Guadalajara: La grandeza de la Fiesta y lujo en tarde de toros

Roca Rey.

De los toros con verdad Por Francisco Baruqui.

El cielo diáfano, azulado, nada de viento y un clima por demás agradable para una tarde que, como se esperaba, tenía todos los ingredientes para que fuera de éxito grande y… y así fue.

No me cansaré de repetir que la base del toreo es el toro, y cuando éste está como estuvo, la grandeza del espectáculo cobra un relieve extraordinario al presentarse la fiesta con lujo, la auténtica, la de verdad, la que justifica con toda plenitud ser nombrada y reconocida como la fiesta más fiesta de todas… ¡la de toros!

Corrida que bien podría lidiarse en cualquier ruedo de primera categoría del mundo, fuera en España, fuera en México, como lo es el de Guadalajara, o en Sudamérica, proveniente del hierro y divisa de Jaral de Peñas con un presencia impecable, de auténtico tronío, para justificar con todas las de la ley que cuando el toro es toro, lo que sucede en la arena toma toda la trascendencia y la importancia de la realeza meritoria de lo que hagan los toreros.

Toros, repito, con presentación de lujo, con romana natural y adecuada al ser ejemplares con edad, con trapío, luciendo astillinas defensas en bien armadas cabezas, para quitar el hipo a cualquiera. Bellos de lámina, finamente cortados, con la estampa de hermosura que uno de los animales más hermosos de la Creación debe tener, y con el reconocimiento y características de corrida variopinta, que salió desde el castaño albinegro, bocidorado y bragado, pasando por el negro meano axiblanco, el ensabanado atizonado, auténtico dije, como el castaño ojalado, el negro listón bragado, hasta el berrendo en negro gargantillo calcetero y coletero. Seis preciosuras más: un sobrero mulato de la misma ganadería que dan mérito a la crianza ganadera, con la que con toda escrupulosidad, el auténtico ganadero que tuvo el orgullo profesional de presentar esta corrida, con la satisfacción, por demás merecida, de que haya conformado un estupendo encierro que deja ejemplo y constancia de que cuando el criador hace las cosas como se debe, tiene la justificación de su palabra de honor de lujo cumpliendo con ella en lo que cumplir tiene es presentar sus toros, a más de la merecida recompensa de que le hayan respondido.

De siete lidiados, dos, cuarto y quinto, desentonaron por sus juegos, cuando todos los demás, cinco, pusieron de manifiesto su linaje su casta y su bravura en lidias en las que las cualidades de nobleza, son, claridad, estilo, recorrido y extraordinaria fijeza, brindaron para el éxito. Toros con viaje, con fondo y desplazamiento, recorrido y abriéndose a los toques de los engaños, embistiendo de verdad, acometiendo, que no caminando, sino atacando, devolviendo la emoción que el toro real debe tener. Un triunfo ganadero muy merecido, para el criador que tuvo el lujo y el tronío para venir a Guadalajara con una corrida de toros como la que trajo. Debo hacer la observación que fueron medidamente picados con un puyazo para hacerles la sangre justa para descongestionarlo. Para llegar al último tercio con la fuerza y el poder para trasmitir enmarcado, repito, en la buena casta que le dio lustre a la ganadería y criador de Jaral de Peñas. Varios aplaudidos, tanto de salida como en el arrastre, mereciendo el tercero el honor del retiro lento del tiro de caballos, entre la ovación de los aficionados.

Como desde mi barrera lo hice, desde estas líneas le vuelvo a tocar mis palmas al ganadero que merecidamente dio una vuelta al ruedo, con uno de sus retoños y la sensación torera que es Roca Rey.

Con toros así, se pudo ver a un Ignacio Garibay con entrega y deseos, cuajando faenas en los tres que mató, que sin alcanzar el éxito grande, sí creó conciencia de que se trata de un profesional del toreo.

Con estilo sobrio, tomándose muy en serio, puso de manifiesto una buena técnica en lances con el capote como en series con la muleta, por los dos lados y con ambas manos, que tuvieron cierto lucimiento pero no la rotundidad de la continuidad, y al no andar acertado con los aceros su mayor satisfacción fue una vuelta merecida en el cuarto, demostrando sus deseos con el sobrero de regalo y nada más.

Por fin se pudo ver el toreo grande de esa figura española que es Alejandro Talavante. Sin acompañarle la suerte en actuaciones anteriores, ahora ha desbordado su caudal artístico en dos faenas, con toros distintos, uno de los mejores en el que puso de manifiesto su torería, su depurada técnica, su garra y profundidad, al imprimir tanto de capa quitando por chicuelinas, tafalleras y saltilleras, llevándose fuertes aplausos, como con la muleta, iniciando en el centro del ruedo con “cartucho de pescao” del inolvidable maestro sevillano Pepe Luis Vázquez, con la muleta plegada en la izquierda aguantando la embestida para desplegarla en el embroque iniciando el toreo al natural. Planteando su labor muy bien estructurada, y engarzando su toreo templado tanto con la mano diestra en ayudados, como al natural con la zurda, con sendos pases de trinchera de gran plástica, en los que rematando con largos pases de pecho, de pitón a rabo, arrancó el batir de palmas y que al cobrar zendo estoconazo atracándose de toro se ganó las dos orejas de jaraleño.

Con su segundo, uno de los dos mansos que fueron el puntito negro, se desempeñó como el gran profesional que es, pero sin alcanzar el lucimiento ante un burel deslucido que terminó rajándose para morir en la querencia.

Gran figura de toreo es Talavante, que afrontará una prometedora y competitiva temporada española.

Hablar de Andrés Roca Rey, como lo hice en su actuación anterior, es repetir que se trata de un torero de esos que salen cada treintena de años…

El espigado chaval con apenas dos décadas de edad atesora las más grandes condiciones que las grandes figuras del toreo, unas con más y otras con menos, han contado para brillar en el firmamento taurino mundial.

Este es el joven Andrés, peruano de nacimiento pero torero para el mundo, que con la escoba en la mano, como lo escribiese con anterioridad viene al toreo a sentar sitio de poder y mando, cuando enmarcado en un valor cabal, del de verdad, sin la más mínima bisutería de espectacularidad, el jovencísimo artista marca su consolidación para un sitio de privilegio que es el que, respetándole los toros, va a alcanzar.

Capote variado que luce desde la larga cambiada de rodillas, pasando por chicuelinas cedeñas, como saltilleras, tafilleras y evocación del maestro Pepe Ortiz, rematando siempre con los pies clavados en la arena, para arrancar carretadas de aplausos en su presentación con el percal.

Con la muleta no puede haber mayor expresión de valor sereno en la quietud de sus zapatillas con la expresión torera aguantando lo indecible, las arrancadas de largo de sus dos toros sin enmendar lo mínimo, vamos, ni arqueándose siquiera, para tomando la distancia y dándole distancia al toro, realizar dos faenones en los que metiendo a sus ejemplares en la muleta, plasmar series de ayudados con la derecha y naturales con la zurda, en las que el temple, el mando, la ligazón embebiendo con embrujo a los jaraleños, rematar con auténticos pases de pecho, vaciando a la hombrera contraria pasándose los finos pitones por las chorreras de la blusa. El público de pie coreando los olees y estando en el puño de Andrés que poseedor de una inteligencia clarísima, aunada al valor sin tacha y a la expresión artística cimentada en un ritmo y en una cadencia que hechizó a toros y público, ganarse dos orejas, una en cada toro, con todas las de la ley, cuando el respetable impugnaba al juez la no concesión en ambos, llevándose como muestra de repulsa las rimas bequerianas de recordatorio familiar que con estruendo y sonoridad se escucharon repetidas veces.

Orejas más u orejas menos, la valía torera de este chaval extraordinario que por su esencia, valentía e impactante personalidad, con un sello que le distingue de todos los demás, está llamado a ser, insisto y repito, gran figura del toreo, con mando y posesión.

Salvo el error de dar salida equivocadamente al toro del peruano, en segundo lugar, cuando debió de ser en el tercero, como lo marcaba el cartel, se alteró el orden de la lidia, volviéndose a nivelar en la segunda mitad del festejo. Así pues…

Así pues, queda para el recuerdo de toreros, de ganadero y de afición, una tarde excepcional, en la que el toreo recupero su grandeza cuando el toro con trapío, integridad y presentación de lujo, devolvió la relevancia y la grandeza que el toreo encierra cuando con toda dignidad, profesionalismo y autenticidad, se presenta.

La entrada media pasadita. ¡LOS QUE NO FUERON, SE LA PERDIERON!

Enhorabuena a la fiesta.

Fuente: http://opinion.informador.com.mx/Columnas/2016/02/22/la-grandeza-de-la-fiesta-y-lujo-en-tarde-de-toros/

2 respuestas a “Guadalajara: La grandeza de la Fiesta y lujo en tarde de toros”

  1. Enhorabuena por la FIESTA DE LOS TOROS, que el domingo pasado allá en el albero de la Nueva Progreso de Guadalajara, vivió una de sus tardes de Gloria, con el extraordinario encierro del joven ganadero Pedro Barroso (Pedrito), con cariño y por la terna que dio cuenta de tan hermoso encierro.

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