El gran año de Román en Madrid

Valor, disposición y frescura. Estos tres fueron los ingredientes que, sazonados con una importante dosis de generosidad por parte de público y palco, alumbraron el triunfo cosechado por Román este martes en Madrid. 

El joven diestro valenciano, con dos orejas -una en cada uno de sus toros-, abrió por primera vez en su carrera la puerta grande de Las Ventas en la tradicional corrida del 15 de agosto. Y lo logró, también, gracias a un notable lote del desigual encierro lidiado por El Tajo y La Reina, divisas propiedad de José Miguel Arroyo Joselito.

Resabido llevaba por nombre el tercero, un precioso burraco capirote y botinero bien armado. Lo recibió Román aturrullado, sin sacar los brazos con el capote. El toro acudió pronto y alegre al caballo, pero apenas recibió castigo. Dos picotazos. Nada más. Se movió mucho en banderillas y lo siguió haciendo en la muleta. Con casta y transmisión, el de Joselito fue un toro de triunfo. Un animal exigente -por momentos llegó a reponer quedándose muy corto- y de gran transmisión.

Frente a él, Román, tan dispuesto como acelerado, dio muchos pases, aguantó la acometividad del astado e intentó, como buenamente pudo, encauzar sus encastadas embestidas. La tarea no era sencilla. Pero es que el toreo tampoco lo es. O no debería serlo. Incluso, al final del trasteo, llegó la voltereta, sin consecuencias. Después, un espadazo. Y la oreja de rigor. Excesiva. Tan generosa como la concedida tras la muerte del sexto, otro ejemplar que se movió y transmitió de lo lindo en los primeros compases de la lidia y que se paró después de embestir con casta en las primeras tres series del último tercio.

Algo más reposado que en su primer turno, Román ejecutó primero dos tandas por el pitón derecho en las que hubo de todo. Muletazos largos, sí, pero unos más profundos y ajustados que otros. Se cambió de mano la muleta el torero y de esa tanda con la izquierda -la única- sobresalió un natural y el pase de pecho. Con el toro ya a punto de apagarse, Román se fue a por la espada y, de nuevo, cobró una estocada al primer intento. La muerte del toro fue espectacular, instantánea. Y los pañuelos volvieron a asomar. Otro trofeo y la gloria de una puerta no tan grande.

Y mientras el más joven de la terna se marchaba triunfante en volandas, el más veterano del cartel lo hacía a pie, tras firmar los mejores muletazos del festejo. Iván Vicente, con dieciséis años de alternativa a sus espaldas, no cortó orejas pero sí dejó constancia del buen concepto del toreo que atesora. El comienzo de faena al manso cuarto fue para enmarcar. Cuatro doblones de exquisito temple y torería que sirvieron para que el toro dejara de defenderse. A partir de ahí, y aunque la ligazón fue imposible por el limitado fondo del animal, Vicente ejecutó muletazos sueltos de fino trazo así como detalles por bajo de mucho sabor. El clasicismo y la naturalidad de un torero en plena madurez artística.

Muy diferente fue la actuación de Juan Leal. Sin méritos para volver a Madrid tras su paso por la pasada Feria de San Isidro, el francés anduvo perdido entre la vulgaridad y el ventajismo. Con el compás muy abierto, la figura retorcida, y citando abocado y con el pico de la muleta, no dijo nada frente al inválido segundo -al que apuntillaron tras echarse al final de la faena- y desaprovechó la nobleza y movilidad del manejable quinto.

EL TAJO Y LA REINA / VICENTE, LEAL, ROMÁN
Cinco toros de La Reina y uno (6º) de El Tajo, bien aunque desigualmente presentados y nobles. Con movilidad y casta 3º y 6º; manejable el 5º; manso el 4º; descastado el 1º; inválido el 2º.

Iván Vicente: pinchazo, estocada corta algo atravesada y descabello (silencio tras aviso); pinchazo y estocada desprendida (ovación con saludos).

Juan Leal: se echa el toro y es apuntillado (silencio); pinchazo y estocada trasera (silencio).

Román: estocada ligeramente trasera (oreja); estocada (oreja).

Plaza de toros de Las Ventas. Tradicional corrida del 15 de agosto. Algo más de un cuarto de entrada (6.347 espectadores).
Publicado en El País.

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