Opinión: Un Oasis de Paz

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Por Rafael Cué.

Municipio de Saín Alto, Zacatecas. En mi vida esta región del mundo ha significado un sitio de paz, aprendizaje y reflexión. Desde 1987 he tenido la dicha de poder vivir el campo bravo zacatecano, las enseñanzas y sensaciones de la majestuosidad del toro bravo en su hábitat natural, donde el equilibrio de las especies que conviven en vastas extensiones de tierra es de inmenso valor ecológico.

Distintos periodos en distintas etapas de mi vida, en cada uno de ellos he podido aprender la importancia de saber estar, escuchar y absorber con humildad la mayor cantidad de conocimiento posible del misterio de la bravura, de la crianza del toro bravo.

Tres familias completas más los abuelos, los Alatorre Rivero, ejemplo de vida para quienes tenemos la dicha de conocerlos. Vivir alrededor de una pasión es la mayor recompensa y felicidad que un ser humano puede lograr.

Cuatro generaciones venerando al toro bravo, a su crianza y al misterio que encierra la bravura de esta raza, que da razón a la vida de cientos de miles de personas alrededor del mundo, un mundo que está al revés, donde un idiota como Donald Trump puede llegar a ser presidente de uno de los países más poderosos del mundo; donde los atentados perpetrados por extremistas acaban con la vida de personas inocentes; donde hay indiferencia de los políticos hacia el hambre en África o en la sierra de Oaxaca, porque la lucha de la gente de dichos lugares no alcanza los titulares. En este país ese tipo de políticos voltea la cara ante la cruel falta de oportunidades de un niño humilde; sin embargo, promueven sin calidad moral alguna la prohibición de las corridas de toros, con el único fin de parecer o aparecer como personas sensibles ante lo que ellos suponen (sin conocimiento alguno) la crueldad de una lidia.

Para respetar y entender el porqué y el cómo de la muerte de un toro bravo, hay que conocer su forma de vivir y todo lo que le rodea: misterio, poder y veneración. Con esto no quiero decir que porque viva bien tenga que morir, como ellos dicen, “torturado”; la tortura en la tauromaquia no existe. El rito de la lidia tiene muchos valores aplicables a nuestra vida: la pelea de frente, con nobleza, donde pagar con la vida tiene un significado noble, tanto para el toro como para el torero; la lucha entre la inteligencia y la fuerza bruta, donde hay un choque de voluntades, éstas tienen en común la creación del arte y es por eso que los toros, cuando bravos ,son inconmensurables cómplices de la creación artística del toreo.

El ganado bravo vive con reglas y sistemas de convivencia admirables, primero comen los más fuertes, pero comen todos; en nuestra sociedad el más fuerte por lo general lo es porque no es leal, porque no va por la vida de frente o porque no es capaz de mantener su palabra con tal de lograr su objetivo. Me viene a la cabeza otra vez el idiota de Trump.

En el campo bravo se valora el silencio, el aire puro es un abrazo de la naturaleza que nos hace pensar hasta dónde hemos llevado el planeta, nos hemos cargado las estaciones, el clima es impredecible y el poder de la naturaleza nos sigue siendo paciente. Los atardeceres en el campo bravo son lienzos eternos de colores infinitos que deleitan la retina. En este paraíso el toro es rey. La vaca pasta garbosa con su becerro. La cría, con la inocencia de un niño, desafía a cualquier intruso que ose invadir su territorio, orgullosa de su estirpe y de su esencia.

Qué lejos estamos los seres humanos de poder convivir de acuerdo a los valores de la naturaleza. Con abominable arrogancia la humanidad ha devastado el planeta a cambio de poder y dinero; sin importar el precio para el planeta y para la sociedad, un puñado de hombres nos ha cambiado.

La búsqueda incansable por el dinero, el estatus o el poder, ha hecho del hombre una especie compleja, capaz de desconocer o ignorar a sus semejantes a cambio de que otros le reconozcan. Dinero fácil y rápido, como precio, una vida sin valores.

Lo correcto es el camino a seguir, aunque este camino sea más lento hacia la plenitud del desarrollo humano; sin embargo, se cree que el dinero es el único objetivo y en esa búsqueda se nos va la vida.

La paz del campo, el aroma del silencio y la grandeza de las cosas sencillas deberían de regir nuestras vidas. Debe haber respeto a nuestros semejantes y se debe buscar el bien común, lo que no significa ignorar a las minorías; por el contrario, señores políticos: el bien común es el respeto de todos los núcleos de la sociedad, tal y como pasa en el campo bravo.

Visitar Pozo Hondo siempre me regala enseñanzas, más en estos tiempos revueltos, de guerras sin nombre, pestes ignoradas y holocaustos fronterizos. El toro nuevamente nos recuerda que el camino de la humanidad anda torcido. Ojalá nos acercáramos a las normas y costumbres de la naturaleza.

Oasis de paz | El Financiero

Una respuesta a “Opinión: Un Oasis de Paz”

  1. Oleee !!!, señor Cue asi se habla… y enhorabuena tambien por su programa “Toros Sol y Sombra” que ojala pudieran transmitirlo mas temprano…

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