Aguascalientes: Intensa función sin orejas

Roberto Román.

Por Pedro Julio Jiménez Villaseñor.

En los escaños del inmueble taurino del barrio de San Marcos, se notó un lleno. Esto para dar más alicientes a la tercera función de la campaña novilleril 2019.

Mientras en el palco de la autoridad empuñó la batuta el matador de toros en el retiro Paco Olivera “Bombita” por una afección de Ignacio Rivera Río, en los corrales se hubo de remendar el encierro de Huichapan con un ejemplar de Enrique Fraga soltado en tercer turno, a causa de presentar el compañero de la divisa titular mermas físicas.

La partida de reses, cuajada, aunque discordante en tipo, fue mala, débiles los tres primeros y dura, complicada, con siniestras intenciones el resto. Sin embargo, los actores, sin mesura, vaciaron sus ansias en el escenario y firmaron una carta de visita que dejó complacida a la clientela.

Las manifestaciones de la concurrencia se sintieron cuando aplaudieron de salida al cuarto y al quinto, y repeliendo con silbidos al segundo y al tercero cuando sus despojos eran llevados al patio de los carniceros.

La dureza y mal comportamiento del primer bicorne se despedazaron al chocar en la torería, clase y firmeza del juncal José Miguel Arellano (al tercio y silencio), quien inteligente y talentosamente, sin perder jamás la plomada y el sentido estético de la tauromaquia, repuso lo justo y dejó la muleta siempre bien cerca de la testa del adversario hasta construir una meritoria faena no bien acabada, en mala hora, con la toledana.

Hermosa res fue la cuarta, con cuajo ella, pero compleja, que lo mismo se quedó corta que remitió guadañazos apuntando a las carnes del actor de seda y oro; pero éste, con voluntad y denuedo se plantó para exponer su macizo proyecto de ser triunfador en la imposible actividad de lidiador de bicornes de casta. Aquella fue una guerra que bien ganó el chaval sin perder el color de la piel pese a la voltereta brutal que sufrió, pero que sin embargo quedó en algo manchada cuando desenfundó el alfanje.

De notada calidad y nobleza, pero de más sobresaliente debilidad fue el segundo antagónico. El joven paisano Roberto Román (silencio y al tercio tras aviso), por más cuidados que le dio, no evitó que se derrumbara reiteradamente sobre el albero, y el cuadro quedó en una diáfana voluntad y en algunos detalles que extrajeron el ole profundo del cotarro, y un episodio de malas artes con el estoque.

La valentía es la parte medular de la tauromaquia de este aspirante a las glorias; y bien la supo explotar al dar cara decididamente a su segundo, un bien armado novillo al que le soportó estoico las medias embestidas y los dramáticos parones.

Ciertamente, de igual modo, se le observó alguna evolución en el aspecto técnico. En consonancia con su emocionante labor dejó con entrega, siendo arrollado, media estocada insuficiente, obligándose a reeditar la suerte colocando un espadazo delantero.

La tremenda debilidad del tercero demandaba que se le tratara entre sedas; así lo entendió el joven Juan Pedro Llaguno (silencio y palmas) y con ese basamento pudo por intermitentes bloques exponer su clase y buen gusto como torero en un quehacer lleno de bellos detalles, finiquitando el asunto con una estocada tendida y atravesada más eficaz descabello, luego de un pinchazo.

Albert Einstein sentenció: “Existe una fuerza más poderosa que la que puede provocar la desintegración del átomo”… Muy pocos entienden la oración, pero el chaval la aplicó, y a pesar de las complejidades del sexto, aplomado y revolviéndose en las delanteras, se sobrepuso en un trasteo ardiente y enjundioso, de pases bien hechos y de gran acabado, cuando antes, con recursos, cabeza, creatividad y sentido de la improvisación, había cubierto el segundo tercio. Lamentablemente logró un estoconazo hasta el tercer viaje privándose de una oreja.

Publicado en Noticiero Taurino Mexicano

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