Los Caudales del Arte – Triunfo grande de Diego San Román en Guadalajara.

Natural de Diego San Román fundamento de rotundidad y arte en el toreo.

Fluye el toreo en la Capital de Jalisco. Surge a partir de las mayores armas que el temple, el valor y la personalidad pueden representar. Diego San Román remata un par de días señalados por todo lo alto con una serenidad, por dentro y por fuera, que embelesa al público y a sus oponentes, que ilusiona y preocupa a la vez en una época de autocomplacencia y nula dirección taurina. Rebasados y bañados, Gutiérrez y Aguilar requieren reagruparse y retomar el camino hoy perdido.

Por: Luis Eduardo Maya LoraDe SOL Y SOMBRA. Guadalajara.

Se desborda, por un momento, la pasión y el entendimiento en la Monumental de Jalisco.

El arte de torear es la grandísima emoción que nos rebasa, que supera por cautivadora y apabullante nuestro ser, que deja a un lado nuestra normalidad de sentir, nos golpea sin piedad y palpita tan intensamente que volvemos a sentirlo después de ocurrido, si lo recordamos. El arte tiene memoria.

Arte es la permanencia de una constante esperanza.

Diego San Román llega a México y hoy al Nuevo Progreso, con una serenidad de planta tal que bastan solo dos tardes para saber que esa es su constante tanto en momentos de pausa como ante el peligro. En la cara del toro y en el momento del triunfo. Da cuenta, igual, que es todavía un edifico en obra y que aun falta para su plena apertura pero muestra que su actuar, “sereno, sosegado… casi dulcemente”.

Que nos recuerda la poetica visión de Rainer Marie Rilke sobre Francisco Montes “Paquiro”, siempre referente.

No viste el queretano de malva, como dicta Rilke, eso lo mostró ayer en Juriquilla. Ahora se envuelve en los tonos imperiales de azul y oro. Dota su toreo de matiz de acontecimiento ante el tercero, un entrepelado astado, flaco y de menor trapío que el resto de los que envía la “nueva” San Martín que muestra un encierro, aunque desigual, que exige. A San Román le basta palpar la embestida y darse a la personal verónica de barbilla hundida, plenitud de cintura y vaiven de brazos, con la que logra avanzar, poder y lucir. Solo la flojedad del novillo impide un mejor remate en plenos medios.

Un tumbo circunstancial.

Espejismo del novillo que toma mal parada la cabalgadura.

Entonces, la tardanza en incorporar la jaca por parte de la cuadra no hace a San Román desesperar. Al contrario. Parece tomar el aire ya claro tras la finta de la lluvia que abre el cielo, para que, a pleno sol, San Román aguante el embate en los medios, de perfil mire y cite al cornúpeta y consume, vertical, la doble cordobina, apenas sesgada para no ser tafallera. Justo entonces, cuando el toro aprieta y parece se descompone el lance, llega el flujo siempre saleroso de la caleserina y el deslumbrante remate con la rebolera a capote invertido cambiandolo de mano que enlaza suertes e inventiva.

Y que enlaza el caudal de la torería.

Hay sensación de cosa grande. Murmullo taurino de acontecimiento.

Llega el novillo con fuerza justa y nervio al tercio final tras breve intervención de las cuadrillas. San Román brinda a la generalidad. Y se va de rodillas, sin arrebatos, pasando por alto alternadamente al novillo al que le viene perfecto el inicio hacia arriba, incluso aprieta pero el novillero, en momento tremendo, se cambia de mano por bajo y, ya incorporado, le viene mejor estar de pie, rotundo y erguido remata con el de pecho, mandando e imponiendo la serenidad al referido nervio.

Brillan los derechazos. Hay extensión en los brazos, suficiente para tirar del muletazo, gustarse en el centro de la suerte y hacer crecer el tranco del toro al que envuelve, perfumadamente, en el pase de pecho a la hombrera contraria. Repite San Román el trazo, quizá más lento que la tanda pasada y, para el cambio de mano por la espalda, Guadalajara, esa plaza tan denostada por el oficialismo y por los persignados del porrismo, ruge y se entrega en el muletazo completísimo contrario y por arriba.

Nueva tanda derechista, de clasicismo y despaciosidad, con el novillo a más momentáneamente. Lo grande llega con la zurda, justo con la Banda del Maestro Antonio Mora desgranando templadamente la “España Cañí”, cuando la tersura del natural hace traslúcida la intención del queretano de mandar sutilmente, de extender el temple hacia el mando, de brindar el aire al ahogo del toro y desplegar, en plenos medios, todo el vuelo del engaño con la muñeca que se rompe y la altura que se brinda distinta de pase a pase.

La quietud aparece cuando se frena el morito y San Román subraya, sin aspaviento, el valor. Vacía por alto y remata arriba. Y llega el drama.

No hay arte sin este último.

La emoción crece cuando la dimensión del nuevo derechazo se eleva en tanda intensa con la mano izquierda mandonamente en jarras, recargada sobre el cuerpo y carga la suerte en preciosos derechazos que solo la distracción del novillo, al que le hace falta el remate encelado que siempre da la mayor raza, interrumpe, dando pie a la modernidad de preparar, en plena cara, la arrucina invertida en redondo o talavantina que cuaja entera y que liga, justo cuando el de San Martín quiere escapar, con cambio de mano abajo y el pase de pecho más rotundo de la faena.

Locura total.

Derrama entrega la Plaza tapatía.
Es entonces cuando, tras los naturales, el frenesí de la música y las palmas, del olé y su desgarro que acompañan al pase de las flores y a un cambio de mano, comienza a cambiarse por la angustia que produce ver como el toro comienza a desentender la muleta, a dejar calladamente a San Román sin espacio y, en un exceso de confianza, tirar de su pierna izquierda terriblemente, se teme lo peor. Para la música. No pasa nada, para bien.

Llega el arrebato.

Y los derechazos de rodillas traen bravata, temple y de nuevo aguante cuando el toro husmea y San Román ya ensimismado completa el pase y, ya erguido, en columna plena, completa un desdén que vale toda la tarde.

Y vuelve la “España Cañí” cuando el la realidad supera al drama y remata justo cuando el queretano se perfila en la suerte contraria.

Momento grande.

Torear despacio implica entrar a matar de igual manera, con armonía y hermandad de compás.

Al volapié, encrucijada perfecta de efecto mortal para el novillo. Triunfal para el torero.

Y triunfalista, equivocadamente para la autoridad, que afloja el rabo y provoca la media vuelta al ganadero al que le sobra autocomplacencia y le falta rigor para evitar la tentación del paladeo en la media vuelta al ruedo. Falta señorío para darla completa. Pues el encierro tiene sentido, como primero y quinto, le falta casta como en el segundo y sobra genio a cuarto y sexto. De ahi que Gutiérrez y Aguilar muestren acartonamiento, el primero, rabietas y distracción este último.

Nos preocupa Diego San Román. Pero también nos ilusiona.

En las manos del régimen.

En la cauda del arte.

Pero debe hacer como decia Rilke, hundir el estoque “en la gran ola que rueda de nuevo a impetuosa a estrellarse en el vacío.” Que así sea.

Twitter: @CaballoNegroII.

RESUMEN DEL FESTEJO.

Guadalajara. Plaza Monumental Nuevo Progreso. Temporada Chica 2019. Domingo, Octubre 5. Sexta novillada de la Temporada. Un tercio de plaza en tarde muy agradable aunque con lluvia breve entre el primero y segundo turnos que cesó tan solo salir este último. Equivoca la Autoridad por exceso en la valoración del tercer turno.

6 Novillos, 6 de San Martin (Divisa Obispo y Verde) Dispareja de presencia y variopinta, chicos tercero y quinto. Muy serio el sexto. El resto de contrastantes hechuras. Exigentes en lo general. El primero excesivamente castigado, calamocheantes segundo y quinto, cuarto y sexto desarrollan sentido y este último, genio. Destaca el entrepelado y flojo tercero, número 152 nombrado “Joven Promesa” de 420 kgs., que tumba circunstancialmente la cabalgadura por mal colocada. Desarrolla buen juego pese a frenarse, espiar y sosear por momentos.

Se le otorga, equivocadamente un exagerado Arrastre Lento al mencionado tercero como inoportuna la media vuelta al ruedo con el ganadero Juan Pablo Bailleres.

Héctor Gutiérrez (Azul rey y Oro) Silencio y palmas. Miguel Aguilar (Blanco y Oro) Saludos y Silencio. Diego San Román (Azul pavo y oro) nuevo en esta Plaza, Rabo con leves protestas y Ovación. Salió a hombros.

Destaca a caballo David Vázquez al picar al segundo. A pie, en la brega, destacan Gustavo Campos y Fernando Garcia Araujo. Mal con los palos, pasando en falso y sin clavar adecuadamente Fernando García Hijo.

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