencia del torero. Una pena que año tras año La Punta hace agua de la bravura y deja todo en borrajas.

Pero Escribano tiene otra idea.

Y va hasta las tablas para rematar la faena con nuevos derechazos y manoletinas que, ante el declive del toro, anteceden estocada entera, la mano izquierda en sitio y tiempo exactos, para que el rayo azul del estoque embate en la suerte natural y al volapié, algo contrario, pero suficiente para obtener la oreja tontamente protestada. El tendido de La México a la deriva toda la faena se pone protestón sin mirar a si mismo como el niño que pide la posada sin ver que ha sido un pingo todo el año.

Y hasta bengalas sacan.

Así anda la Plaza México y su público, más infantil que nunca.

Por eso cuando aparece un toro adulto ante un torero en plena adultez taurina como Fabián Barba, la cosa sorprende de un modo insospechado, el sanmarqueño que hace las veces de segundo al no completar la ganadería titular el encierro, sale enterándose, alto y gallardo, digno y altivo, bien puesto de cabeza, hace que Fabián Barba muestre lo mejor de sí: pensar delante, justo cuando el cárdeno dobla contrario y no se entera de los lances en los que se defiende.

Y además su inteligencia no se contagia de la falta de atingencia de las cuadrillas.

Año para olvidar para los de plata.

El que parece pensar es el cárdeno que, tras puyazo trasero, se orienta y comienza a poner las cosas difíciles, cual debe de ser. Es posible que su falta de fuerza no le ayudara pero también es claro que pajarea, rasca, se distrae con cualquier voz o movimiento en el tendido o en el callejón. Y como La México es un bar tras de los tableros y un mercado en sus gradas este “Cuadrado” de San Marcos tiene varios motivos para distraerse.

La muleta de Barba trata de impedirlo.

Sus doblones lo consiguen, un cambio de mano abajo, rodilla en tierra es más que bueno pero el burel se resiste en los remates. Entonces, muleta atrás, Fabián espera y se crece con el mando ante un toro que reacciona al principio bien con los derechazos pero a la segunda tanda su cara alta le delata, aun así, pese alguna otra colada, el hidrocálido enciende la flama con un molinete ligado con el de pecho, la tanda con la izquierda y, tras vuelta a la diestra, dosantina, martinete y un cambio de mano que la Plaza entera corea.

De cartel.

La faena, por la mansedumbre del toro que dobla contrario varias veces y acaba en el toril, a tanto movimiento de vendedores en las barreras y la falta de imaginación de Fabián queda en suspenso… y nada más sobreviene pues el toro se pone imposible y raja al toril. Como pincha todo se diluye en el marasmo.

Aun así, pese a lo bruto del cuarto, que además de feo es manso y sin fondo, Barba da una merecida vuelta al ruedo luego de ser empitonado al inicio del último e intentarlo todo previa y posteriormente: desde un quite combinado hasta tratar de hacer pasar a una mesa con cuernos.

Bueno sería verle otra vez.

Y bueno también será que la Plaza México se deje de cosas, mensajes ocultos y juegos infantiles como rebautizar en segundos a un toro, el sexto, nombrado “Arte” como “Juezpen”. A lo mejor es alusión a algún Juez de lo Penal que…

Ganas solo de darse notar.

Pero la posada sigue en el tendido, que está más pendiente de todo menos de lo que pasa en el ruedo, que pasa por alto el esfuerzo de Barba y la mano izquierda de Escribano.

Santa Verónica y San Toribio… ora pro nobis.

Por el alma, taurina, de la Plaza México.

Texto: @CaballoNegroII.

RESUMEN DEL FESTEJO.

Plaza México. Temporada Grande 2015-2016. Domingo, Diciembre 20 de 2015. Décima de Derecho de Apartado. Menos de Un Tercio de Plaza en tarde fresca de cielo despejado pero con viento molesto en diversos pasajes de la lidia, público disperso y variopinto.

6 Toros, 5 de La Punta (Divisa Plomo, Grana y Oro) Desigual en presencia, varios con poco rabo, protestado de salida el corto y chico primero, débil y tardo en el último tercio, bastos, tercero y sexto, sin bravura real, huidizo y peligroso el cuarto, descastado y geniudo el quinto con un tanto de recorrido por pitón izquierdo no obstante lo tardo y reservón, protestado de salida; y 1 de San Marcos (Divisa Azul Rey, Blanco y Amarillo) lidiado en segundo lugar. Muy serio y con edad, manso con fondo de casta, mirón y con emoción en todo momento.

Fabián Barba (Grosella y Oro) Saludos tras aviso y Vuelta tras Petición.

Manuel Escribano (Botella y Oro) Saludos y Oreja con leves protestas.

Víctor Mora (Malva y Plata) Pitos y Pitos tras aviso.

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