Tendido 7: No, ¡mejor pensemos que sí!

Toro de Caparica volando por los aires en La Plaza México el pasado domingo. Foto El Universal.

Por Xavier Toscano M. de Quevedo.

¡Qué difíciles e inquietantes noticias escuchábamos al amanecer del lunes anterior! Todos los medios de comunicación informaban de los difíciles y trágicos acontecimientos que se vivieron en todo nuestro territorio, con un cúmulo de hechos violentos, sumando un número elevado de personas que perdieron la vida.

Nada halagüeño está resultando este inicio de año, el cual muestra a todas luces y en todos los puntos cardinales, que nuestro país —problemática de éste sexenio— se encuentra rebasado por infinitos problemas, iniciando por el económico, aunada a una excesiva e incontrolable inseguridad, altísima corrupción, e inestabilidad social, inconvenientes que no han sido resueltos y que cada día se empantanan más y más, sin que las autoridades encuentren ni tengan la fórmula para darles solución.

Esta dificilísima y alarmante problemática obviamente repercute en el ánimo y la incertidumbre de la sociedad, y como una consecuencia lógica, en todas las actividades y entretenimientos que en nuestro país se llevan a cabo, y ente las cuales se encuentra —y con grande orgullo— nuestro ancestral y emblemático Espectáculo Taurino.

Hoy quiero acentuar con firmeza la sentencia que dicta: “No hay mal que dure cien años, ni pueblo que lo soporte”. Bastante claras y precisas cada una de las palabras que forman este enunciado y que visualizan la actual situación, pero que igualmente nos da pie para ilusionarnos y pensar en forjar un horizonte más satisfactorio. Y, ¿por qué no?, hagamos uso de él y tomémoslo para incrustarlo en nuestra fiesta brava, la cual orgullosamente viene por más de cinco siglos acompañando a las costumbres y cultura de nuestro pueblo, pero que en la actualidad —por el abandono de las autoridades de gobierno— no es ajena al mal endémico que sufre nuestra nación.

Evidentemente en los tiempos actuales, ¡válgame Dios, ya estamos en el 2018!, el espectáculo taurino o fiesta brava — ¡qué pena!, pero lo escribí con minúsculas— en todo nuestro territorio, de igual forma y no ajena a la problemática social, atraviesa por la peor crisis de “toda su historia”, que para nadie es un secreto y está más que visible, ocasionada por la apatía, presunción y negligencia de quienes en estos tiempos la manejan. Brindando un escenario tan lamentable y atroz, de gravísimas y nefastas consecuencias, como lo es, el abandono de los aficionados y el público a sus plazas.

Es un buen momento, apenas hemos recorrido semana y media de éste insipiente año, por ello, qué importante sería que los promotores, actores e integrantes del espectáculo, admitieran con serena humildad todos los errores que han cometido.

Los momentos son difíciles, el padecimiento es bastante grave y complicado. Admitámoslo, ¿para qué continuar engañándonos? Sí, estamos en un grande dilema, nuestra fiesta vive una degradación y ultraje pavoroso, y los aficionados lo saben y se inquietan, pero lamentablemente sus quejas e inquietudes NO son escuchadas por las autoridades, y mucho menos por los promotores del espectáculo.

¿Podría darse este año un incalculable milagro? ¡Será mejor pensar que sí!… no obstante que nuestra mente esté colmada de dudas. Por ello, en estos primeros días de 2018 abstengámonos del desánimo, y mejor deberemos continuar con la positiva tarea de insistir, en lo que es necesario y fundamental para la salvación de nuestra emblemática fiesta brava, todos lo sabemos, —¿para qué fingir desvarío?— si el único procedimiento admisible y seguro, que además es urgente e inaplazable; es el regreso y la presencia en todos los ruedos, de su Majestad El Toro Bravo.

Publicado en El Informador 

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